Nadie quiere saber de él. Excepto los lectores de su blog. José Varela va por su cuenta. Es un humorista de calibre que las figuras públicas de un lado u otro del Estrecho de la Florida desean tener lejos. Mientras más lejos, mejor.
Es un proscrito al cubo. El régimen cubano ha intentado manipular sus posts o caricaturas cuando ridiculizan a la disidencia. Pero cuando Varela enfila sus cañones hacia el Palacio de la Revolución, vuelven a bajar la persiana de la censura.
Se cuenta que reside en una finca en las afueras de Miami. Y que en 2006, no sé por qué razón, allanó con una metralleta de juguete la oficina de El Nuevo Herald donde laboraba como caricaturista.
Aquello fue de película. El suceso llegó hasta La Habana. “A Pepe Varela se le subió la mostaza. Tras una cabronada de la dirección del Herald, secuestró la redacción. Tuvo que intervenir la policía antimotines. Su blog me encanta. Es irreverente y se burla hasta de su sombra. Para colmo, escribe bien. Que en estos tiempos ya es mucho pedir”, me dice un amigo del barrio que reside en Hialeah.
La primera vez que escuché hablar de Varela fue en 2009. Yo tenía un blog en el portal Voces Cubanas de Yoani Sánchez. Una noche, alguien me comentó que Varela había llamado por teléfono a Sánchez para entrevistarla o simplemente conocerla.
La bloguera le negó la cita. En sus posts, ella era (y sigue siendo) un tiro al blanco. Algunos dicen que Varela es de la Seguridad del Estado. El pretexto perfecto utilizado en Cuba y en Miami para devaluar a librepensadores y tipos que están en tierra de nadie.
Por curiosidad profesional comencé a leer sus posts. Con el típico estilo de correo electrónico, sin respetar las mayúsculas y notas breves. Tiene ritmo, es ameno y sus ácidos sarcasmos empapan a cualquiera.
Desde hace un tiempo, un banner de Google avisa a los navegantes que usted va a entrar en ‘territorio enemigo’. Una afrenta a la cacareada libertad de expresión en Estados Unidos.
Ni la Sociedad Interamericana de Prensa, Reporteros sin Fronteras u otro adalid de la libertad de prensa han condenado esa censura del motor de búsqueda estadounidense.
Varela podría forrarse si invoca la tercera enmienda. Quiéranlo o no, es un ciudadano estadounidense que paga sus impuestos.
Que se prohíba en Cuba un blog como el suyo se entiende. La autocracia verde olivo tiene un pésimo sentido del humor.
Las sátiras políticas están prohibidas en la Isla: de hecho, el primer medio de prensa prohibido, en 1960, fue el semanario humorístico Zig Zag.
En los años 80 se llegó al extremo de expulsar a un caricaturista del diario Granma, por estampar una calavera con un gorro de pirata en el centro de una foto de Fidel Castro. Cuando usted ponía a trasluz esa página del periódico, se notaba el montaje.
Probablemente fue una fatal coincidencia que le costó al hombre su puesto de trabajo y varias horas de interrogatorios por parte de ceñudos oficiales de la contrainteligencia.
En Cuba, los funcionarios apenas sonríen, ni siquiera a las cámaras, pero son muy perspicaces para detectar ofensas o bromas catalogadas de ‘contrarrevolucionarias’. Como aquella de que el verdadero nombre del comandante era «Armando Guerra».
Ser humorista en Cuba es un acto de masoquismo. Tienen que diseñar chistes con doble lectura si quieren escapar de la guillotina partidista.
El hombre nuevo que Che Guevara y Fidel Castro pretendían armar era un robot de matar yanquis, plantar plátanos burros y trabajar de voluntario sin dinero a cambio. Bailar guaguancó, pegar tarros, hacer cuentos de relajo, leer novelitas de Corín Tellado o gustarte las Grandes Ligas eran rezagos pequeños burgueses.
Se supone que si un disidente cubano se considera un demócrata, debe defender la libertad de expresión y aceptar a personajes como Varela.
Tras el atentado en París a la revista Charlie Hebdo, el gobierno y la oposición en Cuba denunciaron el salvaje asesinato de 12 personas, entre ellos varios caricaturistas de la publicación parisina.
Un gesto para las galerías. Porque ni el régimen ni la disidencia admiten críticas o burlas a su labor.
El Charlie Hebdo cubano existe. Se llama José Varela. Se ríe de todo el mundo. Vive al otro lado del charco. Y dispara con su pluma.
Iván García