En sus buenos momentos, cuando era jefe de almacén en un restaurante de lujo, llamémosle Osvaldo, esperaba el año asando puerco en púa, rodeado de amigos y parientes bebiendo ron añejo, cerveza Corona o Heineken y comiendo crujientes chicharrones, embutidos españoles y trozos de queso gouda. “Aquellos tiempos”, suspira Osvaldo. No faltaban turrones, racimos de uva ni relucientes arbolitos de navidad. Todo salía gratis. Bueno, la cuenta la pagaba papá Estado. Un eufemismo para camuflar la palabra robo, que suena fea entre los cubanos. Pero la temporada de vacas gordas terminó para Osvaldo. Una tarde fue detenido por oficiales de ...
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