En 2009, a mi familia en La Habana envié dos cajas de medio kilo cada una con sal del Jura, donde se encuentran las principales salinas suizas. Se las envié para que vieran cómo envasan y venden en Suiza la sal y comprobaran su calidad. Este año tendría que enviárselas por necesidad, no por curiosidad. Porque la sal se ha perdido de las bodegas cubanas. Increíble de creer en una isla. Si lo dudan, lean esta crónica, enviada desde Manzanillo por Ubaldo Manuel León León, de la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios (TQ). “¡Oiga! ¿Cuántos son ustedes en el núcleo?”, me pregunta Diana Ibis Borges Veloso, vecina ...
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