Dime con quién andas y te diré quién eres. El viejo proverbio retrata al gobierno de La Habana. Repasemos la lista de aliados cercanos de la dictadura más longeva del hemisferio occidental: Venezuela, Nicaragua, Irán, Corea del Norte, Rusia y China. Poco más.
Al México de AMLO o la Argentina de Alberto Fernández tampoco les incomoda flirtear con el decadente régimen castrista, a pesar de que una parte del poder legislativo en esos países condena las arbitrariedades y violaciones de los derechos humanos en Cuba.
Excepto China, con su estrafalario modelo bicéfalo, economía de mercado capitalista y gobierno totalitario comunista, los otros no son aliados ideológicos. Y sería una burla clasificarlos como sociedades progresistas donde se practica la justicia social.
En Rusia los comunistas pertenecen a la oposición y Vladimir Putin ha implementado leyes contra el movimiento LGBTIQ. La economía es capitalista y la corrupción es brutal. Los oligarcas amigos de Putin controlan casi toda la economía y han amasados miles de millones de dólares. Figuran entre los hombres más rico del planeta.
Al contrario de Bill Gates, Mark Zuckerberg o Elon Musk, los oligarcas rusos no revolucionaron las nuevas tecnologías ni exportan valor agregado. Se han enriquecido con el consentimiento del nuevo zar, gestionando bancos y exportando materias primas.
En Irán, gobernado por ayatolas, además del uso obligatorio del velo y el control policial a las mujeres, es legal que los hombres tengan hasta tres esposas más sin necesidad del consentimiento ni el conocimiento previo de la primera esposa. En pleno siglo XXI, Teherán aprueba la lapidación femenina si es declarada adúltera.
Corea del Norte es una vergüenza para la humanidad. Más que un país, es una puesta en escena. Los súbditos de la dinastía Kim son adoctrinados desde que nacen, obligados a participar en tablas gimnásticas y aplaudir como zombis en celebraciones para venerar a su líder. Los norcoreanos no tienen acceso a internet y las hambrunas son cíclicas.
Secuestrar a extranjeros o estallar en pleno vuelo un avión comercial de pasajeros es legítimo en la política exterior de Pyongyang. Pese a las diferencias étnicas, culturales y geográficas, en Corea del Norte, como en Cuba, se exporta mano de obra barata y a médicos, ingenieros y entrenadores deportivos contratados en el exterior, se les despoja del 80 por ciento de sus salarios.
La Venezuela de Maduro es lo más parecido a un clan mafioso. Un Estado delincuencial donde se practica el asesinato extrajudicial, la tortura a detenidos y el tráfico de drogas. Según documentos divulgados en la investigación periodística Papeles de Pandora, los dirigentes chavistas ostentan un triste récord: robar del erario público miles de millones de dólares. En Nicaragua, Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo constituyen una regresión al tiempo de las más rancias tiranías latinoamericanas.
A grandes rasgos, esos países y la Bielorrusia de Lukashenko, son los aliados íntimos del régimen verde olivo. Numerosas naciones africanas apoyan con su voto en foros internacionales a la dictadura caribeña. Una deuda política que cimentó Fidel Castro con su apoyo al movimiento descolonizador y su participación en guerras civiles en África.
Los aliados más cercanos del castrismo tienen un denominador común: odian a Estados Unidos. Se escudan en el antiimperialismo, pero jamás el Palacio de la Revolución ha condenado al imperialismo ruso. Castro apoyó la invasión soviética a Praga en la primavera de 1968 y la ocupación de Afganistán en 1979. La cacareada continuidad promulgada por el actual mandatario Miguel Díaz-Canel, elegido a dedo por Raúl Castro, pasa por mantener intacta esa retrógrada política exterior.
Existe mucha añoranza. No pocos dirigentes cubanos que sobrevivieron a la Guerra Fría, hablan con nostalgia del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), del armamento soviético gratuito, del petróleo del Cáucaso a precio de saldo y de los miles de millones de dólares (una cantidad dos veces mayor que el Plan Marshall de Estados Unidos a Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial) en subsidios del Kremlin.
Treinta y un años después de la desaparición de la URSS, Cuba mantiene intacto su desfasado modelo de economía planificada y las mismas estructuras militares y políticas. La Seguridad del Estado es una alumna aventajada de la KGB y la STASI de la otrora Alemania Oriental. El PCC es una calcomanía a pequeña escala del PCUS.
Durante 63 años, la Isla ha exportado con éxito la eficacia de su policía secreta, el control absoluto sobre todos los estamentos de la sociedad y una propaganda especialmente diseñada para desinformar, manipular y desvirtuar la realidad. Pero los tiempos han cambiado. En la era de internet y de las redes sociales, la mentira tiene piernas cortas.
El apoyo irrestricto del régimen cubano a la guerra de Putin en Ucrania era de esperar. Algunos analistas consideran que es una forma de agradecer la condonación por parte de Moscú, en julio de 2014, del 90 por ciento de la deuda con Rusia, ascendente a 35 mil millones de dólares. Y recientemente, en febrero de 2022, la reestructuración de la nueva deuda, de 2,300 millones de dólares. Algo debe haber.
Pero el respaldo de los gobernantes cubanos a Rusia poco tiene que ver con regalías económicas: les une el enfermizo resentimiento hacia Estados Unidos y su sistema político que siempre ha tenido Putin, un ultranacionalista rancio. De eso se trata. Por eso la prensa oficial en Cuba miente, manipula y desinforma a la población sobre la guerra pura y dura que desde el 24 de febrero tiene lugar en Europa. La denominan «operación militar especial», como la llama Moscú. Y no invasión de Rusia a Ucrania.
La prensa estatal no ha publicado una línea de los civiles muertos en Ucrania, ni del número de niños asesinados por los misiles rusos. Cuando hablan de Bucha, a pesar de pruebas presentadas por periodistas de la BBC, New York Times, El País y otros medios, repiten el guión del Kremlin: fue una matanza de nacionalista ucranianos o una puesta en escena de Estados Unidos para dañar la credibilidad de Rusia.
Según la narrativa cubana, Estados Unidos y la OTAN son culpables de la guerra. La mano que mece la cuna. Tildan a Zelenski de títere de los yanquis. Acusan a la Unión Europea (UE) de ser unos ingenuos por caer en la trampa de la Casa Blanca. Consideran que las sanciones van afectar más a Europa que a Rusia. Afirman que la UE se ha pegado un tiro en el pie. Sin sonrojarse, dicen que Ucrania es un gobierno nazi, cuando su presidente es de origen judío.
La desinformación ha calado entre cubanos de a pie, incluidos algunos que no simpatizan con Díaz-Canel. Dejan entrever cierta admiración hacia Putin y sospechan que el conflicto fue generado por Estados Unidos para destruir a Rusia. No es nada nuevo. Ya lo dijo Goebbels: una mentira repetida mil veces llega a creerse.
Iván García
Foto: Uno de los carteles que en La Habana daban la bienvenida a la primera visita de Vladimir Putin a Cuba, en diciembre del 2000. Visitó la isla por segunda vez en 2014.