En La Habana hay tiendas ilegales para todos los gustos. Vaqueros piratas a 20 cuc, copias de zapatillas Nike en 40 cuc e imitaciones de relojes suizos a 50 cuc. Las personas con mayor poder adquisitivo marcan la diferencia. Por catálogo, compran ‘fashion’ (ropa de moda), smartphones, luces LED, whisky escocés, vinos españoles…
Y aunque la Aduana General de la República de Cuba aplica leyes retrógradas y severas en materia de importación de mercancías, la corrupción rampante siempre abre una puerta de entrada al singular comercio privado. Aunque no se conocen cifras exactas, se calcula que mueve el doble de dinero que las inversiones extranjeras en la Isla.
Le presento a Rolando, nombre ficticio de un tipo que lleva tres años como ‘mula’. “Mis abuelos viven en Miami y para complementar su pensión, se convirtieron en ‘mulas’. Llevaban al domicilio de los clientes los encargos, fueran prendas de vestir, medicinas, útiles del hogar o dólares. Cuando en 2013 se flexibilizaron los viajes al exterior, obtuve de Estados Unidos una visa múltiple. Cada año viajo siete u ocho veces y traigo pacotillas que me encargan para uso familiar o para revender. Todo por un valor de cuatro a cinco mil dólares”.
Las complicadas normativas de la Aduana solo posibilitan a los cubanos importar determinadas mercancías una vez al año, a pagar en moneda nacional, pero mediante coimas por debajo de la mesa se evaden las disposiciones.
Yolanda, nombre supuesto, se dedica a traer prendas de vestir y productos capilares. “En Cuba el que cumple la ley al pie de la letra, el Estado lo jode. Es el caso de los cubanos residentes en otros países cuando mandan cosas por vía postal: solo pueden enviar hasta un kilogramo y medio y si el paquete se pasa de ese peso, por cada kilogramo extra le cobran 20 cuc. Un verdadero abuso. ¿Qué hacemos los que nos dedicamos a este negocio? Tener buenos contactos en la Aduana y así podemos pasar toda la pacotilla. A las personas le pagas según lo que traigas. Si traes mercancías valoradas en 10 mil dólares, por ejemplo, le dejas caer 200 fulas y un ‘presente’ que puede ser un televisor de pantalla plana, un electrodoméstico o un poco de ropa”.
Según Yolanda, “los productos de aseo de las marcas Palmolive, Colgate, Gillette o Dove se venden como pan caliente en Cuba. Si los compras en la zona franca de Colón, Panamá, ganas un poco más. En Miami depende del lugar: en las tiendas pequeñas y los mercados mayoristas te dejan más dinero. Los desodorantes Gillette comprados al por mayor te salen en $1.50 y en La Habana se venden a 5 cuc. Un electrodoméstico o televisor no es rentable comprarlo en Best Buy, tienes que adquirirlo en almacenes chinos o tener un contacto que te lo venda al por mayor. El problema de los electrodomésticos es que pesan mucho, por eso los fleto por barco. Con excepción de determinados artículos que me encargan mis clientes habituales, el resto los compro para vender por cantidades a los revendedores. En un viaje, aparte de recuperar los gastos, puedo ganar hasta 800 cuc. Y yo soy una ‘mula’ nueva en esta plaza, las que llevan más tiempo, ganan tres veces más, pues traen artículos más costosos como piezas de autos y equipos de aire acondicionado”.
Varias ‘mulas’ consultadas opinan que los mejores sitios para comprar mercaderías son Panamá, Miami, Perú, Ecuador y México. “Moscú se encarece por el costo del billete de avión. Pero si tienes la forma de entrar al país grandes cantidades de piezas y componentes de autos y motos, ganas un billete gordo. Cualquier viaje deja un porcentaje de ganancias que oscila entre el 30 al 100 por ciento”, indica Rolando.
Recientemente, el Wall Street Journal publicó un reportaje sobre el trapicheo de piezas de automóviles entre Moscú y La Habana: «Viajan 13 horas, duermen apiñados en apartamentos de emigrados y piden prestados abrigos y botas para hurgar y regatear bajo un frío que pela en los rastros de piezas usadas de la capital rusa. Pero saquen la cuenta: un Lada de la era soviética en buenas condiciones se vende en la Isla por 14 mil dólares».
El actual parque de añejos autos de la era soviética, ha convertido el trasiego de piezas y componentes de esos automóviles en un negocio altamente rentable. “En Rusia circulan pocos Moskovich, Lada y Volga fabricados el siglo pasado. Con la ayuda de cubanos residentes en Moscú, se adquieren autos completos por el equivalente de 300 o 500 dólares y en un desguace se separan las piezas de valor. También existen pequeños negocios donde puedes adquirir piezas nuevas de paquete”, explica Osiel, dedicado al trasiego de piezas de coches compradas en Rusia.
Puede parecer un negocio sin importancia, pero un auto de la etapa soviética, con chasis estadounidense y piezas de hasta diez naciones diferentes, cuesta de 10 mil a 20 mil dólares en Cuba.
En la Isla encuentras ‘mulas’ especializadas en las más diversas ramas. “Yo solo compro teléfonos inteligente, tabletas, PCs y laptops. Después de pagar el respectivo soborno, en un solo viaje entro hasta diez teléfonos, cinco o seis tabletas, dos PC y cuatro laptops. Las ganancias pueden rebasar los 3 mil cuc. Los smartphones son una mina de oro. Se compran a compañías, luego mediante pago se activan para desbloquearlos y hay quienes lo saben ‘craquear’. En La Habana, el iPhone 7 o el Samsung 8 se consigue más barato que en Miami”, subraya Sergio.
En sus inicios, las ‘mulas’ comenzaron como un negocio manejado por cubanos residentes en Estados Unidos y movían cualquier cantidad de dinero y pacotilla. Entregaban los paquetes personalmente a los destinatarios en sus casas.
Después que el Estado verde olivo inhabilitara la tarjeta blanca que impedía viajar libremente a los cubanos, miles de compatriotas en la Isla decidieron convertirse en ‘mulas’ y comenzar a traficar con bienes.
Según Rolando, “tiene muchos puntos a favor: no le trabajas al gobierno ni dependes de sus salarios mierderos. En cada viaje, ganas un billete que te hace la vida más cómoda, desconectas, conoces gente y recorres ciudades limpias y tiendas bien surtidas. Y el gobierno a las ‘mulas’ no le ha abierto tanto fuego como a los cuentapropistas”.
Además, no pagan impuestos al Estado por su negocio subterráneo.
Iván García
Diario Las Américas, 23 de junio de 2017.
Foto: Tomada de Diario Las Américas.