Hacer pronósticos o análisis políticos en Cuba es casi una aventura a lo Indiana Jones. Los medios se afanan en desinformar. Apenas dan pistas de los entresijos del poder. No hay manera de conseguir datos o cifras veraces.
Al ser periodista independiente, y el gobierno no otorgarme acreditación, todo se vuelve más difícil. El instinto y leer entre líneas las informaciones oficiales es un método de investigación habitual.
Otra manera de intentar comprender la realidad de la isla es tener fuentes y amigos que trabajen en organismos importantes y te soplen al oído comentarios, informes y documentos de valor. Ya se sabe que el cubano es muy extrovertido.
A lo que vamos. Es indudable que en Cuba algo se mueve. Por vez primera en 51 años de gobierno, los hermanos Castro han cedido ante la presión de un grupo como las Damas de Blanco.
La estrategia de los jerarcas fue interesante. Sacaron de la manga la carta de la iglesia católica. Usar de mediador e interlocutor válido a la iglesia tiene varias lecturas.
O se pretende ganar tiempo y vender la idea de que el régimen está dispuesto a ciertas concesiones en lo político, o realmente la crisis económica que afecta al país hace 21 años, el decrecimiento de las inversiones extranjeras y las arcas vacías, están obligando al gobierno de La Habana a buscar una salida negociada con dos actores de peso: la Unión Europea y Estados Unidos.
Castro, un estadista de carisma y de estrategias imprevisibles, siempre confundió con sus tretas a los políticos occidentales. Pregúntenle a Felipe González o Carlos Solchaga. O Jimmy Carter.
Cuando usted piensa que lo tiene arrinconado y sin opciones, como un mago saca una carta debajo de la manga. Sucede que la situación es otra. Del 31 de julio del 2006 a la fecha, Fidel Castro ha perdido una cuota amplia de poder.
No ha sido la disidencia la que ha abierto una brecha. Son los generales, los verdaderos hombres de negocios en la isla, capitaneados por su hermano quienes han tomado la rienda del poder.
Desde que en los años 80 a una parte del sector militar y de inteligencia se le permitió montar ciertos negocios, comenzó el principio del fin del poder monolítico de Castro I.
Durante años, los generales han hecho plata. Tienen cuentas bancarias en divisas y se han convertido en hombres de empresas. Cambiaron el AK-47 por maletines ejecutivos. La palabra camarada por señor. La rústica tecnología rusa por sofisticados equipos de países del primer mundo.
A la élite de militares que controlan los pocos y rentables negocios que funcionan en Cuba, les gusta más el Jack Daniel’s que el ron de casa. Hace rato cambiaron la tradicional guayabera por los trajes bien cortados y corbatas de seda.
Se han reconvertidos en capitalistas de corta y clava. Sus asesores estudiaron marketing y hablan de eficiencia y rentabilidad. De costos y ganancias. Y debajo del colchón les gusta tener una cantidad de dólares o euros.
Son precisamente esos generales los que realmente gobiernan en este verano del 2010. Fidel Castro sólo es un símbolo. Muy pesado. Aún el viejo líder guerrillero maneja los hilos de la política exterior.
Pero la economía está en manos de los militares. Y éstos desean ciertos cambios. Nada que asombre. Libertades económicas para la población. Despidar a un millón de trabajadores en las infladas plantillas laborales. Darle autonomía a pequeñas y medianas empresas. Acabar con el Estado benefactor. Soltar lastre.
Los militares apuestan por algunas liberalizaciones en Cuba, por la sencilla razón de que es la manera más efectiva de mantenerse en el poder. Saben que con el discurso duro y radical y con la crisis bestial que afecta al planeta los negocios no funcionan.
Se necesita paz interna y que los países desarrollados no condenen a la isla. Entonces había que ceder. Y se usó a la iglesia.
También es probable que se libere a un número determinado de presos políticos. No a todos. El régimen necesita reos como monedas de cambio. Pero es la única manera de mantener quietas a las turbulentas Damas de Blanco.
La disidencia interna no les preocupa en grado sumo a los Generales que controlan el poder. Por varias razones. Una de ellas, la oposición está penetrada hasta el tuétano por la policía política.
La otra, que no tiene una base sólida en un sector numeroso de la población. Tampoco tiene líderes brillantes y carismáticos. Por eso pienso que la reciente jugada de los Castro estuvo condicionada por la presión de un sector del aparato militar.
¿Cuál será el próximo paso? Si el dinero no fluye y la presión internacional no cede, habrán nuevas jugadas de sacrificios. Todavía los Castro poseen en sus manos cartas ganadoras.
Pero la deteriorada situación económica, a la que no se le ha diseñado una salida, el disgusto de una amplia parcela de la población por el pobre desempeño de sus dirigentes y la monstruosa y letal burocracia, está arrinconando a los mandarines criollos.
El verano promete cosas interesantes. Raúl Castro lleva dos años en el trono y sólo ha implementado medidas cosméticas. La situación del país impone un paquete de reformas amplias y a fondo.
Los generales miran a Vietnam. La nación asiática ha realizado cambios económicos manteniendo su mano dura en la política interna. Claro, Cuba no es un mercado interesante como China o Vietnam.
Si la Unión Europea o Estados Unidos siguen manteniendo su política de muros cerrados y oídos sordos y no se relaja ante la liberación de un puñado de presos políticos, el gobierno tendrá que cambiar de estrategia. Probablemente es cuando intentarían negociar con un sector de la oposición.
El régimen quiere el poder y necesita oxígeno financiero. Va a hacer lo que esté a su alcance. En política, todo vale.
Iván García