Verano de 1993. Cuando caía la noche en Falcón, poblado al borde de la Carretera Central, atravesado por los ríos Sagua la Chica y Jagüeyes, la gente se sentaba en la puerta de sus casas a contar historias y beber ron casero destilado con heces de vaca. Eran los años duros del período especial y en Falcón, como en el resto del territorio nacional, durante los extensos apagones programados de doce horas que por decreto oficial transformaban a Cuba en una isla oscura y silenciosa, los cubanos mataban así el tiempo e intentaban hacer más llevadero el calor veraniego. En ...
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