Los juicios políticos son las puestas en escena más obscenas de todas las marañas y falsedades que se producen en los países totalitarios o sometidos a la voluntad de seres autoritarios con vocación de dictadores.
En un único acto se humilla al individuo, se le obliga a protagonizar un papel en una obra para tarados y se le condena. Al mismo tiempo se ningunea la justicia porque los encargados de administrarla se limitan a repetir un guión escrito por los gobiernos.
El diseño de esos eventos tiene su origen en aquellos dramas concebidos por José Stalin en los que los acusados, con la ilusión de que sus viejos compañeros le perdonarían la vida o para tratar de salvar a sus familias, se declaraban culpables de todo lo que quería el fiscal y se mostraban arrepentidos hasta el llanto por haber actuado como enemigos del pueblo y traidores del proletariado.
Ése era el método en el llamado campo socialista y sigue vigente en China, Corea del Norte y Cuba. En la isla asistí a un juicio contra dos opositores pacíficos en el que los miembros del tribunal dormitaban o hacían garabatos en las hojas blancas que tenían en sus mesas.
Los abogados defensores, en vez de reclamar justicia, pedían clemencia y el juez leía con dificultad la sentencia a 20 años de cárcel que le habían entregado minutos antes en una página mecanografiada con una mala cinta sobre un rodillo seco y averiado.
En Venezuela, donde funciona una tiranía con afeites y no una democracia maquillada, el viernes 4 de septiembre se celebró un juicio contra el opositor Leopoldo López.
La función para condenar al líder rebelde está clavada en el esquema de los esperpentos judiciales del socialismo real que, en su variante bolivariana, debe mostrar los leves retoques que todavía lo separan del totalitarismo y, además, no ha podido sacar del aire a todos los medios de la prensa libre.
El juicio quedó suspendido hasta el jueves próximo. Le piden 14 años de cárcel. No se sabe cuál será la condena. Su familia y sus amigos tienen la esperanza de la libertad.
Creen que es inocente de los delitos que le fabricaron cuando lo arrestaron hace un año y medio y el presidente de Venezuela le anunciaba que le tenía preparada una celda. Se lo decía desde el Palacio de Miraflores, un sitio donde sí se conoce la sentencia de Leopoldo López.
Raúl Rivero
El Mundo, 6 de septiembre de 2015.
Foto: Un hombre sostiene un cartel de apoyo al líder venezolano Leopoldo López en las afueras del Palacio de Justicia de Caracas. Tomada de El Comercio de Ecuador.