En una tanqueta plástica ennegrecida, dos empleados de la terminal de ómnibus de Santa Amalia, al sur de La Habana, vierten una porción de cloro en veinte litros de agua. Antes que comiencen a rodar de nuevo por la ciudad, con una vieja frazada, le pasan superficialmente por los asientos, pasamanos y ventanas de los ómnibus de las rutas P-9 y P-10.
Leer más »