Allá en Cuba, en los pedazos de geografía dispersa que se ha ganado la oposición pacífica en tres décadas de trabajos bajo la represión, se disfruta hoy del regocijo natural por el anuncio de la liberación de 52 prisioneros políticos. Y, en una atmósfera de serenidad y reflexión, ese júbilo comparte mesa con una creciente desconfianza en la buena voluntad del Gobierno.
Junto a los avisos intermitentes y sorpresivos de presos que han recibido en sus calabozos una llamada providencial del cardenal Jaime Ortega para comunicarle que tienen la opción de alcanzar la libertad y de viajar España, llegan desde la Isla muchas preguntas que nadie ha podido responder hasta el momento.
Laura Pollán, la portavoz de las Damas de Blanco, esposa del ingeniero Héctor Maceda, condenado a 20 años, quiere saber qué pasará con los hombres que, al recibir el mensaje del jerarca de la iglesia cubana, respondan que no están dispuestos a salir de su país.
Se sabe que, algunos de los beneficiados con la excarcelación, se niegan a abandonar Cuba. Entre ellos, el corresponsal Pedro Argüelles Morán y el poeta y periodista Regis Iglesias. La Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, presidida por Elizardo Sánchez Santacruz, calcula en una veintena la cifra de presos que han decidido renunciar a salir de su patria.
La señora Pollán se pregunta también por qué el régimen necesita cuatro meses para liberar a 52 personas, cuando en 2003 arrestó, enjuició y condenó a 75 en menos de 10 días.
Otros dirigentes opositores, como el ex preso José Luis García Antúnez (cumplió 17 años de cárcel), se preocupan por el destino de varias decenas de cubanos sancionados en otras causas y que ni siquiera se mencionan en las conversaciones.
En general, la experiencia de los veteranos activistas de derechos humanos les hace ver, en este proceso de liberación de prisioneros, una eficiente gestión asistida que le ha permitido al Gobierno abrir una nueva sala de espera para ganar tiempo, recomponerse un poco y conseguir unos fajos de los malditos y ariscos dineros del capitalismo.
El inicio de un cambio de verdad, radical y significativo, sería enviar a todos los presos políticos (167, según un informe de este mes) de manera incondicional a sus casas, con su familia y que ellos decidan, desde allí, lo que van a hacer con sus vidas.
Eso, y el desguace total de la cobija de guano podrido levantada para amparar un sistema judicial que castiga la libertad de opinión y la honradez
Raúl Rivero