Ni un solo cubano fue condenado en 2010 a 25 años de cárcel por motivos políticos. Eso sí, 2.074 ciudadanos de ese país fueron a prisión por varios días, un par de semanas o unos meses, porque expresaron en público sus desavenencias con el Gobierno o participaron en reuniones, mítines, marchas a favor de la libertad y de los derechos humanos.
Es la nueva línea de trabajo. Un acoso permanente: detenciones, amenazas, agresiones y advertencias. Los elementos tradicionales que la dictadura ha utilizado como embajadores del miedo, ese calor interno y ambulante, ese desasosiego que paraliza al ser humano y es un consejero más categórico que el amor.
Esta filosofía del paso rápido por los calabozos funciona mejor para los poderosos. Es más discreta. No tiene atractivo para los medios de información porque las víctimas son activistas de base que vuelven a sus refugios municipales después de la sesión de los golpes sobre la mesa de los oficiales y los papeles mecanografiados con expedientes falsos o inflados para unos jueces que reciben el temor como parte del currículo de su título universitario.
Se trata de un sistema que se ensaya en la oposición pacífica, en la frágil sociedad civil cubana, en el periodismo independiente y en los grupos de blogueros y artistas jóvenes. Ellos son materia de estudio porque el Gobierno espera una reacción popular de descontento y protestas ante el despido masivo de medio millón de empleados públicos y por la gravedad de la situación de la isla, empobrecida y en un callejón donde los lamentos finales del socialismo inquietan a los fantasmas de un capitalismo primitivo.
La prensa oficial ya advirtió que las fuerzas del orden aplicarán el «máximo rigor mientras avanzan los cambios económicos aprobados por el presidente Raúl Castro».
Los jefes se preparan para calmar de cualquier forma a miles de personas que estuvieron en las plantillas irreales del Estado, y ahora son lanzados a las calle con la posibilidad de solicitar una licencia para ejercer el oficio, por ejemplo, de reparador y rellenador de fosforeras (mecheros), de desmochador de palmas reales o cartománticas.
Se aplazan las condenas espectaculares. De esa época, y por anunciar esta realidad, que en la Primavera Negra de 2003 era el porvenir, quedan 11 activistas y corresponsales en las celdas. Ellos quieren trabajar allí para que ningún ciudadano vaya a la carcel por su ideas. Ya sea por un día o por 25 años, como el médico Oscar Elías Biscet, uno de los que ha rechazado su deportación a España.
Raúl Rivero
Foto: Reuters. 10 de diciembre de 2009. Partidarios del régimen tratan de impedir una caminata de las Damas de Blanco en la explanada frente al antiguo Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución, en la Habana Vieja.