Una joven se gana la vida vendiendo artesanías y boinas verde olivo en una explanada contigua a la Plaza de la Revolución, donde antaño el barbudo Fidel Castro pronunciaba sus extensos discursos arremetiendo contra ‘el imperialismo yanqui’. Un sol de miedo asola el lugar. Pasada las dos de la tarde, el termómetro marca 34 grados Celsius, pero el polvo del Sahara, que por estos días afecta a Cuba, provoca una sensación térmica de 46 grados. Cuando un ómnibus de dos pisos llega con turistas europeos deseosos de hacerse un selfie en uno de los íconos de la desgastada revolución cubana, ...
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