No habían escuadrones antimotines, ni camiones especiales o una cuadrilla de policias nerviosos hablando de prisa por sus radio-teléfonos. Pasada las dos y media de la tarde, la Plaza de la Revolución, recinto sagrado de la autocracia verde olivo estabas lejos de parecer un lugar sitiado. Tres o cuatro ómnibus de turistas, lo habitual, tirandos fotos al monumento de Jose Martí y la foto del Che Guevara situada en una iconografía gigante a la entrada del Ministerio del Interior, el organismo, entre otras tareas, encargado de reprimir a quienes en Cuba piensan diferente. Desde hace una semana, la artista plástica ...
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