El gobierno cubano puede acudir a le generosidad o al oportunismo de todos sus cómplices y llenar a Cuba de aviones nuevos, automóviles sin estrenar y trenes relucientes y modernos que, de todas formas, con esa maquinaria relumbrante y nueva, no podrá resolver el grave asunto del transporte en el país.
El problema es que esa crisis tiene sus resonancias más patéticas en las estructuras enfermas de la república, en el desdén o la indiferencia de sus técnicos y empleados y, en definitiva, en la catástrofe real que abarca desde los baches con ínfulas de lagos hasta los travesaños de los ferrocarriles diseñados, al parecer, por un ingeniero con musarañas en la cabeza y mantenidos por una parentela más preocupada por su supervivencia personal, que por la rectitud de las traviesas.
Los equipos que salen a funcionar acabados de llegar del extranjero podrán funcionar con eficiencia en el caso de cada unidad, pero lo que no puede hacer el que conduce ese vehículo es que las vías les ofrezcan las condiciones y las alternativas para que la travesía se desarrolle con normalidad y eficacia, entre el punto clave de salida, las estaciones de paso y el sitio donde tiene marcada su señal el fin del viaje.
Los resplandecientes vagones que acaban de instalar en la Isla, anunciados como la solución o gran parte de la solución a los asuntos del transporte interprovincial, porque recorrerán casi todo la extensión de la nación, son el ejemplo más reciente de que un carro nuevo no puede solucionar un asunto que pasa por la chapucería y el abandono que padecen los sectores viales.
La muestra principal de los coches de trenes que hace poco comenzaron a rodar, está en una declaración de Eduardo Rodríguez, actual ministro de Transporte: “Cuestiones como el envejecimiento del parque de locomotoras, problemas organizativos en las terminales, entre otros aspectos, han afectado la puntualidad de los recorridos.” Nada más que la mitad de los viajes realzados, un 36 por ciento, ha conseguido salir en hora y sólo un 26 por ciento ha llegado a su punto de destino en el horario establecido previamente por las autoridades.
Otro funcionario, esta vez del dominio de los ferrocarriles, explicó que se examina “la incongruencia” en lo que tiene que ver los boletos con la merienda y que a partir del primero de agosto “será vendida por las ferromozas y se eliminará la limitación de una merienda por pasajero. El hombre anunció, además, que fuerzas de la policía ferroviaria tienen la autoridad para bajar a quienes incurran en indisciplinas, como consumir bebidas alcohólicas.
Así que ya se sabe, horas y horas en un tren lento, que no tiene estaciones fijas para detenerse y sin saber con exactitud la hora final del arribo al destino. Eso sí, en un vagón nuevo, sin tiempo para llegar a ningún sitio y, desde luego, con mucha disciplina, poca o ninguna merienda y ni una cerveza. ¡Buen viaje¡
Raúl Rivero
Blog de la FNCA
Foto: Vendiendo merienda en los trenes nuevos. Tomado de Radio Surco, emisora de Ciego de Ávila.