El humo de la basura incinerada que llega desde el vertedero de la calle 100, al oeste de La Habana, provoca un molesto lagrimeo en los ojos a un grupo de personas que desde hace casi dos horas intentan tomar un taxi para llegar a sus casas. La gente busca guarecerse del calor insoportable a la sombra de un árbol distante de la avenida o en una antigua parada de ómnibus donde los vándalos cargaron con las tejas del techo.
Algunos extienden la mano con un billete de 200 pesos (un dólar en el mercado informal), a cualquier vehículo que le pase por su lado. “Es pa’que sepan que no estamos pidiendo ‘botella’ (auto stop) pagamos por el viaje”, dice Luis, ex entrenador deportivo que debido a la bestial crisis económica se dedica a elaborar galletas caseras en un negocio privado.
Luis y su esposa cargan pesados bolsos con harina de trigo. “Lo más probable es que nos coja la noche en esta jodedera. Desde que el gobierno comenzó a meter ruido en el sistema con los precios topados a los ‘boteros’, es imposible alquilar un taxi. Cada vez que con el pretexto de ayudar al pueblo, intentan controlar los precios a los taxistas, la gente termina pagando el desastre”, explica Luis y añade:
“Es absurdo querer imponer reglas de juego a un negocio al cual usted no le vende ni un tornillo. Si lo tuyo es cobrar impuestos, cállate la boca, papito, que te vez más bonito (en alusión al gobierno). Hay que ser muy descarado para dictaminar el precio de un servicio donde impera la oferta y la demanda. ¿Este sistema no alardea de tener los medios de producción en manos del Estado? Enonces es el encargado de garantizar de transportación eficientes. Algo que no han podido hacer en 64 años de revolución. Que compren ómnibus, taxis y trenes suburbanos o construyan un metro, en vez de gastar el dinero en adquirir autos para rentar al turismo y levantar hoteles que siempre están vacios”.
Miguel Ángel, medico intensivista, que diariamente se traslada en taxis privados, opina que las guerras no se hacen para perder. «En 2016, hace siete años, el gobierno intentó topar el precio de los ‘boteros en La Habana. Y ellos se organizaron, plantaron una huelga silenciosa y no se doblegaron. Y en aquel momento el transporte público era de lujo si lo comparamos con la actualidad, cuando las guaguas no pasan ni se le esperan. Los que no tenemos transporte obrero, sufrimos muchísimo para ir a trabajar. Y si pago 300 o 400 pesos por ir y venir en taxi, un monto mayor a mi salario diario, es porque puedo. Cuba se ha convertido en un antro del ‘invento’, de ‘bisnes’ por la izquierda. A mí los pacientes me hacen regalos, desde botellas de aceite y chorizos españoles hasta dólares en efectivo. Quienes consiguen un dinero extra, pagan lo que sea por un taxi. De lo contrario, puedes estar tirado cuatro horas bajo el sol esperando una guagua que nunca llega”.
Según el médico habanero, el país vive en “un auténtico estado de deterioro y descomposición. Ya apenas quedan valores cívicos. Lo que prima es el dinero y la supervivencia. En los hospitales la gente tiene que llevar hasta la anestesia. Como no se están haciendo intervenciones quirúrgicas, excepto las de urgencia, hay personas que pagan 100 o 200 dólares por una cirugía menor o de mínimo acceso. En Cuba todo se ha convertido en un ‘invento’, un negocio. En medio de ese caos, pretender el Estado implementar la transportación privada, cuando es incapaz de mantener funcionado con decencia el transporte público, es una tomadura de pelo. Los taxistas particulares tienen el sartén por el mango. Si no salen a trabajar se paraliza La Habana, porque el Estado no tiene cómo gestionar la movilidad en una ciudad de más de 2 millones y medio de habitantes».
Desde que el pasado 9 de junio las autoridades provinciales decretaron recortes en el precio de las carreras a los taxistas privados, las principales arterias de la capital están prácticamente desiertas. O circulan ‘boteros’ vacíos que no paran. Diario Las Américas conversó con varios taxistas para conocer sus estrategias y criterios sobre los nuevos precios. Todos están en contra de la injerencia del gobierno en sus funciones.
Llamémosle Camilo, un taxista particular que lleva cuatro años alquilando desde el Parque Fraternidad, en el centro de La Habana, hasta la barriada de La Víbora, en el municipio Diez de Octubre. “Lo que más nos molesta es la prepotencia del gobierno. En vez de negociar con nosotros, lo que hacen es meternos el pie con decretos, multas y prohibiciones. Pero ya los cubanos nos cansamos de ser esclavos. Probablemente el gremio de los taxistas sea el más desafecto al régimen y con más diversidad de choferes: ex oficiales de la FAR y el MININT, cirujanos, pilotos y físicos nucleares que se buscan un dinero ‘boteando’. En ningún país del mundo los taxis son el principal medio de transporte”, afirma y señala:
“Coger taxis es caro, solo pueden hacerlo personas con buenas entradas. Los que reciben bajos salarios, se mueven en el transporte público. Y a los taxistas nos molesta que el gobierno, con todos los recursos en sus manos y un ministerio dedicado solo al transporte, es incapaz de garantizar la transportación a los obreros, jubilados, estudiantes, a la población en general. Con este tipo de medidas populistas pretenden aparecer como el bueno de la película. Y es justo lo contrario. El desastre que es Cuba hoy lo ha causado el gobierno. Si no fuera por los taxistas privados, en La Habana hubiera un 11-J todas las semanas. Ni yo ni la mayoría de los boteros aceptamos recortar a la mitad el precio de las carreras en un país donde el precio de la comida sube por día. Los taxistas también compramos la libra de carne de puerco a 450 pesos la libra y un kilogramo de leche en polvo a mil 500 pesos. Además, tenemos que pagar un neumático en 30 mil pesos y una batería en 50 mil pesos”, concluye.
Joel, chofer de un Chevrolet de 1955, subraya que con amenazas nada se resuelve. «Tampoco con multas de 10 mil o 50 mil pesos. Prefiero quedarme en mi casa. Gracias a las aplicaciones como WhatApp o Telegram, existen varias agencias que contratan carreras. Y se cotizan mucho mejor. Con dos o tres carreras que dé en una jornada me busco 4 mil pesos diarios sin tanta complicación, sobre todo porque soy el dueño del auto. En este negocio, alrededor del 60 por ciento de los que manejan taxis privados, no son dueños del carro. El propietario suele ser un tipo que tiene cinco autos, tres o cuatro jeeps y dos camiones que realizan viajes interprovinciales. A esos personajes no les hace ni cosquillas estar dos meses sin que sus carros salgan a trabajar. Siempre hay clientes con suficiente dinero que van alquilar vehículos por WhatApp”.
Para Joel, lo sensato sería «sentarse a negociar y conversar como personas civilizadas. Garantizarnos el combustible sin tener que hacer colas de varios días. Y rebajarnos los impuestos, vendernos neumáticos y piezas de repuesto con un descuento del 10 o 15 por ciento. Si nos dieran ese trato, valoraríamos rebajar los precios de las carreras. Pero no a base de cañona e intimidación. Así no van a lograr nada”.
Pero el régimen cubano no está diseñado para dialogar. No es su naturaleza.
Iván García
Foto: Tratando de coger un taxi particular en una parada de ómnibus de La Habana. Imagen de Ramón Espinosa de AP tomada de Diario Las Américas.