Hace cuarenta años, una madrugada del verano de 1985, Alfredo, recluta, me hace una seña en la distancia para que me acercara a la garita donde tres veces a la semana hacíamos guardia doce horas diarias. Los dos teníamos 20 años y pasábamos el servicio militar obligatorio en un almacén de transporte del Ministerio del Interior, al suroeste de La Habana, muy cerca del Alí Bar, mítico lugar donde cantó Benny Moré.
En 1985 el bloqueo informativo en la Isla era feroz. Internet y las redes sociales sonaban a ciencia ficción. Además del adoctrinamiento ideológico y la censura oficial que impedía leer prensa occidental y ver canales de otros países, muchos cubanos buscábamos resquicios para conocer otras versiones de lo que sucedía en el mundo. Alfredo y un pequeño grupo de jóvenes reclutas con inquietudes intelectuales nos prestábamos libros prohibidos.
Ahora parecería un absurdo, pero textos como Made in Japan de Akio Morita, fundador de la empresa Sony, o Autobiografía de un triunfador, de Lee Iaccoca, quien fuera CEO de la Chrysler, eran prohibidos por el régimen. Teníamos una pequeña colección de libros, a todos les forrábamos las tapas con el rostro de Fidel Castro o de Lenin para no despertar sospechas en la unidad militar, porque escritores como Carlos Alberto Montaner, Guillermo Cabrera Infante, Eudocio Ravines o Alexander Solzhenitsyn, autor de Archipiélago Gulag, eran considerados ‘contrarrevolucionarios’.
Aquella madrugada de 1985 cuando Alfredo me llamó con sigilo, era para escuchar, en un pequeño radio de batería, noticias de Cuba transmitidas por Radio Martí, informaciones que la inmensa mayoría de la gente en la Isla desconocíamos. Para mí la emisora no era una novedad. Mi madre Tania Quintero, entonces periodistas estatal en el ICRT, y yo escuchábamos por las noches las noticias en Radio Martí. Algunos vecinos seguían la radionovela Esmeralda. El pitido que emitía la interferencia los delataba. Hubo un momento que los censores del castrismo le pidieron a los presidentes de los CDR, una organización paraestatal que entre sus funciones está vigilar y delatar a los disidentes, conformar una lista de personas que escuchaban la emisora.
Por Radio Martí supe que un tal Ricardo Bofill fundó el primer partido Pro Derechos Humanos de Cuba que denunciaba las violaciones del régimen a la libertad de reunión y expresión. Esquivando la interferencia, escuché las voces de Rolando Cartaya, Tania Díaz Castro, Marta Frayde y Roberto Luque Escalona, entre otros. Por Radio Martí conocí la situación de los presos políticos y las flagrantes violaciones de derechos humanos en Cuba
Entonces, no podía imaginar que diez años después, en 1995, mi madre y yo seriamos protagonistas en la emisora. El 23 de septiembre de 1995, el poeta y periodista Raúl Rivero funda Cuba Press, la más profesional de las agencias de prensa independiente en la Isla. Entre sus fundadores se encontraban Ana Luisa López Baeza, Iria González Rodiles, José Rivero García y Tania Quintero Antúnez, procedentes de los medios oficiales.
Yo me incorporé en diciembre de 1995. Recuerdo que una mañana de 1996, Rivero decidió enviarme a mí y a Ariel de Castro Tapia, autodidacta en el periodismo como yo, a cubrir el juicio de un disidente en el Tribunal Municipal del Cerro, por la Esquina de Tejas. Fue la primera vez que cubrimos en directo para Radio Martí. Entonces en Cuba no habían celulares y con antelación le dimos el número de un teléfono fijo a la productora Ofelia Oviedo, para que ella al mediodía nos llamara y desde allí nosotros reportar en vivo lo ocurrido.
En enero de 1998, durante la visita del Papa Juan Pablo II, con un celular prestado por un periodista extranjero a Efraín Martínez Pulgarón, periodista de Cuba Press, se reportó en directo la misa en la antigua Plaza Cívica. Antes, había escrito un artículo sobre el viaje de Juan Pablo II a Cuba que le interesó al Washington Post. No obstante la represión, constantes detenciones y registros en nuestras casas por parte de la Seguridad del Estado en busca de computadoras y literatura foránea, gracias al altavoz mediático de Radio Martí, desde la Isla, nunca dejamos de informar sucesos importantes.
Mi madre y yo éramos tertulianos habituales en distintos programas de la emisora, entre ellos el que conducía el profesor Luis Aguilar León. A mi formación como reportero contribuyeron Raúl Rivero, Tania Quintero y varios periodistas de Radio Martí, entre ellos Rolando Cartaya, Amado Gil, José Luis Ramos, Álvaro de Insúa, Clara Domínguez, Angélica Mora, Edemio Navas y Álvaro Alva, quienes tenían una conducta profesional. Le daban espacio a grupos de derecha, centro o izquierda. Daba igual que fueran liberales, conservadores o neo marxistas. Nunca las críticas al gobierno de Estados Unidos o a un partido o presidente determinado fue motivo de censura.
En 2015, junto a la periodista Celeste Matos, cubrí para Radio Martí la crisis que provocaron inmigrantes cubanos en la frontera de Costa Rica con Nicaragua. Más de una vez estuve en los estudios de Radio y Televisión Martí. Participé en los dos encuentros sobre internet organizados en 2015 y 2016 en Miami. Del 14 de enero de 2012 al 22 de junio de 2018, en la web Martí Noticias me publicaron 400 artículos, crónicas, entrevistas, reportajes.
Siempre fui honesto en el momento de emitir mis criterios a directivos de la emisora en diversas etapas. Cuando hablé con Humberto Castelló (2011-2017) y María González, Malule (2015 a 2017), les comenté la necesidad de renovarse y apostar por el periodismo digital. Les dije que gracias a los cientos de millones de dólares invertidos por el régimen la señal de Televisión Martí no se veía en Cuba. Que la prioridad debía ser potenciar la web con audiovisuales y textos enviados por periodistas independientes desde la Isla, porque desde 2014 los cubanos se podían conectar en parques públicos a internet y con proxis entrar a sitios bloqueados.
Con la llegada de internet de datos en 2018 aumentó de manera exponencial el número de cubanos que accedieron a las redes sociales. Radio Martí lo aprovechó para conectar con la gente en la Isla. Los números hablan por sí solos: entre 2023 y 2025 un total de 130 millones de usuarios accedieron a las plataformas de Martí en Facebook, You Tube o Instagram. Se calcula que del 69 al 82 por ciento de esas visualizaciones provenían de Cuba.
La decisión del gobierno de Estado de Unidos llegó en el peor momento para la dictadura y quizás en la mejor etapa en cuanto alcance de Radio Martí en la Isla. Les argumento: al aumentar el número de Small TV en Cuba y personas que se conectan con Nauta Hogar de ETECSA, muchas familias siguen en directo audiovisuales de medios abiertamente anticastristas como Radio Martí, Diario las América y América TeVe. También ha crecido el número de cubanos de la Isla que siguen a influencers como Alex Otaola, Eliécer Ávila y Juan Juan Almeida.
El cierre de Radio Martí es un varapalo para la disidencia, el activismo y la prensa independiente que siempre encontró en sus espacios una forma de difundirse. Manuel Cuesta Morúa, líder opositor, afirma que “fue el primer medio que conectó a los cubanos, inmediata y simultáneamente con el mundo y consigo mismos. La realidad de lo que pasaba con cada uno de nosotros, sin la versión del poder y contando lo que a este solo le interesaba ocultar fue escuchada, denunciada y narrada por primera vez por y desde Radio Martí. Su principal valor fue para la oposición, los defensores de derechos humanos, los presos políticos y sus familiares. Si hasta entonces nadie escuchaba, a partir de 1985 todos fuimos escuchados cada vez más. Y Cuba comenzó a cambiar donde principalmente importa: en las mentes de sus ciudadanos y comenzar a romper los varios mitos de la revolución”.
El disidente y director de Palenque Visión, Rolando Rodríguez Lobaina considera que el cierre de Radio Martí es una “noticia muy triste para los cubanos y muy desfavorables para seguir avanzando y seguir dando pasos en la democratización de Cuba. La emisora surgió en un contexto único. Fue admirable la decisión de Reagan y genial la decisión de Jorge Mas Canosa de trasmitir noticias censuradas en la Isla en un contexto donde por muchos años estuvo el pueblo cubano aislado totalmente en términos informativos del mundo libre”.
“Radio Martí fue un vehículo en el cual los opositores presentaban sus proyectos políticos, debatían temas de interés y cualquier ciudadano podía denunciar los atropellos del régimen. Eso fue un paso fundamental en el despertar de la conciencia política de muchos cubanos, a pesar del bloqueo de la señal televisiva por parte de la dictadura y de la prohibición de vender en las tiendas de radios de onda corta. La ocupación de un radio a un opositor era considerado un delito. La emisora ha informado la versión real de lo ocurre en Cuba y el mundo y ha sido un referente para la incipiente sociedad civil”, concluye Rodríguez Lobaina.
Es cierto que el burocratismo estatal suele generar ineficiencia y descontrol. Tanto la USAID como la USAGM (Agencia de Medios Globales), se deben supervisar y recortar sus gastos en caso necesasrio. La democracia cuesta dinero. Difundir las historias, con todos sus defectos, de una sociedad que ha sido la más exitosa que ha conocido la humanidad no es un negocio que se pueda medir por costos o beneficios.
La propaganda sobre los valores democráticos de Estados Unidos ha inspirado a millones de personas a apostar por un modelo de sociedad liberal, inclusiva y donde se respeten las libertades políticas, de prensa y de expresión. Renunciar a esa pelea contra dictaduras y tiranías es traicionar la esencia de Estados Unidos. Radio Martí no es el enemigo. Con su cierre, que ojalá sea temporal, la disidencia en la Isla y ese cada vez mayor segmento de cubanos descontentos con el régimen, pierden un altavoz. Por ahora gana la dictadura castrista.
Iván García
Foto: Juan Juan Almeida en el programa que conducía en Radio Martí hasta 2017. Tomada de 14ymedio.