El ventilador dejó de girar pasada las tres y treinta de la madrugada, cuando en medio de un calor denso, una interrupción del servicio eléctrico obligó a Ricardo, la esposa y sus dos hijos a dormir en una colchoneta en el balcón de su apartamento en la barriada de Lawton, a treinta minutos en automóvil del centro de La Habana.
Varias manzanas quedaron a oscuras y alumbrados por velas o linternas, decenas de vecinos se quejaban con palabras subidas de tono y críticas punzantes al mal desempeño de las empresas estatales de la electricidad y el agua.
El apagón se extendió durante siete horas. “No pude plancharle el uniforme a mis hijos que están en exámenes finales. Los mandé a la escuela en ropa de calle. Ni mi marido ni yo fuimos a trabajar. Cuando llegó la luz, después de las diez de la mañana, nos tiramos un rato en la cama. Ya esta situación no hay quien la aguante. Es un problema tras otro. La crisis del agua, que todavía nos sigue afectando, el transporte público que es pésimo, los precios de la comida que no paran de subir y ahora este apagón en medio de un calor terrible”, expresa Zoraida, esposa de Ricardo.
Transcurrido casi un mes de la rotura de una de las principales conductoras de abasto de agua potable a La Habana, luego del intenso despliegue informativo de la prensa oficial, entre justificaciones y un optimismo exagerado, donde la radio, televisión y periódicos notificaban los horarios y el día del suministro de agua en cada barrio, tras la culminación de las reparaciones, concluida hace dos semanas, y con la promesa de que el servicio se normalizaría paulatinamente, diversas zonas de la capital aún siguen sufriendo afectaciones y los medios ni siquiera ofrecen explicaciones.
“Unas 200 mil personas todavía continúan afectadas y están recibiendo el agua cada tres días. Para el jueves 22 de junio se esperaba regularizar el servicio, pero han surgido algunos problemas ”, señaló parcamente un funcionario de Aguas de La Habana en el municipio Diez de Octubre, el de mayor población en la capital.
Los habaneros afectados no paran de quejarse. “En mi casa, el tanque que tenemos en la azotea no tiene capacidad para que el agua pueda durar tres días. A pesar que intentamos ahorrarla, en el baño, cocina y lavado de ropa, agua que podemos acopiar se gasta en dos días. El gobierno dispara una mentira tras otras. Primero se informó que la rotura era cosa de una semana, a lo sumo dos. Y ya vamos para un mes. En vez de armar tanta bulla con las medidas de Trump debieran centrarse en mejorar las condiciones de vida de los cubanos”, se queja Mario, residente en Luyanó, barriada obrera al sur de la ciudad.
Los rumores sobre el recrudecimiento de la perenne crisis económica que viven los cubanos, se esparcen por la ciudad. “De buena tinta, por un amigo de mi hermano que es pincho del partido, supe que para el verano próximo el gobierno hará nuevos recortes en el consumo de combustible de las empresas, y que las fábricas e industrias improductivas van a cerrarlas hasta nuevo aviso. La escasez se nota. Los agros estatales están vacíos y las tiendas en divisas desabastecidas. Se comenta que en la sesión de la Asamblea del Poder Popular, el próximo 14 de julio, van anunciar nuevas medidas de recortes. La cosa pinta fea”, dice Miriam, ama de casa, en el portal de una bodega en el municipio Cerro.
Diario Las Américas no pudo verificar esos comentarios y rumores.
Un funcionario bancario que prefiere el anonimato considera que la situación financiera del país es “bastante delicada. No hay suficiente liquidez de divisas. Incluso los pagos de las diferentes deudas contraídas con empresas extranjeras no se están efectuando. El turismo, que aporta alrededor de 3 mil millones de dólares en ingresos, devora casi el 60 por ciento de esos ingresos en la compra de insumos. Las remesas son la tabla de salvación, pero con el desabastecimiento en las tiendas por divisas y los altos precios, muchas personas gastan los pesos convertibles en el mercado negro o el comercio paralelo de las ‘mulas’ que traen productos del extranjero. Una gran parte de ese dinero no está retornando a las arcas del Estado, pues las personas involucrada en esas actividades o lo ahorran o lo utilizan como inversión en sus negocios. A eso se añade que la entrada de dólares por la exportación de servicios médicos ha caído en un 30 o 40 por ciento”.
Para minimizar la realidad, la autocracia verde olivo utiliza como cortina de humo el discurso antiimperialista y las condenas a la nueva política de restricciones de Donald Trump.
“Esa narrativa siempre le ha funcionado. Pero la gente de la calle sabe que es un discurso gastado. No se puede justificar todo el naufragio nacional y el mal desempeño de los servicios públicos con el bloqueo económico de Estados Unidos ni con la reciente política agresiva de Trump. Los cubanos están al límite de todo. No es recomendable pensar que los cubanos siempre van a soportar callados. Situaciones como los apagones y las afectaciones en el suministro de agua, crispan a las personas y sus reacciones pudieran ser impredecibles”, alerta un sociólogo.
Con las finanzas en números rojos, una recesión económica que amenaza convertirse en una crisis de incalculables consecuencias y grandiosos planes de desarrollo que a los cubanos de a pie le suenan a ciencia ficción, las autoridades transitan por un precipicio peligroso.
Seis décadas vendiendo ilusiones y con promesas incumplidas están llegando ya un final. Y puede que no sea precisamente feliz.
Iván García
Foto: Casi un millón de habaneros han estado más de un mes con afectaciones en el suministro de agua. Tomada de Diario Las Américas.