El pasado lunes 16 de octubre, Mirielis, 37 años, informática en una empresa estatal, mientras ablandaba la yuca en una cazuela de hierro fundido, escuchó en la radio el anuncio sobre la ‘comparecencia especial del compañero Miguel Díaz-Canel’.
“Esa mañana en la oficina alguien comentó que el gobierno iba quitar el módulo que venden al pueblo (una botella de aceite, dos paquetes de picadillo condimentado, uno de salchichas y cuatro kilogramos de pollo) y que la libreta de racionamiento quedaría solo para personas vulnerables. Se desató un debate tremendo. ¿Cómo sabrían las autoridades quién es vulnerable? Todos coincidimos que si el Estado quita la libreta se desatará una hambruna descomunal en Cuba”, cuenta Mirielis.
En el televisor de la sala, su esposo veía un partido de béisbol de Grandes Ligas copiado del Paquete Semanal, un compendio audiovisual clandestino de seriales, deportes y filmes pirateados, que alquilan muchos cubanos para escapar del tedio y la manipulación política de los medios estatales. “Cuando fui a poner la Mesa Redonda -espacio de propaganda política- mi esposo se incomodó. A él le sube la presión arterial cada vez que escucha hablar a Díaz-Canel. Yo tampoco lo soporto, pero si el gobierno va a anunciar medidas que afectan al pueblo, la gente debe estar informada. Al final todo fue una puesta en escena. Aunque dejó caer que se estudia quitar la libreta y también rectificar sobre el disparate que ha sido la Tarea Ordenamiento, esa fracasada reforma monetaria. El resto de la entrevista fue justificar el fracaso económico con el ‘bloqueo’. Cada vez que Díaz-Canel habla, las cosas se ponen peor. Es un ave de mal agüero”, resume Mirielis.
La impopularidad de Díaz-Canel entre los cubanos es considerable. Para Ronald, músico, “si en una escala del uno al diez se pudiera medir la antipatía y desprecio que los cubanos de a pie sienten hacia él, se rompería el voltímetro. Es tan pesado, aburrido y mediocre que la inmensa mayoría de los cubanos no se lo tragan. Además de no tener carisma, su voz es desagradable”.
Las ofensas y burlas a Díaz-Canel por su errático desempeño como gobernante no es lo habitual en una nación regida por una dictadura de corta y clava, donde las críticas a sus líderes políticos son consideradas delitos en el Código Penal y pueden recibir sanciones de cárcel.
Un abogado habanero señala que “esas leyes están vigentes, pero es tanto el desprestigio de Díaz-Canel y tan grande el número de personas que lo critican, insultan o lo viralizan con memes en las redes sociales, que la Fiscalía y la Seguridad del Estado se hace de la vista gorda. Esas leyes existían cuando Fidel y Raúl gobernaban, pero con Díaz-Canel se han reforzado. Existe un grupo de contravenciones, sean multas o sanciones penales, contra quienes ofendan al presidente, el primer ministro y otros dirigentes. Igualmente se sanciona con multas o cárcel, aquellas personas que las autoridades consideren que en las redes sociales u otros sitios públicos, se excedan en sus críticas al modelo socialista y sus instituciones”.
Según el jurista, se le ha aplicado de manera ejemplarizante a Luis Manuel Otero, Maykel Osorbo, Yuri Valle Roca, José Daniel Ferrer, Félix Navarro y su hija Saylí. El trasfondo de la sanción a Otero y Maykel, por ejemplo, más que por sus críticas al sistema político, son por ofender a Díaz-Canel en la vía pública. Muchos sancionados por las protestas del 11-J, y otras posteriores, recibieron las penas más elevadas por injurias al mandatario. Más que el cumplimento de la ley, ha habido un espíritu de venganza por parte de las autoridades”.
Regino, psicólogo, considera que “las dictaduras son muy estrictas en temas que menoscaban su moral. Y suelen aplicar la violencia policial y sanciones penales para los que se burlan de la condición sexual de los gobernantes, ponen en tela de juicio su coraje y legado político o lanzan ofensas que dañen su hombría. Los dictadores son implacables con sus enemigos políticos y no dudan en ordenar asesinatos, golpizas o hacerlos cumplir largas penas de cárcel. La sociedad cubana es muy machista, y los gobernantes masculinos deben demostrar que tienen los pantalones bien puestos y lavar las afrentas», explica y añade:
«Con Díaz-Canel sucede algo novedoso. Machado, Batista, Fidel y Raúl Castro abiertamente han sido calificados de déspotas y asesinos. El pueblo, en privado, les ponía motes: Asno con garras a Machado, Armando Guerra a Fidel y Charco de sangre a Raúl. Pero nunca en una protesta callejera o en una canción les dijeron Singao, un calificativo espantoso en Cuba, pues no solo te denigra como hombre, sino también te descalifica como persona. La reacción de Díaz-Canel, un tipo bastante acomplejado, ha sido atrincherarse”, concluye el psicólogo.
Nancy, profesora universitaria jubilada, está convencida de que “Díaz-Canel es un simple mascarón de proa. Un capataz que cumple órdenes. Probablemente sea un testaferro o un hombre paja. No creo que maneje las principales estrategias políticas ni económicas del país. GAESA es el poder real en Cuba. El presidente elegido por Raúl Castro es un actor secundario. Pero como tiene que dar la cara a las terapias de choque que se vienen aplicando, los ciudadanos descontentos se centran en Díaz-Canel y su gabinete de marionetas”.
Miguel, chofer de ómnibus interprovinciales, afirma que la impopularidad de Díaz-Canel se extiende de Pinar del Río a Guantánamo. «He recorrido toda la isla y he comprobado que muy pocos hablan bien de Díaz-Canel. Cada vez que sale en la televisión, el dólar sube en el mercado informal o se agudiza la crisis que vivimos. No pone una. A veces me da lástima, por la cantidad de ofensas que le dice la población. Me parece un pobre diablo. Los culpables de que Cuba esté volviendo a la etapa primitiva son los hermanos Fidel y Raúl Castro”.
Juan Carlos, ingeniero, opina que “Díaz-Canel es un pésimo gobernante. Desde que llegó al Palacio de la Revolución, designado presidente por Raúl Castro, su manager político, el país ha retrocedido en todos los rubros: económicos, políticos y sociales. Tiene el triste mérito de hacer cada vez más pobres a los cubanos. La única estrategia de Díaz-Canel y sus ministros es culpar del desastre al ‘bloqueo’ de Estados Unidos».
Si las producciones de azúcar, arroz, frijoles negros y carne de cerdo, entre otras, han caído en picada, no es culpa del embargo. Si las tierras fértiles en Cuba están cubiertas de marabú, no es culpa de la Casa Blanca.
La gente no es tonta. Sabe que a pesar del embargo, el castrismo ha construido, y sigue construyendo, hoteles de lujo que están desocupados. Y por la tele ve que los altos funcionarios del partido comunista y el Estado, a pesar de la crisis alimentaria, cada vez están más gordos.
Saben que la casta verde olivo diariamente desayuna, almuerza y come; se mueve en autos que no tiene racionado el combustible; no solo dispone de aire acondicionado en sus oficinas y salas de reuniones, también en sus residencias. Mientras, la gente de a pie, si acaso, come caliente una vez al día, le falta el agua en sus casas, sufre constantes apagones, pierde tres horas esperando una guagua y el dinero no le alcanza para sobrevivir.
Los cubanos no quieren más excusas. Reclaman soluciones. Díaz-Canel es impopular porque no escucha a la ciudadanía.
Iván García
Foto: Mario Luis Poll, en su cama dentro de una mansión parcialmente destruida donde vive con otras cinco familias en la calle Villegas, Habana Vieja. Poll, que es restaurador de arte de 57 años, lleva dos décadas viviendo entre ruinas. Tomada del reportaje de la periodista Andrea Rodríguez y el fotógrafo Ramón Espinosa, de AP, publicado el 20 de octubre en Martí Noticias con el título «Arquitecto cubano clama por un programa de emergencia de viviendas.
AP/Ramón Espinosa)