Desde que el miércoles 29 de enero Martha Beatriz Roque Cabello (La Habana, 16 de mayo de 1945) fue hospitalizada, primero en el hospital Miguel Enríquez, después en el Fajardo y finalmente en el Ameijeiras, donde actualmente se encuentra, casi todo el tiempo ha estado sola, vigilada por la Seguridad del Estado. Ha estado en terapia intensiva, reportada de grave.
Pero Martha todo el tiempo ha estado acompañada por el viejo Lázaro, el santo del cual es devota. En su casa lo más preciado es el
altar con la imagen de San Lázaro, cuidado con esmero, donde no faltan velas ni flores. Él no solo la ha acompañado en esos tres hospitales, también ha hecho uno de sus milagros: que haya mejorado y que pueda recuperarse.
Cuando en 1995 me hice periodista independiente de Cuba Press, me convertí en una especie de ‘portavoz’ del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna y estuve muy ligada a mi primo Vladimiro Roca Antúnez, a Martha Beatriz Roque Cabello y a Arnaldo Ramos Lauzerique, economista como Martha y Manuel Sánchez Herrero, Manolo, fundadores del Instituto de Economistas Independientes de Cuba. De los integrantes de ese grupo, redactores de La Patria es de Todos, el primero que falleció fue Manolo (2000), luego le siguieron Arnaldo (2016), Bonne (2017) y Vladimiro (2023). Vivos, pero viejos y enfermos, quedan Martha y René.
Después del juicio al Grupo, el 1 de marzo de 1999, que no pude cubrir porque fui arrestada (lo conté en El día que la represión se vistió de negro, publicado en 1999 en Cuba Free Press, en 2010 reproducido en mi blog y en 2017 en Martí Noticias, la Seguridad del Estado logró lo que desde siempre quiso: separarlos y enemistarlos. Para ello contó con la ‘colaboración’ de Odilia ‘Lili’ Collazo, presidenta del inventado ‘partido pro derechos humanos’ y que durante la Primavera Negra de 2003 fue ‘quemada’ como agente.
También con chivatos o informantes como Aleida Godínez y Alicia Zamora, una pareja de lesbianas que el G-2 logró situarlas cerca de Martha Beatriz cuando en 2001 ella, Gómez Manzano, Bonne y Arnaldo crearon la Asamblea para Promover una Sociedad Civil en Cuba. En varias reuniones participé, en el apartamentico donde entonces Martha vivía, en la calle Luis Estévez, Santos Suárez. Estando ya en Suiza supe que el 20 de mayo de 2005, en el amplio patio de la casa de Bonne, en el Reparto Río Verde, Boyeros, consiguieron reunir a un centenar de miembros de la Asamblea, residentes en la capital y otras provincias
Martha tuvo tres hermanas, no conocí a la que vivía en Miami, sí a la que vivía en la calle Neptuno, cuyo nombre he olvidado a pesar de que muchas veces la visité y en su casa me reuní con Arnaldo y Manolo, dos disidentes irrepetibles en un país donde casi todos quieren irse y muy pocos quieren quedarse pa’ serrucharle el piso al castrismo. Cuando se celebró la reunión en casa de Bonne, esa hermana ya se había ido, no sé si sola o con su hijo, alto y delgado y cuyo nombre también he olvidado. Tampoco sé si Bertica, que era la mayor de las tres, aún vivía y seguía residiendo en Mantilla. Bertica era la madre de Mariita, una sobrina que Martha adoraba. En una de las cartas que mi hijo Iván García me envió desde La Habana en 2004 y reproduje en mi blog, mencionaba a Martha:
«Los familiares de los presos políticos del Grupo de los 75 están esperanzados, pero sin exceso. Piensan que las excarcelaciones serán graduales y lentas. Ya han concedido siete licencias extrapenales, una de ellas a nuestra amiga Martha Beatriz Roque Cabello, que salió envejecida, canosa, con veinte libras de menos y enferma. Pero dispuesta a seguir dando batalla. El lunes 26, Blanca, Miriam (la mujer de Chepe) y yo, fuimos a verla a la casa de su hermana Bertica en Mantilla. Te manda saludos y agradece la carta que le enviaste. Martha es más valiente que muchos hombres. Los otros seis que les concedieron licencias extrapenales, salieron con miedo y cautela. Es lógico. Escribí un artículo para Encuentro en la Red, lo titulé La reclusa 240-956, el número de Martha Beatriz en Villa Marista».
Católica, devota y practicante, en numerosas ocasiones la acompañé a la misa dominical, que si era en su iglesia, la de San Juan Bosco, en Santa Catalina, me invitaba a ir primero a su casa, para almorzar con ella (además de ser muy servicial y generosa, es una excelente cocinera). Cuando la Seguridad le impidió seguir yendo a su iglesia, empezó a ir a la de Los Pasionistas, en la calle Vista Alegre, al doblar de nuestro apartamento, el mismo donde ahora vive Iván con su esposa e hija. Yo esperaba a Martha a la entrada de Los Pasionistas y una vez terminada la misa, íbamos a tomar café al Pain de Paris, a dos cuadras de la iglesia, en Calzada de Diez de Octubre y O’Farrill, muy cerca del Paradero de La Víbora. Nuestra casa queda a unas veinte cuadras de la de Martha en Santos Suárez, no había combinación de guaguas, yo iba y venía a pie, pero ya entonces ella tenía dificultades para caminar y desde nuestro apartamento llamaba un taxi, que no demoraban y costaba poco.
De todo corazón deseo que la salud de Martha Beatriz siga mejorando, que le concedan una visa humanitaria, y pueda viajar y atenderse en Estados Unidos, donde tiene a toda su familia. Y que el próximo 16 de mayo pueda celebrar sus 80 años. Y vestida de morado, le prenda velas y le ponga flores al viejo Lázaro, su santo milagroso.
Tania Quintero