Tal vez algún día, cuando se abran las puertas de los archivos secretos del régimen de los Castro, se sabrá qué cantidad de dinero de las arcas del Estado se ha gastado para trazar un lobby feroz forzando a Estados Unidos a derogar el embargo.
La historia del ‘bloqueo’, como le llama la narrativa oficial, es conocida por cualquier cubano. Una metáfora exagerada. Aunque es cierto que debido al embargo empresas cubanas no pueden comprar medicinas de última generación para combatir el cáncer infantil o piezas de recambio de ómnibus GM, en trasnacionales de América Latina se pueden adquirir equipos y productos con patentes estadounidenses.
El embargo a Cuba tiene como génesis la confiscación de bienes a ciudadanos de Estados Unidos sin la debida compensación por parte de Fidel Castro. Un tema que un futuro se deberá negociar.
Fue instaurado en 1960 de manera parcial por la administración de Eisenhower y arreciado el 3 de febrero de 1962 durante el mandato de Kennedy. Luego ha sido codificado por los diferentes ejecutivos de la Casa Blanca.
El embargo es antipopular entre una amplia mayoría de cubanos en la Isla y en el mundo. Hay mucho de mito y un poco de realidad.
Nadie puede entender, como a pesar del “riguroso embargo”, en las tiendas habaneras por moneda dura, usted puede comprar una amplia gama de electrodomésticos Black & Decker, RCA o Westinghouse, tan estadounidenses como el pudín de calabaza en Halloween.
Si deseas refrescarte del calor tropical, puedes hacer una pausa con Coca Cola mientras te fumas un cigarrillo Malboro. También puedes comprar una impresora HP, una botella de Jack Daniel´s elaborado en Tennessee o echarle salsa Del Monte a tus espaguetis.
Con ciertos productos, las empresas de la autocracia que hace 55 años gobierna Cuba se las agencian para violar el embargo. A pesar de las prohibiciones, Windows se utiliza en el 95% de los ordenadores de empresas y oficinas gubernamentales cubanas.
El comercio paralelo entre cubanos de una y otra orilla, ha propiciado que los envíos de dólares a Isla rocen los 3 mil millones anuales y el de pacotilla probablemente supere esa cifra. Ahora mismo, las remesas familiares son la segunda industria nacional, después de la exportación de servicios médicos.
Aún así, el embargo me parece más absurdo que injusto. Si lo que se pretendía era castigar las confiscaciones ilegales de Fidel Castro o la subversión descarada en América Latina y el envío de tropas militare a África, entonces la medida fracasó.
Solo es útil como propaganda verde olivo. Con dólares en la mano, el gobierno cubano puede comprar alimentos y medicinas en Estados Unidos. El primer barco que el pasado mes de enero entró por el publicitado Puerto del Mariel, fue un navío gringo repleto de pollo.
Mientras la presidenta brasileña Dilma Rousseff y el general Raúl Castro ofrecían sus discursos de inauguración en la II Cumbre de la CELAC celebrada en La Habana, las pesadas grúas descargaban toneladas de aves congeladas.
La pregunta del millón es la siguiente: ¿si el embargo tiene más agujeros que un queso y lo condena una mayoría de la comunidad internacional, que beneficios políticos obtiene Estados Unidos con su mantención?
No me hablen de los derechos humanos. Eso es periódico viejo. China y Vietnam son igualmente autoritarios, castigan a los disidentes, violan la libertad de expresión, asociación y protección laboral como Cuba.
En las selvas vietnamitas murieron 55 mil soldados estadounidenses. Eso no fue óbice para que años después el Congreso de Estados Unidos le diera el trato de nación más favorecida.
China, donde los obreros trabajan en condiciones del peor capitalismo, cobrando salarios miserables, es sedes de miles de negocios de Estados Unidos y es el principal acreedor de los bonos del Tesoro norteamericano.
Se puede pensar que China y Vietnam, por sus millones de habitantes, resulta un mercado potencial de consumidores para las empresas estadounidenses. Pero la política no se puede supeditar solo a los negocios.
La democracia de Estados Unidos, con su formidable Constitución y los valores que de ella emana, ha trascendido en el tiempo. El pragmatismo de sus gobernantes es proverbial. La política es el arte de lo posible.
Es evidente que el régimen tiene que utilizar canales clandestinos para su comercio. Pero eso no le ha impedido que acumulen cientos de millones de dólares en cuentas personales y satisfagan caprichos consumistas al adquirir jeeps Hummer o computadoras Apple.
Los cubanos no viven mal ni comen poco debido al embargo. La causa es la pésima gestión gubernamental, a todos los niveles. Pero el embargo es el pretexto perfecto para justificar el desastre económico.
Muchos disidentes están contra el embargo. El lobby de millonarios cubanoamericanos y de agentes de influencias del gobierno de Cuba radicados en Estados Unidos se ha apropiado de ese discurso.
Cuando Carlos Saladrigas apostaba por el conservadurismo político, ya la acosada oposición en la Isla reclamaba el cese del embargo. Los Castro nunca han reconocido que no todos los disidentes apoyan el embargo.
Prefieren negociar con funcionarios norteamericanos o el lobby anti- embargo afincado en Estados Unidos. Es una de las razones por la cual algunos opositores han cambiado -e incluso endurecido- sus opiniones y hoy son defensores del mantenimiento del embargo.
Pero el régimen los sigue ninguneando. El lobby anti-embargo tampoco los tiene en cuenta y, además de desplazarlos, con el mayor cinismo le han usurpado su narrativa.
En este juego político entre las dos orillas, queda al descubierto una táctica macabra: descolocar a la disidencia. Sin títulos universitarios, dinero o negocios, estos disidentes son los que han sufrido cárceles, golpizas y represiones. O han pagado su oposición con el destierro y la ignominia.
Se debe negociar y levantar el embargo, por ineficaz o torcido, pero contando con todos los puntos de vista. No solo con los de una parte. Cuba es de todos los cubanos, al margen de su bolsillo y su ideología.
Iván García
Foto: Venta de pollo frito en La Habana. Buena parte del pollo consumido por los cubanos es americano. El puerto de Mariel fue inaugurado el 27 de enero de 2014 con la descarga de 500 contenedores de pollo congelado procedente de Estados Unidos. Pese al embargo, desde el año 2000, Washington autorizó la venta a Cuba de medicinas y alimentos.