Mientras Marian, 29 años, informática, trabaja solo cuatro o cinco horas diarias en una habitación climatizada de su casa, diseñando paquetes de software para una firma extranjera, Ana Marta, 36 años, enfermera, se levanta a las cuatro de la mañana, desayuna una taza de café mezclado con chicharos -el que distribuyen en libreta de racionamiento- y luego demora hasta tres horas en una parada de ómnibus para llegar al hospital donde labora, al sureste de La Habana.
Marian y Ana Marta son vecinas. Viven en un barrio de calles rotas a treinta minutos del centro de la ciudad. Marian, en un mes flojo, puede ganar más de 500 dólares como programadora, el equivalente a tres años de trabajo de Ana Marta que devenga un salario mensual de 4 mil pesos, 16 dólares al cambio en el mercado informal, donde un dólar se cotiza en 250 pesos.
La moneda del enemigo número uno de los hermanos Castro se puede comparar con las pepitas de oro utilizadas en la etapa feudal. Aquéllos que en Cuba tienen acceso al dólar, viven mejor, pueden comer carne de res y pescado a menudo, ir a un bar privado a tomarse unas copas o un fin de semana alquilar una habitación de un hotel todo incluido en Varadero. Incluso pueden viajar al extranjero.
Con el dinero que gana, Marian ha montado un negocio de venta de computadoras, tabletas y teléfonos inteligentes de alta gama. Las compra en Panamá o México y las revende a clientes que previamente se las han encargado. También ha ahorrado dinero suficiente que le permita emigrar sin agobio. “Aspiro a radicarme en Estados Unidos, donde el sector del software es muy bien pagado. En este país no hay futuro. Ni teniendo dinero se vive bien. Mucha envidia y acoso por parte de las autoridades, que ven a los que prosperan como enemigos de clase”, confiesa.
Como la mayoría de los emprendedores, Marian desconfía del sistema bancario local. “Hay que ser muy ingenuo o estar loco para guardar dinero en el banco y hacer grandes inversiones. En cualquier momento te señalan como sospechoso de cualquier infracción o delito y además de confiscarte todo, puedes ir a la cárcel. En Cuba no existe clase media. Los únicos que prosperan son los parientes y aliados del gobierno”.
Ana Marta es un buen ejemplo de la errática estrategia financiera del régimen en la Isla. Estuvo tres años de cooperante médica en una región intricada de Venezuela. “El gobierno me estafó. No hay otro calificativo. La mayor parte del cobro, el MINSAP me lo situaba en una cuenta bancaria en Cuba en CUC (pesos convertibles), divisa que entonces equivalía al dólar estadounidense. Pero el 1 enero de 2021 llegó la Tarea Ordenamiento y los 2 mil pesos convertibles que tenía ahorrados, al desaparecer el CUC, se quedaron en 50 mil pesos, cantidad que ahora son solo 200 dólares. Conozco médicos que guardaban sus ahorros en certificados en divisas y ni siquiera pudieron sacar su dinero del banco. Fue una pesadilla. No pude reparar mi apartamento como tenía planeado. La gente en la calle sabe que no puede confiar en el gobierno. Por eso cada vez menos personas guardan sus ahorros en los bancos”, cuenta Ana Marta.
Un funcionario del Banco Metropolitano reveló a Diario Las Américas que “las nuevas medidas forman parte una estrategia. Desde que Miguel Díaz-Canel llegó al poder, ha trazado una hoja de ruta para digitalizar el comercio y bancarizar las operaciones financieras. Lo que ocurre es que no existe el soporte ni la tecnología adecuada, como se vio en la etapa de la pandemia, con la pasarela de comercio electrónico que vendía alimentos en línea. El gobierno tiene razones de fuerza mayor. Con el uso de tarjetas y transferencias electrónicas, no solamente se ahorran divisas en la impresión de papel moneda, que se hace en el extranjero, también controlan los movimientos y las cuentas bancarias de la población. Y como sucedió con la tarjeta MLC, limitan bastante el robo y las trampas financieras que suelen ocurrir con el dinero en efectivo», afirma y añade:
«Esa medida afecta principalmente al sector privado y al informal, los cuales para obtener beneficios tienen que infringir las normas. No creo que esa disposición salga adelante, porque debido al desabastecimiento generalizado, una parte importante del comercio que se hace en Cuba es informal. Un mercado ilegal que funciona gracias a los robos en las empresas estatales. Muchos de los que están detrás de ese mercado informal e ilegal son militantes del partido comunista, quienes se están enriqueciendo gracias a la escasez, pues en el mercado negro se compra y se vende en efectivo. Por tanto, esa cruzada gubernamental los afecta personalmente”, concluye el funcionario.
En realidad, los grandes perjudicados con la bancarización decretada por el régimen, son los jubilados, los ciudadanos que reciben pensiones de la seguridad social y los trabajadores estatales. Darién, productor musical en la provincia Guantánamo, a más de mil kilómetros al este de La Habana, comenta que hace veinte días debió haber cobrado su salario mensual, «y todavía no he podido sacar el dinero del cajero. Las colas son larguísimas. Y como nada más dejan sacar 500 o mil pesos per cápita, el dinero se acaba enseguida”.
En el caso de Darién, el pago de la electricidad y el gas lo puede hacer por transferencia, «pero en el agromercado o si necesitas comprar una caja de pollo por la izquierda, tienes que pagar en efectivo. Los negocios privados y las MIPYMES, si pagas con transferencia, te cobran un diez o quince por ciento extra. Gano 4,300 pesos (17 dólares), que se me van en diez días o menos. Estoy desesperado buscando efectivo. Ya han aparecido negocios de gente que te presta mil pesos al cash y luego tienes que transferirles mil doscientos o mil trescientos pesos”.
Hilario, maestro jubilado, considera que esa medida“es otro de los tantos disparates de este gobierno. Se ve que esa gente (los del régimen) viven en otro planeta. Si ellos tuvieran que hacer cola desde la madrugada para sacar dinero del cajero y después dispararse una cola de dos horas en comprar el pan, quizás entenderían los problemas de la población. Esa pandilla de barrigones recibe cestas de comida y bonos de combustible sin salir de sus oficinas con aire acondicionado, mientras yo como jubilado recibo una chequera de 2 mil pesos (8 dólares), que no me alcanza ni para comprar un cake de cumpleaños. Si los gobernantes no renuncian y se largan, el país va a estallar en mil pedazos”.
La frustración del cubano de a pie es notable. Desde el verano de 2019 el país está sumido en una profunda crisis económica y sistémica. Cada año que pasa crece la inflación y aumentan las penurias. Siempre falta algo, sean alimentos o medicinas. O no funcionan servicios básicos, como en estos momentos, cuando trabajadores y jubilados tienen que hacer extensas colas para poder sacar dinero en efectivo de los cajeros.
La peor noticia es que no existe una estrategia encaminada a ponerle fin a la crisis. No se ve la luz al final del túnel.
Iván García
Foto: Pesos cubanos. Tomada de El Estornudo.