Ahora que no esperamos una lluvia de misiles tomahawk, bombas de penetración, ni rangers camuflajeados avanzando tiro a tiro de Maisí a Bejucal, sino vuelos de la amistad, autos de Illinois, pavos transgénicos, y turistas lanzando dólares al aire, algo debe cambiar hacia el interior del país.
En tiempos en que la patriotera y de dientes para afuera frase: Yanquis: ¡Go Home!, se convierte en Yumas: ¡Welcome!, debemos reciclar las consignas, apaciguar los ánimos por abandonar el país, tender puentes de solidaridad nacional, soltarnos la lengua, expulsar el odio falso en las letrinas y aplaudir.
Si antes lo hicimos con aquellos soviéticos y otros hermanos satelitales del socialismo imperial, ¿por qué no con los americanos? ¿Acaso éstos no pueden superar el “alto” nivel de las lavadoras Aurika, radios VEF, televisores Krim 218, relojes Poljov, motos Bergovina y otros trastos de primera necesidad?
¿Son incapaces los yanquis de avituallar las vacías alacenas nacionales con algo mejor que latas de carne rusa, ají relleno y col, pepinos encurtidos, sopa Lubianka, coñac Ararat y otras delicias para el paladar del proletariado cubano, aderezadas con la posibilidad de aprender idioma ruso por radio?
Pienso que sí, que tienen potencial para suplir la desnudez de esa extinta vitrina socialista, aunque de libertad aún no se hable más allá de viajes y algún que otro opositor. Además, seguro que se escucharía mejor, más afinada, el Ave María de Schubert cantada en inglés o en español, y no en eslavo. Ya es algo.
Y nos sirve para comenzar. De ahí en adelante, y como gesto de buena voluntad, el gobierno cubano debe poner fin a la bufonada ideológica, cerrar las carpas del circo político nacional, y romper la barrera de la gestión económica que desde hace medio siglo tiene al pueblo dando ¡vivas!, diciendo lemas y comiendo cerelac.
No es fácil, pero sí posible, desmantelar las telas de arañas mentales tejidas durante más de cinco décadas por eméritos embaucadores, sátrapas de dos por tres y apasionados defensores del bien para sí mismos, y así timar al pueblo. Sólo hace falta borrar de Cuba la intolerancia y el descontrol y allá va eso.
Según un politólogo de mesa de dominó y ron peleón, eso de “a los yanquis ni un tantito así” debe ser olvidado, en un momento en que el salvavidas venezolano apenas tiene arepas para hacernos flotar, y los chinos no entienden otro trato que “el muerto adelante -el dinero- y la gritería -productos- atrás”
Evo Morales, como pedía Rousseau, lleva a su pueblo de regreso a la copa de los árboles, la humedad de las cavernas, las flechas y el carcaj. Eso, si no se embulla y empuña el garrote cromañón para dignificar a los aborígenes bolivianos y desarrollar el Movimiento Al Socialismo de Neandertal
De Rusia ni hablar. Putin es un Stalin sin bigotes con estampa de fisiculturista y metrosexual en las portadas de las revistas de moda. Invertiría más en gimnasios y cosméticos que en ayudar a nuestro país. Si lo hiciera, sería para sumar la isla a su sueño de coleccionar naciones-matriuskas como nuevo Zar.
Por eso, nada mejor que restablecer vínculos con los norteamericanos. Al final, los cubanos estamos más identificados y cercanos en lo cultural y geográfico con la ciudad de Miami y la estatua de Washington, que con la gélida y lejana Moscú y la momia de Lenin. Y eso es importante también.
Víctor Manuel Domínguez
Cubanet, 6 de febrero de 2015.
Foto: Dos empleadas colocan la bandera de Estados Unidos en el Hotel Saratoga, en el corazón de La Habana, donde el 17 de enero se alojaron seis congresistas estadounidenses. Tomada de La Patilla.