Pocas veces una noticia ha hecho feliz a un abanico tan variopinto de cubanos en la isla: a los gobernantes y a un grupo de disidentes; proxenetas y jineteras; heterosexuales y gays cazadores de visas; camareros y taxistas estatales o particulares; gerentes de hoteles y dueños de casas con licencia para alquilar a extranjeros; cambistas extraoficiales y vendedores ilegales de tabacos, discos, obras de arte y marihuana, entre otros artículos ofrecidos por los ‘bisneros’ (negociantes).
La ‘pacotilla’ (mercaderías baratas) alcanzará niveles insospechados. Y aumentarán los importadores y comerciantes clandestinos de productos Made in USA. Aduaneros y maleteros se frotarán las manos en los aeropuertos. Fefa y su comité tendrán que andar con cien ojos, por si entre los gringos se cuela un espía o un agente de la CIA.
Habrá más mujeres negras fumando tabaco por la Habana Vieja. Y también loquibambios con boinas y barbas, disfrazados de Che, y dúos y tríos de músicos en bares y restaurantes cantando La Guantanamera. Hasta los viejos revendedores de periódicos pueden ponerse las botas, y en vez de un peso, pedir «one dollar» por un Granma.
Porque si algo en estos 51 años han aprendido los buscavidas criollos es a hablar inglés. Mejor o peor, pero lo suficiente para timar a los turistas.
Esa oleada de americanos, tan esperada por ciertos sectores de la oposición y repudiada por una parte del exilio, pudiera contribuir a serrucharle el piso a la dictadura y traer aires de cambio a la sociedad cubana. Al margen de que el turismo, la población y la disidencia se beneficien con esos viajes, lo que no deja lugar a dudas es que una entrada de dólares a granel le dará a los Castro el respiro económico que necesitan para afianzarse aún más en el poder.
Tania Quintero
*Yumas le dicen en Cuba a los americanos.
Foto: quarkness, Flickr