Es cierto, y está comprobado por la Historia, que los gobiernos totalitarios arrasan con precisión de orfebres con los abastecimientos, borran enseguida de los manteles domésticos los alimentos esenciales y desaparece hasta el agua potable.
Son muy eficaces también en la eliminación de las libertades individuales y en su persistencia por convertir a las personas y a las familias en manadas obedientes que aplauden al poder. Pero no se puede negar que se esfuerzan por alcanzar la felicidad del pueblo por decreto.
Son ineficaces a la hora de producir pan después de que intervienen las panaderías y, sin embargo, su burocracia frondosa y alerta prepara resoluciones, leyes y disposiciones para utilizar lo último de la tecnología y distribuir con equidad el producto racionado.
Nicolás Maduro y su equipo están a la vanguardia en ese empeño. Quieren que los venezolanos celebren la Navidad a plenitud, auxiliados por unos planes que le permitirán tener un leve recuerdo de cómo fueron siempre esas fiestas en el país suramericano hasta que llegó Hugo Chávez a liberarlo.
El presidente anunció a principios de este mes el programa Navidades Felices de 2014 ideado por un grupo de expertos para que en los hogares se vivan con intensidad los festejos por el año nuevo y los creyentes asistan al nacimiento del Niño Jesús. El plan incluye una llamada Misión Alimentación, para que el hombre de la calle pueda conseguir los ingredientes de la hallaca, un tamal relleno que es el plato tradicional de Venezuela.
El gobernante decidió además que se pongan a funcionar otros dos proyectos: Patria Segura y Mi casa Bien Equipada, para que las familias puedan comprar cocinas, aires acondicionados o neveras.
Los aspirantes a adquirir lo necesario para cocinar su hallacas o los que sueñan con un equipo electrodoméstico deben de estar de madrugada en los centros de venta y pasar por un sistema biométrico o capta huellas que detecta si el cliente ya ha comprado lo que le pertenece según el sistema de racionamiento implementado por el chavismo.
De todos los jefes totalitarios, Maduro es el más dispuesto a obligar a los ciudadanos a ser felices cuando lo decidan los jefes. En octubre fundó el Viceministerio de la Felicidad Suprema del Pueblo. Y el primer día de noviembre se puso solemne y encendió las luces del pesebre del palacio de Miraflores. «Quisimos decretar la llegada de la Navidad, porque queremos la felicidad para todos», dijo.
Raúl Rivero
El Mundo, 13 de noviembre de 2014.