Desde las diez de la mañana del jueves 4 de mayo, a un costado de la pizzería estatal El Encanto, ubicada en el municipio Diez de Octubre, al sur de La Habana, se comenzó a vender el litro de cerveza a granel a 30 pesos. En la llamada Plaza Roja de La Víbora, parquearon otra cisterna de cerveza y en un timbiriche ambulante se ofertaba la libra de boniato a 50 pesos y un racimo de plátano burro a 100 pesos.
Una brigada de operarios armó con premura una tribuna de madera, adornándola con cursis banderas rojas y una frase del dictador Fidel Castro situada a lo alto en el fondo del escenario. Al día siguiente, el viernes 5 de mayo, pasada las siete de la mañana, el intendente del municipio Diez de Octubre, el más poblado de La Habana, acompañado por los gerifaltes del partido comunista en la zona, bajaron de un van Mercedes Benz y subieron a la tarima para dar comienzo a ‘las actividades postergadas por el primero de mayo’.
A esa hora, Gustavo y tres amigos del barrio, borrachos incorregibles, sin desayunar, ya se habían bajado un par de litros de cerveza de cuarta categoría. Sentados en la acera y recostados a la cerca perimetral de la escuela secundaria José Enrique Varona, ubicada en la Plaza Roja, ni se dieron por enterados de la puesta en escena del régimen.
Se acababa una cisterna de cerveza y traían otra. “Pa’ eso sí hay combustible, pa’ tener a la gente anestesiada con el alcohol y formar sus pachangas políticas. Qué asco de gobierno”, decía una señora con una jaba al hombro.
El intendente, el primer secretario del partido comunista en Diez de Octubre y el resto de los burócratas, obesos y con caras de sueño, subieron al estrado con sus camisas a cuadros y bolígrafos en los bolsillos. El discurso fue breve. En cinco minutos destacaron la ‘alegría del pueblo trabajador’, evocaron a Fidel Castro, culparon al ‘bloqueo yanqui’ del desastre nacional y prometieron ‘un socialismo próspero y sostenible’. El guateque culminó con el manido Patria o Muerte.
Indiferentes, los convocados aplaudieron. No eran muchos, alrededor de un centenar. Tras las palabras del jefe partidista regresó la música. Esta vez reguetón. Numerosas personas, ajenas a los mandamases locales, hacía cola para comprar una magra ración de arroz con salchicha a 32 pesos. Mientras, Gustavo aconsejaba a su pandilla de borrachines, “déjense de glotonería con la birra, beban despacio, que hay cerveza pa’ rato”
A un kilómetro de la Plaza Roja, en la barriada del Mónaco, una cola monumental, donde no faltaron broncas, insultos y policías pidiendo calma, aguardaba para comprar arroz a 72 pesos la libra. Cerca otra pipa de cerveza. Y música de fondo. De nuevo, pan y circo.
“Brother, no le des más taller a esto. Lo que queda en Cuba es partirte la cara con un buche de alcohol o un prajo de enfory (marihuana). Como único se aguanta esto es volao. El que se escape de esta vuelta queda loco”, comentaba un tipo pasado de trago.
La Habana, a pesar de la bestial crisis económica e inflación creciente con precios al estilo de Qatar, es una isla dentro de la Isla. Los apagones son mínimos y la cerveza importada es más barata que una bolsa de pan.
Ariel, un guantanamero que emigró hace tres años, afirma que “viajar a La Habana es la primera escala. La siguiente es pirarte pa’ Miami. Vivir en Cuba se ha convertido en misión imposible. Pero al menos en la capital corre dinero, puedes meter cabeza y luchar el baro (dinero). En Oriente la cosa está pelá. Un hambre de tres pares, no hay agua ni pa’ bañarse y los apagones son de seis a ocho horas diarias”.
“Es lo que nos toca por ser ‘revolucionarios’. En La Habana el gusaneo está a la orden del día. Hay que pagar para encontrar a alguien que apoye al proceso. Por eso el gobierno le da tratamiento especial. Tienen miedo que se arme un jaleo y los arrastren por la calle. Ir de un municipio a otro es más fácil que en Caimanera, un pueblo pequeño que queda a 24 kilómetros de la ciudad de Guantánamo”, dice Ariel.
Después de la 7 de la noche del sábado 6 de mayo, mientras los vecinos seguían comprando cerveza barata en cubos y envases plásticos en la Plaza Roja de La Víbora, a 1,200 kilómetros al este de La Habana, en Caimanera, uno de los diez municipios de la provincia de Guantánamo, cientos de caimaneros se lanzaron a las calles a protestar por la falta de comida y pidiendo libertad, según reportes en las redes sociales y en medios independientes.
Caimanera tiene poco más de 11 mil habitantes. Es una localidad custodiada por militares y se necesita un permiso para entrar y salir o visitar a un pariente o amigo, por su ubicación geográfica: limítrofe con la Base Naval de Guantánamo. El régimen siempre intentó darle un trato especial.
“Fidel pensaba que en caso de guerra con Estados Unidos, Caimanera y la provincia de Guantánamo, serían ocupadas fácilmente por los americanos. Aquí tú te paras en el techo de una casa y divisas la luces del McDonald’s que hay en la Base. Los canales de televisión de Estados Unidos entran como un cañón. Escuchas a los aviones de combate supersónicos y ves a los buques de guerra anclados en la bahía», cuenta por WhatsApp un vecino del poblado.
«En tiempos de vacas gordas, cuando existía la URSS, nos daban cuotas extras de carne res, leche, pollo, pescado y otros productos por la libreta. Los salarios eran un 30 por ciento superior a los del resto en Cuba. Pero eso fue hace mucho tiempo. Como el poblado está militarizado, no se puede ni pescar por la cercanía con la Base y el mercado negro está muy controlado. Pero ya la gente se cansó de tanta miseria. Estaba lloviendo y cientos de vecinos se dirigieron a la sede del partido municipal, coreando ‘queremos comida’, patria y vida y abajo el comunismo».
Las autoridades cortaron las comunicaciones telefónicas y conexión de internet. En la provincia de Guantánamo hubo un apagón de varias horas, que fue justificado por el periódico oficial, Venceremos, como una avería en el sistema electroenergético nacional. En algunas provincias, incluyendo La Habana, desde las ocho hasta la medianoche se interrumpió la conexión a internet. Videos que circulan en redes sociales muestran transmisiones en vivo de la marcha donde predominaban mujeres y jóvenes.
Al filo de las diez de la noche, la protesta fue reprimida por uniformados de la Brigada Especial del Ministerio del Interior conocidas como los Boinas Negras, que arrestaron y golpearon a los manifestantes. El periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada compartió imágenes de las protestas e informó de la detención de cinco jóvenes. Yeris Curbelo Aguilera, activista conocido y respetado en Caimanera, contó que el “municipio permanecía completamente militarizado”.
Pasada las once de la noche del sábado 6 de mayo, NetBlok, un observatorio que monitorea los cortes de conexión a la web en todo el mundo, denunció que el tráfico de internet había colapsado en la Isla tras las protestas en Caimanera y que posteriormente se había restablecido parcialmente. En la mañana del domingo 7, varios opositores y periodistas independientes seguían con el servicio de datos móviles interrumpido.
El tema del momento en colas y taxis colectivos de La Habana era la protesta de Caimanera. En la Plaza Roja de La Víbora, había gente que continuaba bebiendo cerveza. Por los altavoces, Shakira cantaba Dónde están los ladrones.
Iván García
Fotomontaje con los rostros de Yandris Pelier Matos, los hermanos Felipe Correa Martínez y Luis Miguel Alarcón Martínez, y los también hermanos Rodi y Daniel Álvarez González, los cinco jóvenes detenidos en Caimanera. Tomado de CiberCuba.