El problema de la vivienda en Cuba es una tragedia. Según estadísticas oficiales, el déficit habitacional afecta a cerca de un millón de personas. Edilberto, ex directivo del Poder Popular en La Habana, asegura que las cifras reales son aún más dramáticas, porque “los datos están maquillados. No contemplan a los millones de ciudadanos que viven en una misma casa con dos o tres generaciones diferentes. Solo en la capital, más de un millón de núcleos familiares necesitan una vivienda. Y cada núcleo familiar en Cuba suele estar integrado por tres o cuatro personas. Así que el problema es mucho más grave”.
Cuando Fidel Castro conquistó el poder en enero de 1959, prometió que cada cubano tendría una vivienda digna. El Estado planificó construir no menos de 20 mil viviendas anuales. Las promesas nunca se cumplieron. Antes de 1959, en La Habana existían dos barrios insalubres y alrededor de dos mil solares o cuarterías con baños colectivos y habitaciones precarias. 64 años después, han surgido más de 70 barrios insalubres y miles de habaneros residen en cerca de 5 mil cuarterías diseminadas por toda la ciudad.
El 40% de las viviendas del país están en regular o mal estado constructivo. En la Cuba profunda, alrededor del 18% de las casas tienen pisos de tierra. Hay cientos de familias que perdieron sus inmuebles hace más de veinte años, destrozados por los vientos furiosos de un huracán y todavía continúan albergados en tugurios donde el robo, las riñas y la violencia son frecuentes.
El Observatorio Cubano de Derechos Humanos, con sede en Madrid, España, ha reportado que según los estándares establecidos por el Banco Mundial, “el 72% de los cubanos viven muy por debajo del umbral de la pobreza”. A ese porcentaje de cubanos pertenece Oriadys Salas García, vecina de Avenida 100 y Calle 69, Marianao, municipio al oeste de La Habana.
-Mi historia empezó en 2017 con el huracán Irma, que me llevó la mitad del techo y provocó una rajadura en un muro de contención. Por esa fecha falleció mi madre. Cuando empecé los reclamos, las autoridades me decían que yo trabajaba en turismo. Peleando con la burocracia, al cabo del año, fue que algunos funcionarios vinieron a mi casa. Tuve entrevistas con el entonces presidente del gobierno municipal de Marianao y con los funcionarios Yoan y Yamira. El presidente municipal mandó a buscar a ‘aguas negras’, como le dicen a los encargados del saneamiento básico de La Habana. Toda esa gente se metió en mi casa porque ya el agua me llegaba a media pierna.
-La inundación me afectó la casa, al derrumbarse el techo me mojó todas las camas y el televisor se hizo añicos. Por las quejas que di, la directora de vivienda en aquel tiempo, Odalys Menocal, viene a mi casa. Cuando llega se impresiona y dice “aquí qué pasó” (todavía no entraban los excrementos a la casa). Hace su dictamen y dice que todo eso lo tenía que pagar el Estado. Yoan, le dijo a Odalys, que ya no es directora de vivienda, pero sigue en el gobierno municipal, que ella le quitaba la moral a las autoridades y no era nadie para decir eso. Odalys le fue a explicar y salió llorando de aquella entrevista, había gente que lo vio. A ese hombre le dije: “Qué usted me quiere decir”, y decidió en ese momento que fueran Aguas de La Habana y Saneamiento Básico”.
-Esa brigada estuvo en mi casa más de cien veces, metieron la alta presión y provocaron un derrumbe parcial en toda la parte de atrás. Sinso y Vincent, recuerdo sus apellidos, eran los directivos de Saneamiento Básico, que radicaba en 144 entre 43 y 45, Marianao. Todos los funcionarios y especialistas que fueron dijeron que eso no tenía solución. Pero Yoan dijo que había que dársela. Me visitó el antiguo vice intendente de las construcciones, un tal Velázquez. A los cinco meses que para que le firmara un papel si estaba de acuerdo con lo que se estaba haciendo. Le dije que no, porque me estaban desbaratando todo. Pusieron unas tuberías grandes que las metieron por dentro de la casa, incluso dentro del closet.
-Cuando los vecinos descargaban el inodoro, el excremento salía directo para mi casa debido a la mala instalación. Cuando llovía se mezclaba esa agua con el agua de lluvia. Tuve problemas con los vecinos porque tenían miedo a sufrir una infección. Comentaban que me iba a morir allí adentro, cuando se abría la puerta salía humo de los gases. Los días que entraba el agua de la calle, si la gente lavaba o llovía aquello era un infierno. En el patio pusieron tubos y por ahí salía la mierda. Estuve tres años viviendo en la mierda y rodeado de ratas. Me hicieron un pasadizo con palos para que no estuviera permanentemente con la fosa en los pies, caca y orine con agua.
-Cambiaron a la directora de vivienda, pusieron a una funcionaria que se llama Margarita. Mientras, yo seguía con mis quejas y daba bateo todos los días, cada vez que bajaba una queja mía del Consejo de Estado, venían a mi casa. Volvieron a hacer una acometida nueva. Después pusieron a una nueva directora de Saneamiento Básico y desde que llegó a la casa dijo: «Cambio de vivienda». Pero se aferraban y no me daban una vivienda. Me enfermé. Por ‘palanca’, resuelvo en el Hospital Frank País, donde lo pasé muy mal, por el derrame que había hecho en el pulmón. A los veintiún días empecé a botar líquido y en diciembre de 2020 me tuvieron que operar por segunda vez, perdí la flora intestinal por tantos medicamentos. El 8 de enero de 2021, todavía con los puntos, fui para el gobierno municipal, apenas podía caminar.
-Había entrado de presidente César, un antiguo policía. Como el personal lo habían cambiado, no me conocían. La de Atención a la Población, al verme con drenajes, me pregunó qué me pasaba. Aunque en ese momento César, el nuevo presidente, fue mentiroso conmigo, fue el único que dio un paso al frente. Desconocía mi caso, pero al verme recién operada me citó, no recuerdo el día exacto. En la reunión estaban todos los factores y César le dijo a la intendente que me diera la casa de la Calle 69 porque yo estaba enferma. Ella me quería mandar a un albergue, argumentó que había mujeres enfermas de cáncer y con niños y no tenían vivienda. Me negué, le dije que estaba así por culpa de ellos.
-Les dije que tenía que ver si esa casa reunía condiciones. Cuando la veo, no la quise. Pero ellos te envuelven. En el hospital hicieron un resumen clínico donde dice que por mi delicado estado de salud, no puedo vivir en lugares húmedos. Me tiraron una placa, mal echada, pero bueno. La casa se moja a chorros cuando llueve. Esta vivienda no tiene condiciones. Empecé otra vez con la fiebre. César pidió que me dieran una ayuda económica, pero a él lo quitaron en 2023. Fundora fue uno de los directivos que luchó para que los de Trabajo Social me dieran algo. Pero a Fundora lo sacaron y pusieron a Alfredo. Mi expediente se perdió. No hay certificados ni nada, todo se perdió. Fundora era el que tenía el papel de las cosas que me tienen que pagar, como el juego de comedor y otras cosas que se echaron a perder, pero el nuevo director dice que no va a pagar nada. Todos mis efectos eléctricos se estropearon, les estoy pidiendo menos de lo que por su culpa se me estropeó.
-Pero ahora ¿qué papeles avalan lo que yo tenía? Mi casa permaneció cerrada tres meses, cuando estuve ingresada y se echaron a perder todos los equipos. También debo decir que soy negra y este color molesta. Los negros en Cuba tenemos menos posibilidades que los blancos. No obstante, sigo reclamando. El año pasado estuve una semana ingresada por la caída que me di, por el agua que entraba, no debo estar limpiando ni haciendo faenas domésticas. Por el estrés, ahora padezco de hipertensión. He perdido más de 80 libras de peso, si no hubiera sido por el chequeo antes de la operación, no me entero que soy diabética. Lo que quiero es que alguien resuelva mi situación. Tengo que volver a operarme, no he podido por problemas del hospital y por tener descompensada el azúcar.
-Necesito tomar vitaminas, pero no las hay en las farmacias y en el mercado negro un frasco cuesta 1,500 pesos y yo gano 1,400. Las resolví porque todavía queda gente humana en Cuba. En la segunda denuncia que hice en Facebook decidí poner mi nombre y apellido. Al día siguiente, a las nueve y pico de la noche, me toca la puerta una funcionaria, a quien le molestó que dijera que ignoraron mis problemas. Pero se quedó impresionada cuando vio el estado de mi casa. Lo revisó todo y le informó al director de vivienda, Julio, del que tengo una mala opinión, pues desde que cogió el cargo, lo único que sabe decir es que no hay recursos. En diciembre le dieron un adelanto de dinero y no me incluyó en el plan. Me dieron un colchón y la funcionaria me dijo “coge eso, que a ti no se te va a dar lo que perdiste”.
-Además de dañarse todos los electrodomésticos, por los huecos que tenía dentro de la casa, entraban las ratas. Todos los años me hacen un expediente nuevo porque nunca aparece el otro. Pero lo que más me molesta es que no aparecen mis bienes. ¿Cuándo me van a devolver mis cosas?. Todos esos problemas han afectado mi salud. Tengo puestos cuatro tornillos y cuatro varillas en mi columna. En 2019 me detectaron tres tenias en el hígado. Un médico me dijo debo ser atendida en el IPK (Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí), pero no conozco a nadie ahí. Necesito levantar mis defensas y no hay inmunólogo en el policlínico, llevo cinco años que no se me quita el catarro. Ya he hecho dos EPOC (enermedad pulmonar obstructiva crónica) y no hay medicamentos.
-En los papeles extraviados aparecía lo que debía recibir. Tenía tres ollas reinas, me dieron una arrocera, en vez de darme una olla de presión. No quiero que me den todo lo que se me eschó a perder, pero es que ni lo fundamental me han dado. He aprendido cosas de mi enfermedad porque tengo que vivir con ella. La psiquiatra escribió: «Intento suicida a repetición. Estado anímico relacionado por las dificultades que presenta su vivienda”. Yo trabajaba en el hotel Neptuno Tritón, en Miramar. No he podido trabajar más. Cobro solo 1,400 pesos mensuales. Actualmente tengo peritaje médico hasta el mes de septiembre. El último ultrasonido arrojó que las tenias en el hígado aumentaron y que tengo cinco quistes. Por eso he intentado suicidarme, porque no sé cuando voy a salir de esta pesadilla, concluye Oriadys Salas García.
Iván García
Ilustración del huracán Irma en La Habana, 10 de septiembre de 2017. Tomada de Amerika 21.