En la mañana del sábado 23 de marzo, Sixto, 55 años, dueño de un pequeño café ubicado en el crucero de La Palma, municipio Arroyo Naranjo, al sur de La Habana, en medio de una lluvia torrencial recogió con un cubo el granizo que estaba en el patio de su casa y lo aprovechó para enfriar las cervezas y refrescos. Desde la noche del viernes, rachas de vientos, granizadas y más de 300 mm de lluvias afectaron la capital.
Sixto, quien tiene emplazada la cafetería en el portal de su vieja casona de puntal alto, cuenta que “las piedras de granizo eran más grandes que las monedas de un peso. Como a las ocho de la mañana quitaron la luz. A falta de hielo, el granizo me sirvió para mantener fría las bebidas en venta. Estuvimos casi seis horas sin electricidad. Antes de la tormenta, en la zona donde vivo, hacía cinco días que no entraba el agua. Los vecinos llamaban una y otra vez a la empresa Aguas de La Habana. Por gusto. Nadie cogía el teléfono. Varios vecinos fueron a la sede del partido municipal y nadie los atendió. Cuando se fue la luz, el barrio se calentó.
«Al poco rato se aparecieron dos carros patrulleros y un dirigente del partido municipal, que se puso a hablar mierda. Los vecinos lo paramos: ‘Deja el bla, bla, bla y pongan el agua y la luz’. Como a la hora pusieron la corriente. Y al día siguiente entró el agua. Niño que no llora no mama. El gobierno solo escucha las quejas de la gente cuando el pueblo se tira pa’la calle. De lo contrario ni caso te hacen”, afirma Sixto.
Si algo ha aprendido Mirta, jubilada, es a reclamar sus derechos. Hace una semana en un edificio de su cuadra, en Poey entre Patrocinio y O’Farrill, en la barriada habanera de La Víbora, pusieron en una pared pintadas contra la dictadura.
“Enseguida se apareció una brigada a pintar la pared. Los vecinos aprovechamos la presencia de dos funcionarios del gobierno de Diez de Octubre para plantear nuestras quejas. Le dijimos que hace rato no viene pollo ni huevos a la carnicería. Que llevábamos cuatro días sin agua y que nadie arregla los salideros en la calle, entre otros reclamos. Los funcionarios intentaron marearnos con su muela jorobada. Pero nos plantamos. Un vecino les dijo que los gobernantes se deben a los ciudadanos y no al revés. Que ellos eran ineficaces e indolentes porque nadie los elegía y que cuando el pueblo comience a exigir sus derechos o las cosas se enderezan o ellos (los del régimen) se largan. Les recordamos que el poder de un país radica en el soberano, en el pueblo, que somos nosotros”.
Michel, licenciado en ciencias políticas, piensa que “el actual gobierno tiene un elevado por ciento de impopularidad en toda la isla. Ya su narrativa no convence. La credibilidad de Díaz-Canel y su gabinete, es mínima. El aparato de progapanda del partido comunista intenta vender el relato de un presidente preocupado por los problemas de los cubanos. Pero no existe un diálogo franco y directo con la población. Es un monólogo. Y a la gente no le dejan otra opción que la de aplaudir y ratificar sus propuestas”.
Michel cree que si el gobierno quisiera revertir el panorama “debiera empezar por establecer métodos de participación popular, normas de transparencia donde la ciudadanía pueda darle seguimiento al uso del presupuesto y el dinero público. En cualquier nación democrática la agenda del presidente y los ministros es pública. Las autoridades deben dejar atrás el reunionismo, la falsa unanimidad y consultar con el pueblo el modelo de país que quieren. Con las nuevas tecnologías es muy fácil recoger las opiniones de los ciudadanos. También se pueden hacer plebiscitos directos, como en Suiza, sobre determinados temas de interés nacional.
“Un gobierno no debiera castigar a las empresas y personas que generan riquezas de forma legítima. La maquinaria jurídica, al igual que la prensa, debe ser independiente del Estado. Un buen gobierno debe asegurar que todos los ciudadanos tengan acceso a la salud y la educación y tengan las mismas oportunidades. También, garantizar la asistencia social a los más desfavorecidos. El actual régimen haba mucho de socialismo y democracia, pero dista mucho de llevar a cabo principios democráticos. Debieran comenzar entregándole a los trabajadores muchas de las empresas que sufren pérdidas y que éstas se reconviertan en cooperativas autónomas”, asevera Michel.
Sheila, especialista médica, residente en Santiago de Cuba, a más de 900 kilómetros al este de La Habana, opina que “el gobierno intenta manipular, difamar y engañar al pueblo. El acto de Díaz-Canel en Songo la Maya fue un ejemplo de manipulación. Armaron un espectáculo politiquero, intentando vender apoyo popular. Pero unas palabras de un poblador, dejó en evidencia la vena dictatorial y prepotente de Díaz-Canel. Lo sacaron del mitin como si fuera un delincuente. El gobierno debe escuchar a la gente de a pie y no tratarnos como idiotas”.
Los estamentos del poder en Cuba administran el país como si fuese un campamento militar. Han diseñado un mundo paralelo de supuesta unidad y armonía que no existe en la población. En una parodia digna de Cantinflas, Beatriz Johnson, primera secretaria del partido comunista en Santiago de Cuba, aseguró en una comparecencia en el canal local Tele Turquino que el pueblo santiaguero entendió y mostró aprobación a sus explicaciones tras subirse al techo de una vivienda en medio de las protestas populares del domingo 17 de marzo.
El castrismo pretende vender la matriz de un supuesto diálogo con la gente y no haber reprimido al pueblo. Pero la realidad es diferente. Según Prisioners Defenders después de las protestas en Santiago, Bayamo y Matanzas han sido detenidas 32 personas. Ya el régimen echó andar su maquinaria de odio contra los que piensan diferente.
El sábado 23 de marzo, la reportera Mayté García Tintoré publicó una columna en el periódico provincial Sierra Maestra arremetiendo contra el pueblo y calificando las protestas en Santiago de ‘espectáculo denigrante’. Acusó a las madres y las abuelas que encabezaron las manifestaciones pacíficas de “criminales”, que “no dan lástima, dan pena”, a los jubilados los tildó de desinformados, a los trabajadores de falta de carácter, a los jóvenes, de “más hambrientos que nadie”; a las amas de casas de “parásitos” y a los pobres de “desestabilizadores y desagradecidos”.
Un abogado santiaguero considera que “es un texto cargado de odio, insidioso y muy agresivo. Si las autoridades quisieran respetar la voluntad popular aprobaría la ley de manifestación y reunión con fines pacíficos que estaba prevista para septiembre de 2020 y ha sido postergada durante cuatro años. Sin despenalizar las diferencias, es imposible establecer por parte del gobierno un diálogo entre iguales con el pueblo”.
En un país donde el gobierno controla todos los medios de comunicación, el artículo, destacado en la edición digital del periódico Sierra Maestra, es un mensaje velado para los santiagueros. Si se atreven a protestar de nuevo habrá consecuencias. Las autoridades debieran administrar con cautela la represión. El miedo también tiene sus límites.
Iván García
Foto: De las protestas que hubo en Santiago de Cuba el domingo 17 de marzo. Tomada del X del periodista independiente Yosmany Mayeta.