El motor del desvencijado Lada 2107 de la era soviética no quiere arrancar. Un mecánico con su overol azul manchado de grasa abre el capó y examina los fusibles. Luego de revisa el carburador, le grita al chofer que lo vuelva a intentar. Esta vez el auto enciende. El operario se limpia las manos con una estopa ennegrecida y Augusto, militar retirado, le entrega un fajo de billetes de 200 pesos por la reparación.
“Estuve en las FAR hasta 1998. Me licencié con el grado de capitán. Fui especialista en defensa antiaérea y pasé un curso de un año en la antigua URSS. Eso fue a finales de 1988. Era la etapa de la perestroika y la glasnost. En aquellos años, en la Unión Soviética imperaba la corrupción, el amiguismo y una burocracia monumental. Sin contactos ni ‘regalos’ no conseguías nada”, dice Augusto, mientras conduce por la Calzada Diez de Octubre, al sur de La Habana.
“Entonces en Moscú no habían aparecido los oligarcas multimillonarios de ahora, pero cuando tu visitabas las casas y dachas de descanso de altos oficiales del Ejército y de la nomenclatura del partido comunista, que vivían rodeados de lujos y comodidades de la vida occidental, te dabas cuenta que detrás de las reformas supuestamente liberales de Gorbachov estaba agazapada una casta de funcionarios, militares y oportunistas de ocasión que habían ganado un montón de dinero saqueando el erario público del país”, recuerda Augusto.
En su opinión, “el actual panorama político, social y económico de Cuba se asemeja muchísimo a los últimos años antes de la caída del comunismo soviético, cuando hubo una lucha de poder para apartar a los viejos dinosauros del PCUS que eran fósiles de la Guerra Fría. Los que llegaron al Kremlin relegaron la anquilosada narrativa del realismo socialista, le dieron un ligero barniz democrático a las instituciones y denunciaron los crímenes de Stalin. Pero muchos de ellos, ex agentes de la KGB, como Putin, no era ni son demócratas. Son nacionalistas retorcidos con ansias imperiales. Lo más cercano al fascismo”.
El otrora capitán de las FAR reconvertido en taxista privado, considera que “lo sucedido en la antigua URSS deja lecciones que no debiéramos olvidar. Cuando se emprenden reformas hay que demoler las estructuras del viejo régimen. Si los actuales mandatarios de la isla apuestan por el modelo ruso de Putin, es porque ya se repartieron la piñata:, o sea las parcelas del poder y los más lucrativos negocios. Entonces, olvídate de democracia, porque todo el pescado ya está vendido”.
El anuncio del multimillonario derechista ruso Boris Titov, de que el régimen presidido por Miguel Díaz-Canel dará inicio a una reforma económica tomando como modelo a la Rusia de Putin, pasó inadvertido para amplios sectores de la sociedad cubana. La creación de un programa de reformas para la economía cubana bajo la asesoría del Instituto de la Economía de Crecimiento Stolypin, un ‘think tank’ ruso que “preparará transformaciones económicas en la Isla basadas en el desarrollo de la empresa privada”, más que preocupante, es una noticia escandalosa.
Preguntado al respecto, Yoel, dueño de una cafetería, dijo que si un cambio de modelo económico elimina las privaciones materiales y la falta de futuro de los ciudadanos en Cuba, “la aprobarían con las dos manos levantadas. Son demasiados años de carencias, falsas promesas y mentiras. La gente no aguanta más. La mayoría de la población no entiende las interioridades políticas ni sabe cómo funciona una democracia. Lo que quiere es ganar salarios decentes, que comer no sea un lujo y poder abrir un negocio sin que el Estado te etiquete de presunto delincuente. Le da igual que se implemente el modelo, ruso, chino o vietnamita. Lo que quiere es ver las vidrieras repletas, tener una vida digna y esperanzas de prosperar”.
Sin consultar con el pueblo, la dictadura se abroga el derecho a elegir un modelo económico foráneo. El régimen tiene prisa. El agua le llega al cuello. La incapacidad para producir alimentos y bienes y la desastrosa gestión de los servicios públicos básicos, ha provocado una caída libre al precipicio. El modelo cubano es calcado del soviético. Desde los grados militares hasta la Constitución de 1976 (una reproducción de la carta magna aprobada por el dictador Stalin en 1936) ha sido un copia y pega de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Fidel Castro aprobó inversiones capitalistas y bolsones de economía de mercado porque necesitaba sobrevivir, no porque las deseara. Conocía la importancia de mantener una narrativa antiyanqui y contra el ‘bloqueo’ (embargo estadounidense) para justificar el déficit productivo y las penurias que padecen los cubanos por la ineficiente y pésima gestión gubernamental.
La revolución fidelista fue una puesta en escena que priorizó el odio político a lo interno y a lo externo. Esa confrontación buscaba fragmentar la sociedad en revolucionarios y contrarrevolucionarios. Partidarios y enemigos. La economía y la calidad de vida de sus ciudadanos pasaron a un segundo plano. La tertulia ideológica y la adulteración de la historia nacional siempre fue más importante.
Las doctrinas soviéticas se adecuaban a los intereses de Fidel Castro y su comparsa de ramplones funcionarios del partido. Las reformas económicas siempre fueron muy limitadas. Y los negocios privados vigilados y controlados por la cuchilla fiscal. En la biblia política del castrismo se prohíbe la acumulación de capital y propiedades por parte de los emprendedores locales.
A las firmas extranjeras se les permite negociar solo con empresas estatales. Pero como el modelo productivo de la autocracia verde olivo es incapaz de poner comida sobre la mesa de los cubanos y confeccionar productos de calidad, no les queda otra que optar por inversiones foráneas. Siempre con cautela. Abren un resquicio de la puerta, pero le ponen el pie detrás para trabarla. Temen que las reformas los superen.
Ya el modelo castrista está agotado. Debe pasar la página. Lo ideal sería elegir un modelo democrático, pero existe un ‘pequeño problema’. En naciones como Barbados, Finlandia o Suiza, el pueblo elige a sus gobernantes, existen libertades económicas y políticas, un sistema jurídico independiente, las instituciones tienen que rendir cuenta y los funcionarios públicos se deben a sus electores, no a la inversa.
Implementar reformas siguiendo el modelo ruso, además de un gesto lacayuno, deja entredicho la reputada soberanía nacional de la que tanto gusta alardear al régimen cubano. Los analistas de la prensa estatal , dependiente del departamento ideológico del partido comunista, especializados en desinformar sobre la guerra de Rusia contra Ucrania y difundir informaciones como la escasez de huevos en Estados Unidos, de momento guardan silencio.
El futuro de Cuba se está dirimiendo en los salones del Palacio de la Revolución mientras la gente se desgasta haciendo largas colas para comprar un pomo de aceite o paquete de salchichas. En el aire muchas interrogantes.
A propósito de la visita de Boris Titov a La Habana, un comunicado de Cuba Siglo 21, un laboratorio de ideas radicado en Madrid, sobre la creación de un Centro de Transformación Económica ruso-cubano para preparar los cambios en la economía de la isla, afirmaba que se confirman los pronósticos de que el régimen que preside Díaz-Canel quiere «modernizar su Estado mafioso bajo supervisión y en estrecha alianza con el enemigo inmediato de Occidente en este momento, la Rusia de Putin».
Por su parte, en Diario de Cuba aparecían las declaraciones de la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos, quien en una conversación online con Atlantic Council dijo que «Rusia, el adversario número dos de Washington en América Latina, tiene relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua» por lo cual su mando mantiene bajo estrecha atención. Sobre la influencia rusa en el hemisferio, Richardson hizo énfasis en la desinformación que prevale en el área. Para ilustrarlo, mencionó que en Latinoamérica hay 30 millones de seguidores de Sputnik Mundo y Russia Today en español, medios oficiales del Kremlin.
¿Díaz-Canel está entregando la economía nacional para reformarla o es en pago a la deuda millonaria que tiene con Rusia? ¿Qué no sabemos? Quienes escogieron esa opción, conocen de primera mano el precario estado de las finanzas y la descapitalización del sector productivo, pero deben estar conscientes que están hipotecando el futuro de los cubanos, concediéndole prerrogativas a un gobierno expansionista.
Rusia no es precisamente el alumno aventajado de la clase capaz de asesorar en temas económicos. Su economía es esencialmente extractiva. Y probablemente los bienes de valor agregado que más le importa son los que producen armas.
Aplicar en Cuba el modelo de Putin es apostar por el caballo perdedor. Tal vez sea un mensaje de ida y vuelta para presionar a la Casa Blanca y sentarse a negociar. ¿A qué está jugando el régimen? Pero es evidente que están desesperados.
Iván García
Foto: Plaza Roja de Moscú. A la derecha, la torre Spasskaya del Kremlin, en el centro, el monumento en bronce a Dimitri Pozharsky y Kuzman Minin, y a la izquierda, la Catedral de San Basilio. Tomada de Euroactiv.