Llegaron las vacaciones de verano. Regocijo para niños, adolescentes y jóvenes. Pero muchos padres tendrán que tomar aspirina. Si guardó dinero en la hucha durante el último año como Mario Guillén, 45 años, entonces puede aguantar el varapalo.
Guillén, un tornero que trabaja 10 horas en una acería en las afueras de La Habana, y que en su tiempo libre se dedica a hacer ventanas y puertas de hierro, es un hombre precavido.
Al romper el cerdo de yeso color rosa que servía como alcancía, había recaudado 438 pesos convertibles (alrededor de 330 dólares). Sentado junto a su esposa en una calurosa y lluviosa noche de finales de junio, hicieron sus planes.
Tienen dos hijos, de 10 y 14 años y los dos están de vacaciones escolares. Guillén y su mujer planificaron las suyas, un mes a partir de julio. “Pensamos llevar a los niños al teatro, al parque de diversiones, un restaurante de calidad y a la piscina. Cero playa, me han dicho que con el vertido de petróleo en el Golfo de México han migrado una serie de depredadores marinos a nuestras costas”, dice alarmada Mariana, su esposa.
Rumores de que fieros tiburones y gigantescos leones marinos merodean por las cercanías de las playas al este de La Habana, preocupa a los padres. Según especialistas y la prensa oficial, los rumores son infundados. Pero algunos padres siguen con miedo en el cuerpo.
El matrimonio Guillén también comprará provisiones para los dos meses de vacaciones de sus hijos.Ahora, en vez de una comida al día tienen que darles almuerzo y meriendas. «En el mercado negro tendremos que adquirir carne de puerco (cerdo), pescado fresco y pollo, además de arroz, frijoles y aceite, jamón, salchichas y refresco en polvo. En todo eso gastaremos cerca de 150 pesos convertibles (120 dólares)”, apunta Guillén mientras saca cuentas con su vieja calculadora china.
Al menos la familia Guillén tiene dinero para planificar las vacaciones de sus hijos. Si le pregunta a Rogelio Ortega, negro de ojos de sapo y vientre prominente, qué opciones recreativas tiene diseñada para sus cinco hijos, lo mirara como si usted fuese un bicho raro.
“Lo de siempre, mucha televisión. Los varones, a jugar béisbol o fútbol en la calle, sin zapatos, para que no rompan los pocos que tienen. Y las hembras, a ayudar a su madre y abuela y jugar con sus muñecas. Si me cae algún dinero, los llevo un fin de semana a la costa, para que entre las rocas se den un chapuzón”, explica con su hablar pausado.
«¿No le teme a una posible oleada de tiburones?», le pregunto. Ortega me da una palmada en el hombro y dice: “Que los tiburones le tengan miedo a mis fiñes, (niños). Si ellos los ven cerca, lo más probable es que se lo zampen (coman) con aleta y todo”, y se ríe estruendosamente.
Familias como la de Rogelio Ortega ya saben lo que son las vacaciones de verano. Más de lo mismo. Tele, una sola comida al día, y los niños, que se las apañen como puedan. Sus finanzas no dan para otra cosa.
Para Junior Mendoza, 20 años, estudiante universitario, las vacaciones son sinónimo de trabajo. “Mis padres no tienen recursos, casi siempre en esos dos meses me pongo a trabajar en cualquier negocio clandestino, como dependiente de una cafetería particular, en una fábrica ilegal de cigarrillos o vendiendo ropa y ‘pacotilla’ (mercaderías baratas). Soy la tabla de salvación de mi familia durante las vacaciones”, apunta el joven con un piercing en la oreja derecha.
Por ahora, el Mundial de Fútbol sirve de entretenimiento a la inmensa mayoría de las familias cubanas. Cuando se termine el 11 de julio, empieza lo bueno. Preocupaciones a raudales, falta de dinero y despensas huérfanas. El gobierno prometió una variada gama de opciones recreativas. Una amplia cartelera televisiva, con 55 nuevos seriales y cerca de 500 filmes. Noche de ventas de libros, fiestas, ferias en plazas públicas y ofertas gastronómicas.
Los que pudieron guardar dinero como la familia de Mario Guillén lo tienen en cuenta. Los que no tienen un centavo como el risueño Rogelio Ortega, les da igual lo que ofrezcan en las vacaciones de 2010. Para su familia, el verano no es un acontecimiento. Al revés. Un dolor de cabeza.
Iván García
Foto: johnhope14, Flickr