Desde La Habana

Vestir de etiqueta

En Cuba hay dos tipos de ciudadanos. Los que pueden entrar a las elegantes boutiques y comprar ropas de marca y los que tienen que conformarse con apretar sus narices detrás de las vidrieras.

En muchas ciudades del mundo, diciembre es mes de rebajas. En La Habana no suele serlo. En 2010, en una circular a los gerentes de tiendas por divisas, se enumeran los artículos que serán rebajados este fin de año.

No es para tirar cohetes. Pero algo es algo. A la espera de ese día, Yuliet, 25 años, empleada de un hotel, se da un salto hasta el complejo de tiendas Comodoro, ubicada al oeste de La Habana, para mirar los precios de un par de vestidos de la marca Mango.

“Si no encuentro lo que busco, iré a Zara, a ver qué están vendiendo”, dice mientras revisa las mercaderías, todas carísimas.

Lo de los precios es abusivo. Un par de tenis de calidad para una niña, fácilmente puede costar 50 dólares. Y si es Adidas, Nike, Puma, Levi’s o Guess, puede rondar o superar los 100 dólares.

En la calle Obispo, una arteria repleta de tiendas por divisas, en la Habana Vieja,  Román, 43 años, maestro, mueve la cabeza de un lado a otro al descubrir los precios en una peletería.

“Es el colmo, necesito un par de zapatos para ir como testigo a la boda de un amigo y sólo tengo 40 dólares. Llevo siete horas dando vueltas por todas las tiendas. Me ha gustado este modelo de cuero italiano, pero cuestan 120 dólares”, expresa desilusionado.

Comprar bueno en Cuba es una misión imposible. Nada puede resultar barato cuando usted tiene que pagar con una moneda que no recibe cuando cobra (el salario promedio en la isla es de 12 dólares).

A ello se ãnade que, además de la ropa y el calzado, para comprar determinados artículos comestibles y de aseo, tienes que pagar en pesos cubanos convertibles o cuc, la divisa cubana.

Y de donde viene la moneda dura ya se sabe, de USA, el territorio “enemigo” de Fidel Castro. También de Europa y América Latina: hay cubanos regados por medio mundo.
Aunque los dólares o euros son un bicho raro para un 40% de cubanos que no tienen acceso a divisas, los precios de ropa y calzado se han encarecido en un 30% en los últimos cinco años.

Súmese que el gobierno de Castro grava las divisas entre un 18% y 12%. Un casino para el Estado. Sin hacer inversiones, sólo por ese ‘impuesto revolucionario’ (implantado por Castro en octubre de 2004), ingresa cerca de 600 millones de dólares anuales.

No es el único. Está el impuesto a los productos en las ‘shoppings’ o tiendas recaudadoras de divisas, que en ocasiones supera el 240%. Eso no impide que artistas, intelectuales, músicos y jineteras de lujo, compren en Cuba ropa y calzado de marca sin mirar los precios.  Ni siquiera pestañean a la hora de pagar la factura.

Son los menos. La mayoría tiene que marcar el número telefónico de su familia en Miami, Madrid o Roma. O arriesgar el pellejo en cualquier negocio clandestino que le dé jugosas ganancias.

Desde antes de 1959, los cubanos tienen la costumbre de estrenarse una muda de ropa para recibir el nuevo año. Por estas fechas, las tiendas suelen estar de bote en bote. Pese a la cuestionable calidad de la oferta. Y que La Habana es tan cara como Nueva York.

Iván García

Foto: Desfile de modas en el malecón de La Habana.

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