Después de disfrutar de su tacita de café fuerte, Samuel Quijano, 68 años, enciende un tabaco torcido a mano y mira al cielo, en busca de una señal que augure lluvias.
Quijano es propietario de una parcela de tierra a kilómetro y medio de la Autopista Nacional, donde siembra hortalizas, frijoles y posee una hilera de platanales exhaustos.
“La escasez de agua está matando a la tierra. Parece una maldición de Dios. No llueve lo suficiente para obtener buenas cosechas. Los animales se enferman y mueren de hambre y sed. Veremos si el Papa Francisco hace el milagro de traer las lluvias”, apunta Samuel, quien acompaña a una vaca, casi en los huesos, a buscar forrajes en una pequeña colina.
Desde hace un par de años, el campesino asiste a misa, más por aburrimiento y curiosidad que por devoción. “Hay que creer en algo. Si no las personas están vacías”, dice.
Su historia personal se imbrica con el proceso político comandado por Fidel Castro. “Es un dale pa’lante y pa‘tras que no hay quien lo entienda. Fui miliciano y estuve en Angola. En aquel tiempo un católico era lo que hoy es un disidente. A ciencia cierta, no sé cuales seránlos beneficios de la visita del Papa. Yo me conformo con que llueva”.
Setenta y dos horas antes de que el Sumo Pontífice aterrice en La Habana, la gente común no parece prestarle mucha atención. Sigue en lo suyo: recorrer la ciudad en busca de alimentos y ver de qué forma ingresan unos pesos extras al magro presupuesto familiar.
Ya la autocreacia verde olivo se alista para darle la bienvenida al Papa argentino. En la Calzada 10 de Octubre, una brigada estatal empapeló las vidrieras desnudas de tiendas estatales con un poster de Francisco y una bandera cubana detrás.
Jorge Bergoglio será recibido como Misionero de la Misericordia. Desde hace dos semanas, en la Plaza de la Revolución está lista una plataforma de acero forrada en madera y rodeada de banderolas blancas, rojas y azules.
Flanquean el improvisado santuario, el busto de mármol del Apóstol José Martí y una holografía desmesurada del guerrillero argentino Che Guevara a la izquierda de la tribuna papal.
Algunas arterias de la capital por donde pasará la comitiva del Vicario de Roma han sido maquilladas. La Avenida Carlos III y la calle Reina recibieron de prisa una mano de pintura barata. La majestuosa Catedral de La Habana sí fue restaurada a fondo.
“Siempre que viene un Papa sucede lo mismo. Arreglan por fuera, pero dentro de las casas todo sigue jodido. La Habana se cae a pedazos. Pero al gobierno lo que le importa son las apariencias”, dice un señor que vende maní fuera de la antigua ferretería Feíto y Cabezón, en la concurrida calle Reina.
Como es habitual en visitas de Estado que el régimen quiere resaltar, empresas, escuelas e instituciones oficiales habaneras han sido convocadas para la primera misa del Papa Francisco, el domingo 20 de septiembre.
Eugenio, trabajador de ETESCSA, tiene sus dudas. “Por un lado el calor tremendo. A las once o doce del día, cuando concluya la misa, el sol estarárajando las piedras. Mientras el Papa va almorzar comida gourmet, uno llega a casa a calentar lo que sobró de la noche anterior. Quizás vaya, pues mi jefe anunció que nos darían una merienda que luego puedo vender en 40 pesos (alrededor de dos dólares)”.
Camiones y buldozers recogen apresurados la montaña de escombros y basura desbordada en diferentes calles de la ciudad. Fumigadores de Salud Pública dan una batida al mosquito Aedes Aegypty, trasmisor del dengue hemorrágico, casi una pandemia nacional.
Aunque las simpatías hacia Papa Francisco son mayoritarias en Cuba, hay sectores que todavía esperan por la indulgencia del Santo Padre.
En una casona de mediados del siglo XX, en el barrio de La Víbora, radica una asociación yoruba.
Ernesto Sanabria, babalao con 27 años de experiencia, forma parte de esa sociedad. Mientras se abanica con una revista vieja, se pregunta por qué si en Cuba los devotos de las religiones afrocubanas triplican a los fieles del catolicismo, “ninguno de los tres Papa han mostrado interés por reunirse con las diversas denominaciones religiosas existentes en la Isla. Es inadmisible”.
También la disidencia local siente que no es escuchada. Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, ha pedido reunirse con el Papa. Hasta ahora no ha recibido respuesta.
La percepción entre los disidentes es que Francisco, como Juan Pablo II y Benedicto XVI, no sostendrán encuentros con la disidencia, para no enojar al régimen.
Frases sueltas en las misas que hablen de libertad y democracia es lo políticamente correcto por parte del Papa Francisco. Lo otro es liturgia y simbolismo.
Raúl Castro, por su parte, indultó a 3,522 presos comunes y es probable que devuelva un puñado de propiedades confiscadas a la iglesia a principios de los años 60.
Lo demás seguirá igual. La iglesia no tendrá acceso a la educación ni a la salud pública. Sus revistas seguirán con una tirada limitada y sus proyectos sociales continuará marginados.
Mientras, campesinos como Samuel Quijano creen posible que el Sumo Pontífice con su bendición traerá lluvias, necesarias para las cosechas. Al otro lado del ring, disidentes como Berta Soler piden a la iglesia católica involucrarse en reclamos democráticos y por la libertad de medio centenar de presos políticos.
Pero el Vaticano no realiza milagros. El Papa solo es el mensajero de Dios en la Tierra. Habrá que seguir rogando.
Iván García
Foto: Afiche del Papa en una calle del Centro de La Habana. Tomada de San Juan 8.