Al terminar la jornada laboral en una oficina del monopolio estatal de telecomunicaciones ETECSA, en la provincia de Santiago de Cuba, 957 kilómetros al este de La Habana, el ingeniero Jorge cuenta que en una reunión, los directivos de la empresa prometieron mejoras salariales para el 2022 y ventas de alimentos en moneda nacional a sus trabajadores. También le venderían teléfonos móviles a plazos y le recargarían con un 1,5 gigabyte su cuenta de datos para navegar por internet.
A cambio, compromisos políticos. “Se nos pidió ser más ‘combativos’ en las redes sociales para contrarrestar la campaña de los enemigos contra Cuba. Participar activamente en la defensa de la revolución y asistir a una marcha hasta el Cementerio de Santa Ifigenia, donde están las cenizas de Fidel, por el quinto aniversario de su muerte”, recuerda Jorge.
A la mañana siguiente, la prensa estatal describía en una crónica cursi que “junto a sus dirigentes, el pueblo de Santiago marchó de forma espontánea a rendir tributo al comandante eterno”. La nota se complementaba con una foto de los obesos mandarines del partido comunista encabezando el recorrido y una cifra: en la marcha habrían participado 300 mil santiagueros. Desde hace un año, el aparato de propaganda del régimen despliega una campaña intensa de culto a la personalidad al difunto Fidel Castro. En un escenario al mejor estilo de Corea del Norte, incluyen hasta plañideras.
El dinero del erario público se gasta en congresos para elogiar la ‘visión’ de Fidel en el deporte, biotecnología, meteorología y cualquier otra rama de la ciencia o la producción. La devoción raya en el absurdo. En la Calle 13 (número de mala suerte en la cultura estadounidense), en el Vedado habanero, recientemente se inauguró una especie de museo-templo que perpetúe ‘la vida y obra del comandante’.
Cerca de la sede, Nuria y su esposo son dueños de una cafetería de entrepanes y jugos de frutas, que por la feroz crisis económica las ventas están en números rojos. “Quisiera saber qué cantidad de dinero gastó el Estado en esa obra faraónica. No hay medicinas, un montón de edificios en La Habana están en peligro de derrumbe y la libra de carne de puerco cuesta 200 pesos, pero el gobierno sigue destinando millones de dólares a la construcción de hoteles o instituciones para canonizar a Fidel”, dice Nuria.
Las autoridades no han querido develar el costo de la reparación de la mansión, equipamiento con modernas tecnologías y una biblioteca al estilo de Harry Potter, que según la prensa oficial así lo pidieron los niños y cuyo objetivo es el adoctrinamiento de adolescentes y jóvenes. Una nota publicada en 14ymedio daba una pista: gracias a una fuente de la Oficina del Historiador de La Habana, a cargo de la inversión, se supo que detrás hay dinero de Arabia Saudita, de un crédito supuestamente destinado a la construcción de viviendas, pero una parte la cogieron para reconstruir el Centro Fidel Castro y la otra para la restauración del Capitolio Nacional.
Ahora mismo, en La Habana se levantan seis hoteles cinco estrellas de lujo con capital del Grupo de Administración Empresarial S.A, GAESA, una misteriosa compañía que controla todos los negocios que generan divisas en el país. Aunque en su programa del martes 7 de diciembre, Juan Juan Almeida extraoficialmente anunció que GAESA se desvinculaba de las FAR y pasaba a manos del Consejo de Estado, está por ver cuándo y cómo se produciría esa desmilitarización.
Porque GAESA no es un simple monopolio del capitalismo militar. Es un consorcio o holding de empresas que pertenecen a Raúl Castro, sus parientes y unos pocos allegados. Que invierte una parte importante de las remesas que entran a la isla de los emigrados cubanos, por las ventas de servicios médicos, los beneficios obtenidos del turismo, la exportación de oro, inversiones en la construcción de hoteles, campos de golf y centros turísticos, entre otros.
Posee casi 70 mil habitaciones y ya es la tercera empresa que mayor número de habitaciones tiene en América, codeándose con gigantes de la hostelería mundial como Marriot o Hilton. GAESA es un gobierno aparte, dirigido por el general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, miembro del buró político del partico comunista y ex yerno de Raúl Castro. Ninguna entidad del gobierno controla sus finanzas. Nadie sabe las cantidades de dinero que mueven ni cuáles son sus ganancias anuales.
GAESA también es dueña del 27 por ciento de las acciones de ETECSA. Bajo su sombrilla, hasta el momento, se encuentran empresas dedicadas al comercio en divisas, como CIMEX, Gaviota, Habaguanex, TRD, Tiendas Panamericanas, CUPET, Oro Negro, Aerogaviota, Almest y financieras cono Fincimex y Rafin (siglas de Raúl y Fidel).
Se calcula que el 85 por ciento de los dólares o euros que se gastan en Cuba van a parar a sus arcas y solo un 15 por ciento va a parar a manos de emprendedores privados, quienes a su vez, cuando reinvierten para aprovisionar sus negocios, ese dinero ingresa en las cuentas de esa dictadura económica y financiera llamada GAESA. Su mascarón de proa es el gobierno, que gestiona las empresas que no son rentables, cooperativas agrícolas que no producen y servicios públicos prácticamente en quiebra técnica.
Richard, economista, reconoce que «la falta de transparencia informativa del gobierno dificulta hacer un análisis serio de la economía, las finanzas y el capital utilizado en inversiones hoteleras o de biotecnología. Como si esas empresas fueran particulares y no lo son, pues utilizan dinero público”.
Cuba está partida en dos. Pobreza y consignas para el pueblo y capitalismo de amigos para un clan de privilegiados. En ese escenario surrealista, la propaganda del régimen utiliza a Fidel Castro cómo un fetiche iluminado. Diario Las Américas le preguntó a diez personas sobre el futuro de Cuba. Solo cuatro dieron su opinión.
Ileana, ama de casa, hace cola en un agromercado para comprar boniatos: “No sé, el país se hunde como el Titanic y está gente (el régimen) sigue tocando la misma sinfonía optimista para engañar al pueblo. Es más de lo mismo. Hace treinta y cinco años Fidel se apeó con el cuento de que ahora sí íbamos a construir el socialismo. Y ahora Díaz-Canel habla de un socialismo próspero y sostenible. Será para ellos”.
Reinaldo, jubilado, no quiere hablar de política. “Me sube la presión arterial. Cuba es una gran estafa. Yo viví engañado. Fui miliciano. Estuve en misión internacionalista en Angola y ahora con los dos mil pesos que cobro de pensión no puedo comprar nicarne de puerco para el fin de año”.
Miriam, estudiante universitaria, considera que “hay que estar locos para seguirle la rima a la muela del gobierno. Cuba va hacia ninguna parte. La gente que puede sufragar sus gastos sí sabe lo que quieren: emigrar”.
Ernesto, quien fuera un experimentado trabajador azucarero, considera que es “tanta la ineficiencia del sistema político cubano, que la industria nacional, el azúcar, con su anárquica gestión el gobierno la ha sepultado. Desde hace seis años, la zafra no produce poco más de un millón de toneladas de azúcar. Tenemos que exportar azúcar de Francia y otras islas del Caribe. Es el colmo”.
Iván García
Foto de Ernesto González Díaz, tomada del fotorreportaje Antes de la tormenta, publicado en agosto de 2021 en Havana Times.