Tras la publicación, el martes 4 de junio, de una nueva regulación del Departamento de Comercio de Estados Unidos, el gobierno del presidente Donald Trump endurecía las sanciones contra Cuba, al prohibir los viajes de cruceros, yates de pesca, veleros, avionetas privadas y visitas educativas en grupo desde Estados Unidos a la Isla.
Carlos, sociólogo, piensa que las nuevas sanciones causan daños considerables a la población, en particular al sector no estatal (según cifras oficiales, al cierre de 2018 en Cuba habían 580.828 trabajadores autónomos). «Pero esas regulaciones tienen poco poder disuasorio cuando se trata de regímenes totalitarios como el cubano. Excepto en el caso de Sudáfrica, donde hubo un consenso internacional a la hora de imponer sanciones económicas, esta estrategia ha demostrado que no tumba gobiernos ni acelera la democracia. Los mayores afectados con las medidas de Trump son los ancianos, las personas que no reciben remesas y los ciudadanos más pobres, que son bastante en el país».
Cuando el majestuoso crucero se divisaba en la bahía, Pedro, 56 años, un mulato pasado de peso que trabaja en un restaurante privado de la Habana Vieja, vestido con pantalón negro, camisa blanca y una carta gastronómica en la mano, se dedicaba a convencer a los turistas que desembarcaban en una plaza aledaña a la Lonja del Comercio para que almorzaran o bebieran un par de mojitos en la paladar que regenta su compadre.
“Ganaba un plus de tres chavitos (cuc) extras por cada yuma que llevara a comer. Tenía días que lograba convencer a veinte o treinta turistas. Desde que hace dos años empezó la llegada de cruceros, muchos negocios particulares cercanos al puerto cobraron nueva vida. Ahora, con las nuevas medidas de Trump estamos fritos. La mayoría de los negocios ganan lo justo o sufren pérdidas. Los hoteles, cafeterías y restaurantes del Estado cuentan con más recursos para atraer a una mayor cantidad de turistas”, se queja Pedro.
A Nubia, dueña de un hostal en la zona colonial, le parece que ha pasado mucho tiempo de aquel 17de diciembre de 2014, cuando al unísono, justo al mediodía, Barack Obama y Raúl Castro decidieron restablecer relaciones diplomáticas.
“Todo los cubanos apoyamos ese paso. Ya estábamos cansados de la persistente campaña política del gobierno cubano que justifica el desastre económico con el bloqueo norteamericano. La gente pensaba que esas cosas quedarían atrás. Pero el gobierno trancó el dominó y no quiso negociar con Obama. Luego apareció Trump para dar un golpe sobre la mesa y desbaratar lo logrado. Ni la Casa Blanca ni el Palacio de la Revolución ponen una”, señala Nubia.
Luis, graduado en diseño industrial, guardó en un closet de su casa el título universitario y comenzó a trabajar en el sector privado, el único que crece en cantidad y calidad y paga salarios cuatro veces superiores a los del Estado. Pero desde que el 16 de junio de 2016 el presidente Trump comenzara a revertir la estrategia trazada por Obama, considera que “los más afectados son los trabajadores por cuenta propia, porque el número de turistas estadounidenses ha disminuido notablemente. Y con estas nuevas medidas es probable que decrezca incluso el arribo de turistas de otros países, quienes por lo general pagan paquetes de todo incluido en hoteles del Estado y no visitan paladares y negocios privados. Al final tendré que cerrar mi bisne de artesanía y pensar en emigrar a cualquier parte”.
En el antiguo Almacén San José, en la Avenida del Puerto, reconvertido en pabellón de ventas de obras de arte, producciones textiles y artesanías elaboradas por particulares, varias personas comentaron a Diario Las Américas que las ventas han disminuido considerablemente desde hace año y medio. “La última bomba de Trump agudiza la situación. Los turistas americanos, sobre todo los que venían en los cruceros, eran nuestros clientes más importantes”, confiesa Miriam, vendedora de boinas y sombreros.
Decenas de negocios estatales, administrados por empresas militares, también serán afectados. Hostales, restaurantes y bares estatales como Two Brothers, a tiro de piedra de la bahía habanera, verán reducidas sus entradas.
Al menos así piensa Pablo, el barman. “Cuando desembarcaban los turistas del crucero, barrían con todo el alcohol. Se acababa la cerveza y el agua mineral en la Habana Vieja. Había su ‘invento’ y uno se podía buscar unos pesos. Ahora lo que viene es de ampanga. Trump nos quitó la escalera y nos dejó colgados con la brocha en la mano”.
Fuera del circuito turístico de la capital (Habana Vieja, Centro Habana, Vedado y Miramar), los cubanos de a pie no le dan demasiada importancia a las nuevas medidas del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Para Emily, ama de casa, la prioridad es comprar comida. Mientras hace cola para adquirir dos paquetes de hígado de pollo comenta: “A mí me da pena con los cuentapropistas, pues ellos forman parte de los daños colaterales que producen estas medidas de Trump. Pero la pregunta que me hago es qué ha hecho el gobierno con el montón de dinero que le ha entrado por concepto del turismo. Leí en un periódico de Miami que en treinta años suman más de 40 mil millones de dólares. Si se añade otros miles de millones por la remesas, cualquier cubano tiene el derecho a indagar qué carajo hacen con la plata los gobernantes cubanos.”
Dentro de la disidencia hay distintos puntos de vista. Rolando Rodríguez Lobaina, líder de Alianza Democrática Oriental y director de Palenque Visión, opina que “en sentido general suelo estar de acuerdo con las sanciones que afecten a la dictadura castrista. Cualquier estrategia que implique menos entrada de dinero y recursos, que después se pueda revertir en la represión a la disidencia o en la subversión a otros países, siempre estaré de acuerdo. Pero ahora, con estas medidas, tengo dudas, porque el régimen se mueve como pez en el agua en el escenario de la confrontación. Es su estado natural. Le sirven de pretexto para camuflar sus disparates económicos. Y la gente de a pie, que en su mayoría no tiene cultura política o está mal informada, suele ser presa fácil de la propaganda dictatorial. Hasta qué punto son efectivas este tipo de sanciones es algo que me preocupa”.
Julio Alega Pesant, analista y opositor, afirma que “con este tipo de sanciones el mayor afectado es el pueblo. Esas restricciones alientan a que el régimen recurra a su narrativa propagandística. Por ejemplo, la ministra de Comercio de Interior con su estrategia de controlar y racionar los alimentos en venta liberada culpando al embargo de Estados Unidos. O el relato de otros personeros gubernamentales, que piden resistencia a los cubanos y no cuentan con un plan para contrarrestar la actual crisis económica”.
La autocracia castrista es experta en venderse como víctima. A pesar del degaste político del régimen y la crisis económica estacionaria que ha socializado la miseria en Cuba, difícilmente los cubanos salgan a la calle a reclamar sus derechos y exigir democracia. Si ése es el plan de los asesores de Trump, me temo que se han equivocado.
Iván García
Cuba entra en la campaña electoral de Trump, un comentario de Tania Quintero
Como Juan Guaidó se ha desinflado y Nicolás Maduro sigue atado a la silla bolivariana, Trump y los congresistas cubanoamericanos han cogido sus escopetas y de nuevo han empezado a disparar contra Cuba y los cubanos. No quieren que vayan más crucero americanos a La Habana ni a otros puertos de la Isla. Tampoco quieren que los americanos viajen a Cuba, algo que va contra la Constitución de la nación supuestamente más libre y democrática del mundo. Trump, los congresistas cubanoamericanos, los republicanos y el exilio duro de Miami son unos cometrapos. Porque los americanos pueden viajar a Cuba desde un tercer país, como hacían antes del 17 de diciembre de 2014, cuando se reestablecieron las relaciones diplomáticas. Trump, los congresistas cubanoamericanos, los republicanos y el exilio duro son unos comecatibias. Porque la Unión Europea y Europa en general, no corta el bacalao con Trump, Bolton, Pompeo y otros halcones de la Casa Blanca. Y en vez de americanos, a Cuba irán alemanes, noruegos, daneses, suecos, finlandeses, españoles, holandeses, suizos… Y en vez de cruceros yanquis, cruceros europeos. La realidad, simple y dura, es que ni a Trump ni a los republicanos ni a los congresistas cubanoamericanos ni a los exiliados duros de Miami les importan los cubanos. Lo de ellos es la politiquería, al duro y sin guante, en particular ahora, que ya están en campaña electoral por las presidenciales de 2020 en Estados Unidos. Como China e Irán son huesos duros de roer, quieren hacer el pan con una isla que no tiene donde caerse muerta (los que pronto empezarán a caerse muertos en las calles son los cubanos, si la escasez de alimentos sigue aumentando). Mientras más medidas contra Cuba aprueben en Washington, más municiones ideológicas le darán a un régimen, que se atornillará aún más al sillón castrista.
Foto: El lunes 2 de mayo de 2016, a la bahía de La Habana entraba el primer crucero de Estados Unidos en varias décadas. Las 700 capacidades del Adonia, buque insignia de la línea Fathom de Carnival, fueron totalmente ocupadas por estadounidenses, quienes viajaban como parte de programas de intercambio «pueblo a pueblo», junto a decenas de periodistas y altos directivos de la compañía con sede en Doral, Florida. Aunque las leyes vigentes del embargo aún prohiben los viajes turísticos de estadounidenses a Cuba, medidas ejecutivas de la administración de Barack Obama abrieron nuevas puertas para la transportación marítima entre los dos países. Tomada de Alternativas Noticiosas.