En la Ciudad de La Habana, crecen por día los dementes callejeros, sucios y en harapos. También los mendigos que en cualquier portal tirado encima de algunos cartones, te suplican algunas monedas con su mirada perdida. Y en cualquier esquina, vendedores de maní, baratijas, cigarrillos sueltos o artículos de segunda mano. Es casi una legión. Camina uno por los alrededores del Capitolio y el Parque Central, y observa a no pocas personas de la tercera edad, vestidas con ropas gastadas, pero limpia, pidiendo dinero en moneda dura a los pálidos turistas europeos, quienes fascinados, tiran fotos en ráfagas con sus cámaras digitales. Incluso se ...
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