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Historia de la casa de una familia cubana

Historia de la casa de una familia cubana

El inmueble escogido como sede de ese mejunje político-ideológico denominado Ideas Multimedios, inaugurado el 12 de agosto por Miguel Díaz-Canel, en Calle 82 No. 908 entre 9 y 11, Miramar, municipio Playa, La Habana, y donde anteriormente había radicado la Comisión Electoral Nacional, fue propiedad de la familia Badell-Yturriaga, que personalmente conocí y por ello puedo contar sobre esa familia y esa casa.

Eduardo Badell Portuondo y su esposa Rufina Yturriaga López-Acevedo, junto con sus dos hijos Mariana y Eduardo, en 1958 se mudaban a a la casa que habían solicitado diseñar a una de las prestigiosas firmas de arquitectos cubanos que entonces había en la capital. El resultado fue una espléndida y confortable residencia de dos plantas. Fue construida con los ahorros de toda una vida de Eduardo, un empleado de la Cuban Electric Company que por su laboriosidad, formación profesional y en particular por su dominio de las matemáticas, llegaría a ser el contador principal de la empresa estadounidense que durante 38 años (1922-1960) operó en la Isla.

Miembro de una familia emparentada con los aguerridos marinos vascos Rodrigo y Domingo de Portuondo, cuyos descendientes a inicios del siglo XVII se asentaron en Santiago de Cuba, Eduardo Badell Portuondo trabajó hasta el mismo año 1959. «Le dejaron 400 pesos de retiro. No le quitaron la casa donde vivía con su mujer e hijos, pero sí las casitas edificadas para ciudadanos de pocos recursos en una zona de Santiago de Cuba que aún existe y sigue siendo conocida como Reparto Portuondo», explica por teléfono un familiar.

La mayoría de los vecinos del Reparto Portuondo eran -y siguen siendo- negros o mulatos, muchos seguidores de la religión yoruba, otros se destacaron en la música o el deporte, como el entrenador de boxeo Alcides Sagarra. «Siempre fue un barrio de gente de color. A Rufina le gustaba contar que cuando iban a cobrar los alquileres, que eran bajísimos, los inquilinos salían a la calle y dando palmadas coreaban llegaron los dueños, llegaron los dueños… Eran muy alegres, como todos los santiagueros», rememora el mismo familiar.

En internet no se localizan datos sobre Eduardo Badell Portuondo (Santiago de Cuba 1901-La Habana 1986), pero sí sobre su hermano Enrique, una eminencia científica, según el portal de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba:

«Enrique Badell y Portuondo, nacido el 21 de febrero 1897, obtuvo en la Universidad de la Habana los títulos de Ingeniero civil, Arquitecto, doctor en Ciencias Físico- Matemáticas y doctor en Ciencias Físico-Químicas. Su existencia fecunda fue una consagración perenne al estudio (..). Tras el deceso de su esposa y su única hija, se aísla del mundo y se recluye entre cuatro paredes cargadas de libros. En su soledad austera comienza a redactar un Tratado de Física Teórica, que dejó escrito y terminado y que tras su fallecimiento fue entregado por sus deudos a la Universidad, quienes no tendrían la satisfacción de verla publicada, ya que ni siquiera recibieron acuse de recibo. Enrique Badell fue muy querido por sus discípulos y compañeros, un hombre de bien, de noble corazón, a quien la muerte venció el 21 de diciembre de 1947, a los 50 años de edad. Como postrer tributo, fue velado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana»..

Cuando a fines de la década de 1980 conocí a Mariana Badell Yturriaga, ya su padre había fallecido. Ingeniera química, graduada de la Universidad de La Habana en 1971 y con un doctorado en la Universidad Mendeleev de Tecnología Química de Moscú, en ese momento Mariana laboraba como especialista en el Comité Estatal de Colaboración Económica, se había casado por segunda vez y de su primer matrimonio tenía una hija, Vivianne Roque Badell, nacida en 1970, el año de la fracasada zafra de los diez millones.

Por su trabajo, Mariana había viajado a varios países, entre ellos el Reino Unido, Bélgica y la India y yo solo había salido una vez al exterior, en 1979, como reportera de la revista Bohemia, a la antigua RDA. Aunque éramos de procedencias sociales muy distintas, nos unía un gran interés por estar informadas de lo que pasaba en Cuba y el mundo, particularmente en la Unión Soviética, desde donde los aires de la perestroika y la glasnost llegaban a la isla de los hermanos Castro. También nos interesaban otros temas, como la productividad laboral en Japón, nación que empezamos a seguir de cerca después de leer el libro Made in Japan, de Akio Morita, fundador de la Sony. Gracias a la ruta 69, que paraba en Santa Catalina y Heredia y me dejaba en 9 y 86, a menudo podía visitar a Mariana, donde vivía con su hija, su segundo marido, su madre Rufina y su tía María Teresa, quien en su juventud había sido profesora de literatura y ya jubilada ejercía como quiropedista.

A pesar de la escasez y dificultades para mantener y reparar una vivienda en Cuba, sobre todo de esas dimensiones, la casa de los Badell-Yturriaga se encontraba en buenas condiciones. En la planta baja, a la entrada, había un zaguán o recibidor y una escalera, debajo de la cual había un baño para las visitas. La escalera, en forma de curva, tenía luces indirectas y daba acceso a un lobby en la primera planta. A la izquierda se encontraba la habitación del matrimonio, con un baño y puerta al balcón-terraza. Al lado, un cuarto para uno de los hijos, y entre éste y el otro cuarto para el otro hijo, un espacioso baño. En la planta alta había una cocinita y al lado, una puerta que daba a una terraza techada donde en los días calurosos se reunían a conversar y tomar limonada.

En la planta baja, al final, había un patio de tierra con matas de mangos, plátanos y anones, entre otras frutas. En la época de mangos, las ramas llegaban hasta la terraza y se podían coger los mangos con la mano. En la sala había un gran espejo y una chimenea de ladrillos rojos y se comunicaba con un amplio salón, con ventanales imitando abanicos. Los cristales eran color verde botella, para que no molestara la luz del sol. A la sala, el salón y el comedor se accedía por puertas de cristales que se podían dejar abiertas o cerrarlas. Detrás de la cocina principal, en la planta baja, había un cuartico y un bañito, al principio usado por un chofer que tuvo la familia, aunque el auto que se convirtió en seña de identidad de la familia, era un Mercedes Benz blanco, de 1959, modelo 60, que en La Habana llamaba la atención no solo por la marca, el color y el modelo, si no porque era conducido por una mujer, Rufina (antes de irse de Cuba lo vendió por 5 mil dólares).

En una etapa de su vida, mi amiga Mariana fue militante del partido comunista y tras un enfrentamiento con Carlos Rafael Rodríguez, entregó el carnet. Dececpcionada, perdidas todas sus esperanzas en los cambios prometidos por Fidel Castro, a mediados de los 90 decidió emprender el camino del exilio, estableciéndose en Barcelona, España, donde falleció el 2 de abril de 2018.

El último integrante de la familia que se fue, en 1997, vendió la casa por 50 mil dólares (hoy su precio no bajaría de los 250 mil dólares). El comprador, un ex combatiente de la Sierra Maestra, en ese momento asesor de un banco español en La Habana, se había casado con una joven.»El hombre compró otra casa más, en 36 y 31, también en el municipio Playa. Invirtió mucho dinero en la compra de esas dos casas y en un piso que construyó en el techo de la casa de 82. Por esa construcción, totalmente innecesaria, y por otras ostentaciones que hizo, llamó la atención, lo investigaron, le quitaron la casa de 82 y lo metieron preso», cuenta un pariente en un correo electrónico.

Si el tipo que compró la casa de 82 la cachicambeó, cuando el Estado se apropió del que fuera hogar de la familia Badell-Yturriaga, la llenó de rejas, la convirtió en una especie de cárcel urbana y allí instaló la Comisión Electoral Nacional. Pocos años después, la han vuelto a desfigurar. Ahora para instalar un mejunje político-ideológico con el desabrido nombre de Ideas Multimedios.

Tania Quintero

Foto: La casa de la familia Badel-Yturriaga en 1984. Del álbum familiar.

Sobre admin

Periodista oficial primero (1974-94) e independiente a partir de 1995. Desde noviembre de 2003 vive en Lucerna, Suiza. Todos los días, a primera hora, lee la prensa online. No se pierde los telediarios ni las grandes coberturas informativas por TVE, CNN International y BBC World. Se mantiene al tanto de la actualidad suiza a través de Swissinfo, el canal SF-1 y la Radio Svizzera, que trasmite en italiano las 24 horas. Le gusta escuchar música cubana, brasileña y americana. Lo último leído han sido los dos libros de Barack Obama. Email: taniaquintero3@hotmail.com

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