Pasada las diez y media de la noche en el bar privado Perla Negra, en el populoso barrio de La Víbora, en La Habana, y a treinta minutos en automóvil del centro de La Haba, los parroquianos que bebían mojitos, caipirinhas y cerveza negra ni siquiera se enteraron de la muerte del barbudo Fidel Castro. La música salsa, el reguetón o las baladas de Marc Anthony enseñoreaban el local entre el tintineo de las copas, el trasiego de canapés y el susurro de las parejas de enamorados. A nadie se le ocurrió suspender la fiesta para anunciar el deceso ...
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