Mis ojos se humedecen cada vez que leo en la prensa y veo esas imágenes estremecedoras sobre la situación en Haití. Tal vez sea por sensibilidad. Quizás sea por mis raíces haitianas. Mi padre fue el tercero de 12 hijos de un hombre, que a principios del siglo veinte emigró de Haití hacia Cuba. Vicente Diversent, mi abuelo, enseñó a sus hijos a hablar su lengua. Lástima que no tuvo tiempo de enseñársela a sus nietos. No hablo creole y aunque los idiomas no son una barrera para trasmitir mensajes, en estos momentos desearía hablar la lengua materna de mi abuelo. Para poder decirle a los haitianos que ...
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