Navegar por internet con 33 grados bajo el sol pudiera clasificarse como un deporte extremo. Si usted recorre la céntrica Calle 23, en La Rampa habanera, observará a un centenar de jóvenes y adultos apiñados en un portal, escaleras o sentados en un muro, revisando su cuenta de Facebook o leyendo una nota en un diario de la Florida.
Internet llegó a Cuba a precios que rayan en el absurdo. El monopolio estatal ETECSA es un dinosaurio que intenta cruzar un puente colgante bailando swing.
Hablar de la incapacidad, burocratismo y mal servicio de la empresa es una redundancia. A las personas que sean iracundas, hipertensas o violentas, les aconsejo no hacer trámites en sus oficinas comerciales.
Luego de dos horas de cola, trato grosero de sus empleados y pagar a precio de oro una cuenta de internet, se puede entender la metamorfosis de un asesino en serie.
Un día cualquiera, una persona desequilibrada, alterado por la lentitud, con una mocha de cortar caña puede cargarse a los fastidiosos ejecutivos, funcionarios y zánganos de una empresa que ha logrado hacer de la ineptitud un estilo de vida.
Al menos eso me pareció cuando en un mediodía de calor insoportable, un usuario fuera de sí no pudo controlar su ira, y dando zancadas con los cables sueltos, en plena crisis, como William Munny cuando bebía un trago antes de bajar al pueblo, comenzó a decirle groserías a una empleada que nerviosa corrió a llamar un custodio de seguridad.
El tipo llevaba razón. En su cuenta de internet tenía 70 cuc, pero al intentar navegar con su tableta por la red inalámbrica de la Avenida 23, un cartel le avisaba que no tenía dinero para acceder al servicio.
“Es tremendo el relajo y mal trabajo de ETECSA. Tengo que venir todos los meses y hacer cola de una hora para limpiar la bandeja de entrada de mi correo Nauta en el teléfono móvil. No sé por qué la empresa no busca una solución técnica a ese problema”, señaló Rosario, quien se solidarizó con el iracundo hombre que soltaba humo por los oídos.
Un tipo de nombre tan raro como Maimir Mesa, Ministro de Comunicaciones, airea orgulloso la intención del gobierno de informatizar la sociedad cubana. Y sin sonrojarse hace casi una elegía con la rebaja de precios en el acceso a internet. Si antes para navegar, un cubano debía gastar 112 cuc al mes, ahora el bondadoso Estado lo abarató a 50 cuc.
Sucede que ningún trabajador en Cuba gana 2 cuc diarios. El salario promedio es de 23 pesos convertibles al mes. Para navegar una hora diaria se necesitarían 60 cuc. Pero la docilidad del cubano es de monumento.
Y aquí estamos, tirados en una acera de la Avenida 23, navegando por internet bajo un sol de justicia, subiendo fotos a Facebook y ‘dorándole la píldora’ a un pariente en Miami o un amigo extranjero, para pedirle dinero, una tableta Apple o un calzado deportivo Nike.
Heberto, emprendedor privado, cuenta que había pactado un acuerdo con un amigo residente en La Rampa para montar un cibercafé. “La idea era vender comida y refrigerios. Íbamos a comprar media docena de computadoras. Pero necesitábamos que ETECSA nos habilitara internet y wifi. Cuando se lo planteamos a un ejecutivo, nos dijo que la empresa no estaba autorizada a vender ese servicio a particulares. En la vida real, los trabajadores privados solo somos una tarjeta de presentación del gobierno para vender al exterior la imagen de apertura”, acotó.
En las redes inalámbricas habilitadas en La Habana, las cafeterías estatales que venden en moneda dura no ofrecen ese servicio. Incluso, un café en la planta baja del Centro de Negocios de Miramar, el gerente pidió a ETECSA cerrar el wifi, pues “los usuarios se sentaban a navegar y solo un consumían un refresco”, dice una camarera.
La paciencia y resignación del cubano parece no tener límites. Ni siquiera pagando a precios de infarto reclamamos nuestros derechos.
No me asombra si en 2059, un millón de habaneros festejan en la Plaza de la Revolución el advenimiento del centenario de Fidel Castro al poder. Yo espero estar muerto para esa fecha.
Iván García
Foto: Estos usuarios fueron más inteligentes: aprovecharon un quicio a la sombra de una arboleda en el exterior del Pabellón Cuba, en La Rampa, y que a esa hora el sol no castigaba ese lado de la Calle 23, una de las más céntricas de La Habana. Tomada de Daily News.