Aunque hablen mal el español, con frases entrecortadas y a veces incoherentes, Sarah y Liudmila, en teoría, no son analfabetas. Según consta en sus certificados escolares, aprobaron el duodécimo grado.
Después de terminar el preuniversitario (bachillerato), optaron por la manera más rápida de ganar dinero: dedicarse al jineterismo o prostitución. Igual se acuestan con un extranjero, no importa nacionalidad, raza, credo u orientación sexual, que con un cubano, siempre y cuando tenga dinero suficiente para pagarles una noche de fiesta, alcohol y cocaína.
Liudmila le cuenta a Sarah su última ‘hazaña’. Lo hace en ese idioma reinventado que se habla en La Habana.
Versión original: “La volá de anoche. Enganché a un punto que estaba pa’comer y pa’llevar. Bajamo una pila de tanque y luego me fui con el gil pa’l cuartico del fambá. El tipo me dio una linga que pa’qué. Al final me dio cincuenta cañas. Hoy por tengo segunda vuelta con ese monstruo, ¿estás pa’la cosa, fulana”.
Traducción: «Lo que hice anoche. Conquisté a un cliente que estaba super bueno. Nos tomamos varias cervezas y luego alquilamos una habitación en una casa particular. El tipo era de primera en la cama. Me pagó 50 dólares. Hoy lo vuelvo a ver, ¿quieres acompañarme ?
Sarah y Liudmila, como miles de jóvenes cubanas, se prostituyen por un puñado de dólares. Es su derecho. Lo penoso es su vulgaridad al expresarse. Gesticulan como simios y conversan en voz alta, sin importarles quienes a su alrededor las puedan escuchar.
Ahora mismo, Cuba está abocada a varias crisis que se entrelazan. La económica, convertida en perenne; de identidad, con un segmento amplio de adolescentes a los cuales no les interesa la historia ni la cultura de su país, y la más profunda, la ausencia de moral y valores, que se acentúa por el declive del idioma, con personas que cada vez hablan peor el español y su comportamiento es vulgar y agresivo en ocasiones.
Ya se conoce que el castrismo no ha hecho sus deberes en materia económica y social. Desde los servicios, pasando por la estética revolucionaria en el diseño y la arquitectura -por lo general chambón y de mal gusto-, hasta la incapacidad de producir carne de res, pescados, mariscos y frutas para la población, no solo para el turismo.
Las penurias y carencias materiales se pueden superar con un gobierno eficaz e incorrupto. Pero, ¿ y la crisis de valores?
Es indudable que superarla costará bastante tiempo. Probablemente varias generaciones.
Usted monta en un taxi colectivo y si da los buenos días nadie le responde. Los ciudadanos botan la basura en cualquier esquina a expensas de generar epidemias de incalculables consecuencias. Cualquiera se cree con el derecho de poner música en su casa a decibeles inaguantables, sin importarle sus vecinos.
Maltratar a los hijos o golpear a la novia o esposa es frecuente. También se ha convertido en algo habitual beber cerveza en un bar y aunque haya un baño público cerca, los hombres prefieren orinar en la vía pública. Y en caso de urgencia, defecar en la escalera de un edificio.
Una anécdota. Iba camino a mi apartamento, cuando veo a una señora excretando a la entrada de un edificio al doblar del mío. Ante el regaño, la mujer, pasada de tragos, responde: “Ay, jabao, no te hagas el fino, que to’el mundo cuando se está giñando hace sus necesidades donde puede. No voy quedarme con la mierda atorá adentro, ¿no?”.
Pero el linchamiento más letal es al idioma español. De una forma u otra, los cubanos lo hemos ido matando al incorporar a nuestro léxico, frases marginales que a muchos les parece ocurrentes y jocosas.
No es una broma. Sergio, graduado de ciencias políticas, considera que el pobre lenguaje utilizado por los medios del régimen, una narrativa viril y nacionalista, con un ligero toque de neo fascismo tropical, ha incidido en la involución del castellano y afectado las reglas de urbanidad.
“Fidel Castro quiso barrer con el pasado y adoptó un nuevo lenguaje, grosero, prepotente y belicoso hacia quienes se le oponían, dentro y fuera del país. El señor y señora se sustituyó por compañero y compañera. Y la cortesía por una ‘caballerosidad proletaria’ que en la práctica no funcionó. Toda la propaganda del gobierno y del partido comunista ha estado desbordada de consignas, siglas y un léxico aburrido. Esas aguas trajeron estos lodos. Hoy, cuando hablan, muchos cubanos no dominan más de quinientas palabras del diccionario, no saben redactar y su ortografía asusta” .
Sarah y Liudmila, las jineteras habaneras, son un buen ejemplo de ese retroceso.
Iván García
Hispanost, 19 de julio de 2017.
Foto: Hombre orinando en la calle. Tomada de Cubanet.