Era un tipo extraño que nació en una ciudad del Caribe, en 1902, con España, China y África a los pies de la cama, en el mantel zurcido de la cocina y en las historias que le contaban su padre, el cantonés Lam-Yam y su madre, una mulata llamada Ana Serafina Castilla. Lo bautizaron en la Iglesia Católica con el nombre de Wifredo, sin ele, y después se buscó las contraseñas de caramelos y aguardiente para comunicarse con Orula y todas las deidades de la santería. Así es que Wifredo Lam vivió hasta los 14 años en el mismo lugar ...
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