Desde La Habana

Un ministro en la picota pública

Las esquinas de La Habana están calientes. Que arden. Parecen una lija de fósforo (cerilla) que al mínimo roce van a incendiarse. Por culpa del béisbol. En esta primavera que está tocando a las costas de la isla, se celebran los play-offs del deporte nacional, e Industriales, el equipo que representa a la capital, está pegando alto. Los fanáticos están que se salen.

Si el béisbol o la pelota, como en Cuba se le llama, sirve como relajante a la mayoría de los hombres, para las mujeres, el sedante lo encuentran en los culebrones, ese opio electrónico que durante 45 minutos hace olvidar que las neveras están vacías.

Pero también el cubano de a pie mira de soslayo el acontecer local.  Y percibe malos augurios. Por todo el país, clandestinamente, circulan las más de 300 fotos de los 26 fallecidos (se rumora que son casi 60), por hambre, frio y malos tratos, en enero pasado, en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, conocido como Mazorra.

Si usted tiene el valor de ver completa la tenebrosa colección, tiene un estómago fuerte. Las fotos, tomadas por peritos policiales, no sé cómo escaparon de la férrea censura estatal montada por las autoridades sobre el Caso Mazorra. Y muchas personas cargan con ellas en usb o memorias flash, y tarde en la noche, cuando los niños duermen, como en una película de terror, las miran horrorizados en sus ordenadores.

Las imágenes en blanco y negro de los fallecidos son comparables a los de cualquier campo de concentración nazi. Hombres sin dientes, con huellas frescas de golpizas, cuerpos escuálidos, testimonio palpable del hambre que sufrieron. Eran tan delgados, que cabían tres cuerpos en una camilla.

Ante tanto horror, la gente de a pie se ha conmovido. Roberto Osorio, 34 años, ingeniero, se estremeció de pánico al ver las fotos. Y se pregunta cómo es posible que estas cosas sucedan en el país que, según sus mandatarios, tiene una salud pública comparable con las mejores del mundo.

En una encuesta personal a 30 personas, en edades comprendidas entre 19 y 74 años, de los dos sexos, de forma unánime exigieron no sólo una investigación profunda, también pidieron que renuncie a su cargo el ministro de Salud Pública, José Ramón Balaguer Cabrera.

Balaguer (Santiago de Cuba, 1932), médico de profesión y uno de los comandantes guerrilleros que hicieron la revolución, es miembro del Consejo de Estado y del Buró Político del Partido Comunista. Fue designado Ministro de Salud Pública por el propio Fidel Castro, cuando el 31 de julio de 2006 anunció que por razones de salud transfería el poder a su hermano Raúl.

Una de las encuestadas, Dalia Fuentes, 56 años, arquitecta, no cree posible que el ministro no supiera lo que sucedía en el principal hospital para dementes del país. “En todos los centros laborales de Cuba, hay un núcleo del partido y la juventud comunista, y se tuvieron que reportar lo ocurrido. Además, se supone que cada cierto tiempo, el ministerio de salud haga inspecciones a sus centros hospitalarios. Si a pesar de todo eso, a la mesa de Balaguer no llegaron informes de lo que allí acontecía, entonces debiera renunciar por inepto”, apunta con ira la arquitecta.

Sara Villar, 21 años, estudiante de medicina, va más allá. “Sucesos como éstos son una muestra clara que el país necesita cambios profundos. No se trata sólo de pedir dimisiones y juicios a los culpables, es el sistema que no funciona”, señala la futura doctora.

Lo acontecido en Mazorra en enero de 2010, ha puesto en la picota pública el desempeño de funcionarios, administradores y ministros. También en la oposición, el periodismo alternativo y la blogosfera demandan el cese de Balaguer. La bloguera Yoani Sánchez abrió en Twitter la etiqueta #despidanaabalaguer#, hasta el momento con cientos de miles de seguidores.

En medio de las apasionantes discusiones en torno serie de play-offs del béisbol local y los próximos capítulos de las soporíferas telenovelas, prevalecen las opiniones callejeras: la gente quiere que ruede la cabeza del Ministro de Salud Pública.

El gobierno muestra total mutismo. Da la callada por respuesta. Incluso por estos días, José Ramón Balaguer está apareciendo más que nunca en la tele. Y las personas se preguntan, si ésa es la forma adoptada por los mandamases del patio para confirmarlo en su cargo.

Sería nadar contra la corriente. Pero si algo saben hacer bien los hermanos Castro es nadar contra la corriente.

Iván García

Foto: José Ramón Balaguer durante la presentación del libro «Combatientes por la vida», en febrero de 2009.

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