Desde La Habana

Ya los niños cubanos no quieren ser peloteros, ahora quieren ser futbolistas

Según Gerardo Acosta, trabajador de la televisión estatal, el pasado miércoles 16 de agosto a las 5 de tarde, cuando arrancó el partido por el título de la Supercopa de España entre el Real Madrid y el Barcelona, había una audiencia del 62%.

Les explico mejor. Esto representa que cerca de 4 millones de cubanos vieron en vivo el encuentro del Camp Nou. Estas cifras superan la cantidad de personas que siguieron los play-offs finales de la temporada de béisbol, asegura Acosta.

Los vacacionistas de verano y amantes a los deportes agradecen que el Estado trasmita en directo juegos vibrantes y de calidad como son los clásicos Madrid-Barça.

Es una buena señal. También se anuncia que los mundiales de campo y pista a celebrarse en Daegu, Corea del Sur, a partir del 27 de agosto serán trasmitidos por la tele.

El béisbol sigue sufriendo. El deporte nacional está en horas bajas. Ahora mismo se efectúa la liga de desarrollo, la segunda categoría, donde toman parte peloteros hasta 25 años. De ahí saldrán muchos de los jugadores que este año vestirán las casacas de sus novenas provinciales.

La televisión sólo trasmite un encuentro los sábados. Y de forma diferida. El viernes 19 arrancó en Lagos de Moreno, México, el campeonato mundial de cadetes 15-16 años, y no se tiene previsto que se trasmitan los juegos.

Ningún periodista asistió al torneo para darle cobertura. A puro sol entrena la selección juvenil que a principios de septiembre tomará parte en la lid panamericana de su categoría. Escasea la información.

Se sabe más de la preselección nacional de adultos que se prepara con vistas al campeonato mundial de Panamá y los Juegos Panamericanos de México. Pero el béisbol sigue perdiendo fanáticos.

Inclusive, a los más jóvenes no les gusta. Su delirio es por el fútbol. No el de casa. Ese no le gusta a nadie. El juego vulgar del once nacional apenas tiene seguidores.

El balompié que encandila viene de Europa. O Sudamérica. La gente paga hasta 30 dólares por una camiseta de Lionel Messi, ya sea culé o albiceleste. Los fans de Brasil se hacen un corte de cabello similar al de la nueva estrella del Santos, Neymar.

En los parques y terrenos baldíos se juega fútbol. Todos intentan imitar el toque de Xavi o los movimientos de Iniesta. Si usted vive en la diáspora y hace años no visita La Habana, les cuento que ya en las calles de los barrios no se juega a ‘las chapitas’, con el bate hecho de palo de escoba y chapas de refresco escachadas.

Adiós a los encendidos ‘pitenes’ en las cuatro esquinas, con pelotas de goma o esponja. Se bateaba con la mano y los niños lloraban cuando perdían un partido con los chicos de otras barriadas.

Tampoco se juega ‘al flojo’ en los ya escasos terrenos de béisbol de la ciudad. El fútbol le ha usurpado su espacio. Los hijos de Frómeta, un jabao de casi dos metros, residente en La Víbora, no quieren jugar baloncesto como su padre o dar aquellos jonrones kilométricos donde la pelota volaba como si tuviese alas. Quieren ser futbolistas.

Devoran las revistas y diarios de fútbol internacional. Están al tanto de los traspasos de este verano. Saben más de la vida personal de Cristiano Ronaldo o Casillas que del béisbol local.

El Estado cubano apoya la difusión del fútbol internacional. Vale. Lo que nadie entiende es por qué a la pelota, el deporte nacional, no se le da igual tratamiento informativo.

Quizás sea un castigo. Por tantos jugadores que han desertado en los últimos años. O porque el baseball es pasión en Estados Unidos. No sé. Algo de eso habrá.

Iván García

Foto: Walter Iooss Jr., Sports Ilustrated. En 1999 todavía los niños cubanos jugaban a la pelota en las esquinas.

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