Manfred Nowak, el relator especial de Naciones Unidas sobre la tortura, se va en octubre de su cargo y debe volver con su equipaje a Viena, la ciudad donde nació. Se lleva en blanco las carpetas y vacías las alforjas de un viaje a Cuba que se anunció -con trompetas chinas, clave de güiros y cencerros- en febrero del año pasado.
El célebre profesor austríaco abandona su misión después de 16 meses a la espera -con boletos y asientos en todos los vuelos de Ginebra a las Antillas- de que los funcionarios de la dictadura cubana hallaran una fecha abierta para recibirlo y llevarlo a una visita de supervisión de las cárceles.
Nowak, un especialista en el tema, reconocido internacionalmente por sus posiciones independientes, quería hacer contactos en la isla con presos políticos y comunes, con sus familiares y amigos.
«El gobierno de Cuba», comentó esta semana, «no me ha permitido evaluar objetivamente la situación de tortura y de malos tratos a través de la recopilación de primera mano de todas las fuentes disponibles».
La noticia ha circulado por Europa pero, en realidad, para muchos conocedores del tema cubano la invitación cursada a Nowak a principios del 2009 para que hiciera un recorrido por las prisiones de la isla, llevaba el cierre anunciado ahora en su esencia misma, porque se trataba de un fuego de artificio para distraer y crear expectativas. Para marear la perdiz, como me dijo con amargura un cujeado periodista madrileño.
Esa es la función (entretener con rodeos) que llevan los cuadros de la cancillería criolla a las reuniones internacionales, a los encuentros bilaterales y a las conferencias que se convocan todos las semanas fuera de Cuba, como si los asuntos que abruman a esa nación se pudieran resolver sin la presencia de los hombres y las mujeres que viven allá adentro. Y la de los que viven más adentro aún: la de los presos políticos.
Así ha pasado por estos días en París y Roma. En la capital francesa, en medio de un encuentro relámpago entre los ministros de relaciones exteriores de Cuba y España. En el Vaticano, por lo que se puede leer en las dos líneas dedicadas a los cubanos en las notas de prensa de la reunión de 27 minutos entre el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el Papa.
En Francia, una nueva ración de retórica muerta y promesas vencidas, aliñadas con soberbia totalitaria y sin dejar de pedir (de exigir) limosnas con escopeta. Unas declaraciones que, al no decir nada, lo dicen todo. Y todo es que ellos no quieren cambiar nada.
En Italia, la decisión de trabajar a favor de los derechos humanos mediante un diálogo exigente con el gobierno cubano. Unas palabras que ni siquiera se lleva el viento porque casi ni salieron a la atmósfera siempre contaminada de actualidad de los medios de prensa.
Ya hay demasiadas perdices mareadas en el aire mientras los perros ladran, un sobrante de documentos conjuntos y unas sombras gaseosas de nubes que pasan. A mí lo que me parece una exigencia de valor y defensa legítima de los derechos humanos es esta afirmación que suele hacer Laura Pollán en La Habana: «Mientras existan presos políticos, habrá Damas de Blanco».
Raúl Rivero
Foto: Generik11, Flickr