Primero fue un leve dolor de garganta acompañado por una tos seca. A la mañana siguiente fiebre alta. Dos días después falta de aire, diarreas y náuseas. Cuando Juan Carlos, 56 años, estibador de un almacén de víveres, llegó al policlínico del barrio habanero donde de inmediato fue remitido al hospital. El PCR confirmó que tenía Covid-19. Juan Carlos no supo dónde ni cómo se contagió. «Solo recuerdo que estaba en una cola descomunal para comprar hígado de pollo”, le dijo a la joven doctora que realizaba el protocolo de pesquisaje.
A los tres días de estar ingresado, se agudizó la falta de aire y fue enviado a terapia intensiva. Estuvo reportado de grave. “Luego de una semana con ventilación mecánica y diversos tratamientos fui mejorando. Era terrible ver como cada día fallecían personas que estaban conmigo en la misma sala. Le rezaba a Dios todas las noches. Por suerte rebasé la enfermedad, aunque me dejó secuelas”, cuenta Juan Carlos.
Sonia, ama de casa, estaba más confiada. Ya había recibido dos dosis de Abdala, una vacuna que según las autoridades sanitarias en Cuba tiene un 92.28 por ciento de efectividad, cuando una tarde sintió malestar y fiebre. “Pensé que era la reacción de la inyección. Me llevaron a un centro de aislamiento que era un asco. Pésima alimentación, baños sucios y mala atención del personal médico. Se demoró casi una semana en recibir el resultado de mi PCR, que fue positivo. Me ingresaron en el antiguo Hospital Naval, en La Habana del Este. Pude rebasar la enfermedad, y a pesar de ser joven, no ser obesa, ni padecer de hipertensión estuve varios días en terapia intensiva”.
En consultas posteriores, Juan Carlos y Sonia supieron que estuvieron contagiados con una mutación muy agresiva del Covid-19, la variante Delta. Un médico especialista en cuidados intensivos, cuenta a Diario Las Américas que se trata de una cepa, 64 veces más infecciosa que otras cepas. Aunque las autoridades sanitarias reconocieron que la variante Delta del SARS-CoV-2, procedente de la India, se expande por La Habana, los reportes no indican cómo y en qué fecha entró a Cuba.
El especialista asegura que “epidemiólogos y algunos expertos avalan la tesis de que turistas rusos y trabajadores indios que laboran en la construcción de hoteles en La Habana y Varadero fueron los posibles portadores de esa cepa”. Aunque en la capital el número de casos se ha reducido de 700 diarios a poco más de 300, al doctor le preocupa que “los dos candidatos vacunales cubanos (próximamente serán aprobados como vacunas) con una eficiencia alta, no surta el mismo efecto con cepas más agresivas y contagiosas, como la Delta. En La Habana dentro de poco se habrá vacunado, al menos con la primera dosis, un millón 700 mil habitantes, más de la mitad adulta de la población, por lo tanto, según los parámetros de eficacia de Abdala y Soberana 02 el número de contagiado se debiera reducir en la ciudad a menos de 70 u 80 casos diarios. Una de dos: o las vacunas no son tan eficaces como afirman las autoridades o no inmunizan contra cepas como Delta”.
La buena noticia para la población es que supuestamente Cuba tiene dos vacunas de calidad para enfrentar el feroz rebrote de coronavirus que afecta al país desde diciembre de 2020 y que cada mes aumenta la cifra de contagiados. Si en los primeros nueve meses de pandemia en la Isla apenas hubieron 7 mil 568 los contagiados y 131 fallecidos, en los últimos seis meses más de 75 mil personas se han infectado con el Covid-19 y 1,241 habían fallecido hasta el 27 de junio, cuando la cifra de contagiados fue de 2,698. Solamente en el mes de junio el récord de casos por días se ha superado seis veces. Diversas fuentes confirman que en las provincias de Matanzas, Camagüey y Santiago de Cuba, donde el número de caso fluctúa entre 200 y 400 diarios (en Matanzas hubo 657 contagiados en un día) los hospitales se han visto colapsados.
El médico intensivista consultado considera que el Covid-19 se les ha ido de las manos a las autoridades cubanas. “Llevamos seis meses con un crecimiento constante. Cada mes, supera el número de casos del mes anterior. Las medidas tomadas no han surtido efecto. Una de las causas que inciden en la alta cifra de contagios son las aglomeraciones para comprar alimentos, donde la gente no puede mantener la distancia de uno o dos metros. También, que la población no puede cumplir los protocolos de higiene debido a la carencia de jabones, detergente y gel para desinfectarse las manos. Incluso muchas personas utilizan mascarillas improvisadas. La propaganda del gobierno supera la realidad. En ningún establecimiento estatal se vende en pesos, a precios módicos, mascarillas y productos higiénicos”.
El Covid-19 ha provocado una tormenta perfecta en Cuba. En medio de una crisis económica que aún no ha tocado fondo, con las restricciones promulgadas por la administración Trump, el amplio desabastecimiento de alimentos, medicamentos y artículos de aseo que provocan extensas colas, unido a un gobierno ineficiente por naturaleza, que en vez de aprobar medidas audaces como desatar las fuerzas productivas y ampliar los negocios privados, continúa con el pie puesto detrás de la puerta.
El régimen verde olivo ha optado por mantener los controles ciudadanos, reprimir a la disidencia, artistas y periodistas independientes y frenar los negocios privados, prohibiendo la participación de profesionales. La dictadura hace oídos sordo al amplio descontento social. Y se enfrasca en aplicar normativas sumamente antipopulares, como la apertura de tiendas de alimentos y artículos de aseo por divisas. O la llamada tarea ordenamiento, que ha sido un fracaso.
Los salarios son devorados por una inflación galopante. Las tarifas de pago de la electricidad, el gas y altos precios de los alimentos ahogan a una mayoría de ciudadanos. La gente sobrevive como puede, entre colas y broncas para comprar pan elaborado con harina de maíz o dos kilogramos de pollo troceado. Los planes para emigrar se aceleran. Un amplio segmento de cubanos quiere huir a cualquier lado. Estados Unidos es el destino preferido, pero igual prueban suerte en Uruguay, Haití o Rusia.
Las malas noticias continúan. Según la empresa eléctrica, hasta el mes de agosto, debido a roturas y déficit de combustible, habrá apagones en el país. Próximamente se anunciarían ‘apagones programados’ diarios de cuatro horas por circuito, aunque en algunas provincias y municipios han ocurrido apagones de seis horas o más.
Para Juan Carlos, convaleciente del Covid-19, el “verano viene caliente. Para diciembre nadie se atreve a pronosticar cómo estaremos y qué comeremos los cubanos. Incluso muchas familias no podrán esperar el año nuevo, pues la carne de puerco ahora mismo cuesta 150 pesos la libra y un euro se cotiza a 90 pesos. Si el gobierno no hace cambios urgentes y profundos, si siguen las colas, el desabastecimiento y los casos de coronavirus, la gente puede explotar. Ya hemos aguantado bastante”.
Iván García
Foto: Paciente con Covid-19 en el Hospital Fajardo de La Habana. Tomada de Investment Monitor.