Una joven se gana la vida vendiendo artesanías y boinas verde olivo en una explanada contigua a la Plaza de la Revolución, donde antaño el barbudo Fidel Castro pronunciaba sus extensos discursos arremetiendo contra ‘el imperialismo yanqui’. Un sol de miedo asola el lugar. Pasada las dos de la tarde, el termómetro marca 34 grados Celsius, pero el polvo del Sahara, que por estos días afecta a Cuba, provoca una sensación térmica de 46 grados.
Cuando un ómnibus de dos pisos llega con turistas europeos deseosos de hacerse un selfie en uno de los íconos de la desgastada revolución cubana, la joven suda a chorros. Varios turistas compran artesanías y boinas. Posteriormente, ella cuenta el dinero que le entregará al chofer de un renovado Impala descapotable de color rojo, dedicado a mostrarle la ciudad a visitantes y turistas, a 30 cuc la hora.
La escena pareciera normal. Y pudiera tratarse de un matrimonio que se ha puesto de acuerdo para ganar dinero en las duras condiciones del socialismo tropical. Pero el diablo está en los detalles. Ella, digámosle Camila, dice que hace seis años llegó a La Habana desde un batey recóndito del oriente de la isla y su plan era ganar dinero de manera honesta para ayudar a su familia que reside en aquella región.
Joven, bonita y con buen cuerpo, Camila es madre soltera de un niño de siete años. “Cuándo me separé del padre de mi hijo tuve que ir a un sicólogo, porque cuando se empinaba dos tragos, por cualquier motivo me golpeaba. Estuve mucho tiempo aguantando violencia verbal, física y sexual. Después que me separé, no tenía deseos de iniciar relaciones con otro hombre. Dejé a mi hijo con mis padres y decidí irme a la capital. Un día, una amiga me invitó a salir con un temba que tiene un bulto de pesos. Niña, tienes que salir de esa vida, limpiando fondillos a viejos enfermos y cagalitrosos».
Entonces conoció a un hombre treinta años mayor que ella, residente en una vivienda con todas las comodidades y dueño de cuatro automóviles, tres que renta a taxistas particulares y uno que él conduce y alquila a turistas. “Al principio las cosas fueron bien. Luego me propuso que me acostara con extranjeros y me ganara mi propio dinero. A veces buscaba lesbianas para hacer tríos con él en la cama. Me negué y me fui de la casa. Entonces me dijo que tenía que pagarle todo lo que me ha comprado. Por eso vendo pacotillas, para ir pagándole el dinero que le debo”, confiesa Camila.
El caso de Olga fue peor. Estuvo diez años llevándole jabas de pan viejo tostado, azúcar prieta y leche en polvo a su esposo, que estaba preso en el Combinado del Este, cárcel de máxima seguridad en las afueras de La Habana. Cuando salió en libertad, comenzó a maltratarla. “Vivíamos en una habitación pequeña, encima de la antigua heladería de La Víbora. Cuando se emborrachaba, por celos o simplemente por gusto me daba tremendas golpizas. Ningún vecino se metía en las broncas, era un tipo que la gente del barrio le temía. Eso sucedía casi todos los días. Me violaba cuando le daba la gana. Una noche le prendí candela y lo maté. Mucha gente contó en el juicio de sus maltratos. Pero eso no impidió que me sancionaran a diez años. Cumplí siete. Desde entonces no quiero saber de matrimonios”.
La violencia física y verbal contra las mujeres y el machismo no tiene ideología en Cuba. Igual lo practica un alto funcionario del régimen que un líder disidente. Entre los militantes del partido comunista del sexo masculino, es bien visto mantener a una o más queridas. Mientras más alto es el cargo, mayores comodidades. Fidel Castro tuvo varias amantes y jamás presentó en público a su esposa y madre de cinco de sus hijos.
Orestes, ex capitán del DTI (Departamento Técnico de Investigaciones) revela que por “lo general la violencia doméstica, el acoso y el machismo no se toman muy en serio cuando la persona lo denuncia. Si son pareja, no siempre el oficial de guardia levanta un acta, por aquello de que entre marido y mujer nadie se debe meter. Incluso hay muchos casos de mujeres maltratadas que hacen la denuncia y posteriormente, cuando se arreglan con el marido, la quitan. Las sanciones por maltrato son leves, de uno o dos años en un correccional. El acoso, ya sea telefónico, de un jefe a un subordinado u otro, no es sancionado en Cuba. A los que se masturban en la vía pública se les pone una multa de 60 pesos. Si son reincidentes van a la cárcel un año”.
En los últimos cuatro años, y gracias al crecimiento de las redes sociales en la ciudadanía, han salido a la luz varios casos de feminicidios y maltratos a mujeres que antaño pasaban inadvertidos. Según un informe de la CEPAL, en 2016 la tasa de feminicidios en Cuba fue de 0.99 por cada cien mil habitantes. Baja, si la comparamos con Honduras, Salvador o Guatemala y alta en relación con Perú o Chile. Si damos crédito a la estadística de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en 2016 se contabilizaban 5.052.239 millones de mujeres en Cuba. Eso representa alrededor de 50 mujeres asesinadas en menos de tres años en delitos calificables como feminicidios.
Recientemente, la cantante Dianelys Alfonso Cartaya, conocida como La Diosa, denunció públicamente al músico José Luis Cortés, El Tosco, por presuntos maltratos físico y abusos verbales. En Havana Times, en Dianelys, la violencia y lo que vino, Irina Echarry recordaba que la Constitución en su artículo 43 plantea que «el Estado protege a las mujeres de la violencia de género en cualesquiera de sus manifestaciones y espacios y crea los mecanismos institucionales y legales para ello. ¿Para qué sirve ese artículo si no se aplica?»
La actriz Violeta Rodríguez, hija del trovador Silvio Rodríguez, también denunció abusos sexuales que revelaría en su muro de Facebook. Miles de internautas le dieron su apoyo en las redes sociales.
«¿Qué papel ha jugado la oficialista Federación de Mujeres Cubanas en todo esto? Hasta ahora ninguno, porque la mayor y única organización de féminas permitida en el país no se mueve si antes no recibe orientaciones desde el poder. El feminismo, como el activismo social, medioambiental o LGBTI, nunca ha sido bien visto por el oficialismo cubano, que considera a todos esos «ismos» como formas heredadas de la mentalidad burguesa y de países capitalistas», escribía Yoani Sánchez en El Mee Too cubano reta al poder con ‘pelos en el pecho’, en 14ymedio.
Pero todavía infinidad de historias de mujeres maltratadas son invisibles en Cuba. Y cientos, tal vez miles de hombres, las siguen acosando, manoseando o se masturban en espacios públicos con total impunidad.
De momento, el régimen no se ha expresado.
Iván García
Foto: Dianelys Alfonso Cartaya. Tomada de IPS Cuba.