Después de las tres de la tarde, bajo el sol tibio del invierno cubano, por las calles interiores de un barrio pobre y polvoriento del sur de La Habana, dos hermanos, de 11 y 13 años, conducen una carretilla de madera desbordada de piñas maduras. A su paso improvisan un pregón, ‘se acabó el abuso, tres piñas por un chavito’ (25 pesos). Las amas de casas y transeúntes aprovechan y les compran. Una ganga si se compara con el precio de una piña en un agromercado particular, donde suele costar de doce a quince pesos. El niño mayor, de 13 ...
Leer más »