En el verano pasado, Lisván, 48 años, dueño de un pequeño estudio fotográfico en un barrio al oeste de La Habana, sufrió en carne propia las secuelas de las prohibiciones absurdas del régimen de Castro hacia sus ciudadanos. Con las ganancias obtenidas de su negocio y luego de estar guardando parte del dinero enviado por su familia desde el exterior, se alojó cinco noches con su esposa e hija por 822 pesos convertibles en el hotel Meliá Marina Varadero. “En la playa trabé amistad con un grupo de canadienses. Una mañana querían invitarme a pescar en un yate que habían ...
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