Es el primer día de Mayra en la calle. Toda la familia está en casa. Alegres por su regreso. El ambiente es muy diferente al que ella dejó antes de ir a prisión. Ya sus padres no se inmutan cuando su hijo, de 11 años, intenta hacerlos reír con cuentos burlándose del comandante. Su madre, de espalda, ríe el chiste del niño. Mayra está asombrada. Antes, sus padres vigilaban constantemente su vocabulario. Bajo ningún concepto, a ella le permitían hablar mal del comandante ni de la revolución. Molestos, le explicaban por qué debía estar eternamente agradecida: “Gracias a la revolución, tienes casa, estudias, no tienes que pagar cuando te enfermas”. Sentada en el patio, respira aire fresco. ...
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