La paz es merecida por cualquiera que fallezca, político o agnóstico, pero todo indica que después de muerto, Orlando Zapata Tamayo todavía aterroriza al régimen, precisamente por la naturaleza de la lucha pacífica que emprendió, en defensa de la libertad en Cuba, por la cual luchó y dio su vida, por eso insisten en no darle paz.
Estamos ante una estrategia muy común en las más vulgares dictaduras y el régimen cubano ni aquí consigue ser diferente de Pinochet, Salazar, Franco y tantos que a la izquierda o la derecha, impusieron climas de terror a sus pueblos, retirándoles la libertad y persiguiendo, encarcelando, torturando y asesinando compatriotas que con coraje se les oponían.
Este reciente contra ataque del régimen cubano por medio de sus órganos de comunicación, cuando ya no podían evitar el asunto después de la muerte de Orlando Zapata, al adelantar un artículo atacando las prisiones americanas, los crímenes que en éstas son perpetrados, en una tentativa desesperada de desviar la atención de este homicidio, son la evidencia de la responsabilidad que le es imputada en el mundo entero.
Sorprendidos por el eco que el crimen que cometieron tuvo a nivel internacional, con artículos en prácticamente en todos los medios de comunicación social, con descripciones de las últimas horas de vida y primeras de Zapata ya muerto, innumerables las declaraciones de gobernantes que condenaron este crimen, o solamente lo lamentaron, a excepción de Lula da Silva, que fue de los pocos que intentó disculpar al régimen, se vieron por eso en la obligación de reaccionar, haciéndolo de forma más comprometedora.
Ese ataque de la prensa cubana contra la figura de Orlando Zapata, es un ejemplo del desprecio por el ser humano y la mayor evidencia de su responsabilidad en este crimen, que no surtirá el efecto deseado, porque son los propios actos del régimen los que vienen a contradecirlos.
Es inaceptable la argumentación de los manipuladores de la «pena» pagada por Fidel y Raúl Castro, intentando transformar a Orlando Zapata en un preso común, sin explicar por qué razón, y que fue el propio régimen, en darle la dimensión de «importante prisionero político».
Por qué razón es que el régimen y todos sus lacayos, intentaron ocultar con diversos procedimientos, el lugar donde se encontraba Orlando Zapata, en vida o ya muerto, tratando todo el proceso de forma secretísima?
Si Orlando Zapata era simplemente un preso común, por qué razón es que fui siempre trasladado de un lugar a otro, siempre con escolta de la Seguridad del Estado, la tenebrosa policía política del régimen, y no por otra fuerza cualquiera de orden público?
Por qué razón es que después del traslado de Zapata aún en vida para el hospital donde fue dado por muerto, la Seguridad del Estado trató de detener, en sus respectivas residencias, a numerosos opositores políticos, impidiéndoles que pudieran salir de sus casas?
Por qué razón es que ni la propia madre de Zapata pudo acompañar a su hijo en los últimos momentos de vida, que como cualquier ser humano, merecía haber tenido la bendición de la progenitora en esa hora final?
Por qué razón los cientos de disidentes que intentaron trasladarse hasta la tierra natal de Orlando Zapata, en su gran mayoría fueron impedidos de llegar, amenazados de prisión y otras medidas represivas?
Cómo explica la dictadura cubana los numerosos dispositivos policiales y militares, que invadieron la tierra natal de Orlando Zapata, a 900 kilómetros de La Habana, con todas las entradas controladas por las fuerzas gubernamentales, en una tentativa por impedir que el fallecido tuviese un funeral idéntico al resto de los mortales más comunes, en paz, acompañado por la familia y por los amigos?
Será que en Cuba un simple ciudadano, después de muerto, obliga a todos esos dispositivos de fuerza, seguridad, limitación de movimientos y procedimientos secretos, como si de un importante prisionero político se tratase? Es eso normal?
No… lo que ocurre es que Orlando Zapata Tamayo, después de muerto todavía aterroriza al régimen, por la forma heroica como lo enfrentó, al punto de obligarlo a perder la cabeza y querer justificar ahora lo injustificable.
El descontrol político de los Castro ya alcanzó tal dimensión, que al contrario de otros tiempos, viven hoy la pesadilla de todos los crímenes que cometieron, agravado por el hecho de saber que un día tendrán que pagar, acusados de asesinar a un pueblo en toda su dimensión.
Carlos Moreira