Desde La Habana

Tanto dolor como esperanza

Aún sin sobreponernos de los días grises y fríos, con poco pan y escaso abrigo, que en estos días de enero de 2010 los cubanos hemos pasado, nos llegaba la noticia de un terremoto en Haití.

Con el paso de las horas, nos fuimos enterando de la magnitud de la catástrofe, una tragedia que aumenta por día. El mundo entero se ha movilizado, pero a consecuencia del caos y la falta de infraestructuras, tanto el aeropuerto como las instalaciones portuarias, en Puerto Prínciple, son insuficientes para dar paso a tantos aviones y barcos procedentes de los cinco continentes, cargados con todo tipo de ayuda humanitaria, que cuanto más rápido pueda llegar, por aire y por mar, más vidas se pueden salvar.

Una vez más, sobre Haití cae la desgracia. No por ser negros ni descendientes de africanos. La maldición de Haití no es por sus orígenes. Y si fuera por su historia de lucha por la emancipación de la esclavitud y la libertad, debía haber sido una de las naciones más prósperas del Caribe. Sin embargo, más de dos siglos lleva sangrando Haití.

Si hoy es el país más pobre del continente americano y uno de los más pobres del mundo, es por los sucesivos desgobiernos. Ingobernalidad que se resumen en dos palabras: represión y corrupción.

Dictadores e incompetentes mandatarios son los culpables del atraso y de los males actualmente padecidos por el pueblo haitiano. El analfabetismo y el desempleo han sido caldo de cultivo para el surgimiento de pandillas, que machete en mano, han hecho de la violencia, el robo y la delincuencia, algo habitual en calles y barriadas.

Una cuota de culpa tienen también sus vecinos en las Américas, los más cercanos y los más lejanos, como Estados Unidos, que cuando no se inmiscuyó para respaldar golpes de estado, prefirió virar la cara y hacer oídos sordos.

Más vale tarde que nunca. Ahora, es de agradecer que el presidente Barack Obama, haya hecho de Haití una prioridad para la Casa Blanca. Una decisión respaldada por la generosa respuesta de los estadounidenses, pobres y ricos, anónimos y famosos, ateos y creyentes, civiles y militares.

Dejemos Washington y volvamos a La Habana. Las cosas como son: de las pocas naciones de la región que siempre estuvieron al lado de los haitianos se encuentra Cuba. Es lógico.

Nos unen más de 200 años de vínculos geográficos, históricos, culturales y étnicos. Por la sangre de miles de cubanos corre sangre haitiana, sobre todo entre los pobladores de Guantánamo, Santiago de Cuba y Camagüey, tres de las provincias donde se establecieron las principales comunidades haitianas, y cuyos hijos, nietos y bisnietos mantienen viva la lengua, música, cultos, comidas y otras tradiciones.

Muchos de esos haitianos o sus descendientes, alcanzaron notoriedad en la Isla. Es imposible mencionarlos a todos y por ello hemos escogido un nombre, el de Martha Jean-Claude. Con ella, rendimos tributo a todos los haitianos que hicieron de Cuba su patria.

Cuando el terremoto se produjo, alrededor de las 5 de la tarde (hora caribeña) del martes 12 de enero, más de 400 colaboradores cubanos, médicos y enfermeras en su mayoría, se encontraban en Haití. Hasta la fecha, sólo se reportaban tres cubanos lesionados, dos leves y uno grave.

La historia de amor de Brasil con Haití es más reciente. Comenzó en 2004, cuando por mandato de la ONU, Brasil asumió el cargo de coordinación de la Misión de las Naciones Unidades para la Estabilización en Haití (MINUSTAH). Lula hizo suya esa responsabilidad y muchos brasileños comenzaron a implicarse. Y como en los cuentos de hadas, por unas horas fueron felices. Ocurrió en 2005, cuando la Selección Nacional de Fútbol de Brasil viajó a Haití y jugó un partido amistoso. Apoteósico. En este video se puede ver:


Pese a la crítica situación económica de Cuba y el deteriorado nivel de vida y de alimentación de buena parte de nuestra población, muchos cubanos, según opiniones recogidas a pie de calle, estarían dispuestos a ir a ayudar a Haití, en las labores de reconstrucción. Una labor tan urgente y necesaria como la que en estos instantes, contra reloj, realizan voluntarios, bomberos, rescatistas y perros entrenados de México, España, Japón y China, entre otros países con gran experiencia en terremotos y desastres naturales.

Por lo pronto, tres buenas noticias eran anunciadas el viernes 14. El Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos, comunicaba que el gobierno de Obama concederá status de residencia temporal (TPS) a todos los haitianos indocumentados en su territorio, lo cual les permitirá residir y trabajar durante 18 meses en Estados Unidos.

Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, declaraba que la isla estaba dispuesta a cooperar con todos los países, incluyendo Estados Unidos, para ayudar a salvar vidas en esta situación de emergencia. Como muestra de que no eran meras palabras, se anunciaba que las autoridades cubanas habían permitido que aviones estadounidenses sobrevolaran el territorio oriental, dedicadas a evacuar heridos desde Haití hacia la Base Naval de Guantánamo, donde funciona un hospital de campaña. Esta autorización ahorra 90 minutos de tiempo de vuelo.

La tercera buena nueva, procedía de Puerto Príncipe. Y la protagonizaron dos bomberos españoles, quienes lograron rescatar con vida a un niño haitiano de dos años y cuya fotografía ha dado la vuelta al planeta.

Junto con esas buenas noticias, se confirmaba el rumor que desde hacía días circulaba por La Habana, de que una veintena de enfermos mentales habrían fallecido en el Hospital Psiquiátrico, más conocido por Mazorra, situado en Rancho Boyeros, donde los termómetros en esos días marcaron menos de 4 grados Celsius.

El terrible suceso, que ya había sido adelantado por la disidente Comisión Nacional de Derechos Humanos y Rencociliación Nacional, fue confirmado por el Ministerio de Salud Pública.

Fueron 26 los fallecidos. Un verdadero escándalo. La gente está conmocionada y espera que los culpables de tamaña negligencia sean juzgados. Y que las medidas no se limiten a repartir colchas, ropa y comida con más calorías. Los cubanos quieren que, de una vez por todas, Mazorra acabe de librarse de la dantesca fama que siempre ha tenido.

Volviendo a Haití. En medio de tantos cadáveres y tantos escombros, estamos seguros que la yerba verde de la esperanza comenzará a brotar.

Iván García y Laritza Diversent

Foto: Chicago Red Cross, Flickr

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